A CORUÑA.- El pasado 7 de mayo tuve la oportunidad de participar en la jornada Leer en pantallas - Edición sostenible, que formaba parte de la Feria del Libro Sevilla’08. Otros participantes de las mesas redondas han realizado ya excelentes reflexiones sobre sus intervenciones y lo que allí se dijo y debatió. Juan Varela ha realizado propuestas sobre Derechos abiertos para la ciberliteratura, en las que aborda la nueva gestión de los contenidos digitales y una serie de propuestas sobre cómo aprovechar internet para una nueva literatura. Joaquín Rodríguez ha realizado un excelente análisis sobre el futuro de la edición, Imaginando al editor del futuro, y de paso el futuro de la cultural digital.
Por mi parte, intervine en una mesa sobre derechos de autor y copyleft, junto con Juan Varela, Elena Lisón (de Jurídicas.com) y Javier de la Cueva (de Derecho de Internet). Estas son algunas ideas, enriquecidas por lo escuchado en la jornada, que planteé allí y que pretendían analizar la cuestión de los derechos y las licencias como parte esencial de la estrategia creativa y económica de los autores en la era digital.
Así, internet y la web 2.0 han provocado una devaluación de los contenidos hiperabundantes y un aumento del valor y capacidad de control de los comisarios digitales. En este escenario, en que el producto inicial del trabajo de un creador vale en términos económicos cada vez menos, pero su valor puede crecer de forma apreciable cuando se reutiliza con inteligencia, cabe preguntarse si es estratégicamente acertado proteger 'en exceso' los contenidos.
El caso de la Wikipedia es ya de sobra conocido; una obra copyleft colectiva creada de modo abierto y que ha contribuido a terminar con el modelo tradicional de enciclopedia. De hecho ha forzado una evolución en su equivalente tradicional, la enciclopedia Britannica, aunque posiblemente este cambio sea demasiado tardío. Hace poco ha lanzado el programa Britannica Webshare que permite acceder a sus contenidos desde enlaces de blogs asociados. Todo parece indicar que un paso previo a una liberación mayor de sus contenidos.
En el proyecto We Tell Stories de la editorial Penguin, 6 autores contemporáneos desarrollan durante 6 semanas 6 historias digitales de ficción inspiradas en 6 clásicos de la literatura. Una de ellas, The 21 Steps de Charles Cummings, está inspirada en The 39 Steps de John Buchan, y ha sido narrada sobre Google Maps. Es un modelo simple de narrativa hipertextual pero que ya pone de manifiesto las dificultades a la hora de acotar autorías y derechos. Es obvio que la obra de Cummings está inspirada en la de Buchan pero, además, sería irrealizable sin Google Maps. A pesar de esto, Penguin aplica unos criterios estrictos de protección de sus derechos legales en estas obras. Según aumente el número (y el éxito) de este tipo de obras crecerán los debates y conflictos sobre derechos y remuneración asociada.
Como explican Anderson y, en especial, Kevin Kelly (en Better than free); el ADN cultural y económico de internet es abierto y generativo y sobre esa plataforma se pueden crear beneficios explotando los cuellos de botella, los puntos de escasez en un ecosistema de la abundancia.
Existe una evidente co-evolución entre la digitalización de los contenidos y el tipo de licencias utilizadas, que he intentado resumir en este esquema:
Mientras que obras como Wikipedia, que nacen digitales, son claramente copyleft (y esta es buena parte de la razón de su éxito), los resultados de la investigación científica (que están abandonando el formato papel y migrando a internet) exploran de una forma cada vez más intensa modelos de acceso abierto. De modo similar, en la creación ensayística, por su propia naturaleza, tiene una importancia creciente internet (para la investigación o debate, muchos ensayos nacen hoy como blogs) por lo que tiene menos sentido entender el producto final -el libro de ensayo- desconectado del proceso que lo ha originado. La música o el vídeo, por las reglas de juego tecnológicas y a pesar de los intentos legales, se mueven también en la exploración de nuevos modelos de distribución y obras derivadas. Incluso la literatura, el último reducto del libro en papel, explora, como en el caso de We Tell Stories, su hibridación con el audiovisual y con los formatos digitales y, en ese proceso, las licencias acabarán por flexibilizarse. El periodismo también ha experimentado una fuerte evolución en la gestión de derechos con el nacimiento de los medios nativos digitales.
El editor tradicional, si le sometiera a una radiografía, se mostraría como el poseedor de una cartera de derechos que explotar con exclusividad durante el tiempo que el contrato con el autor estipule. Hoy esa univocidad o esa exclusividad ha cambiado y el editor tiene que compartir la titularidad de los derechos con sus legítimos poseedores que, avisados de las posibilidades que las nuevas licencias le ofrecen, conocedor de las propiedades de las nuevas herramientas de edición online y consciente, por último, de los beneficios indirectos que pueden obtenerse haciendo circular libremente lo que se crea, ha reclamado la legítima posesión de sus derechos y su disponibilidad. El editor nuevo tiene que aprender a compartir lo que antes era un monopolio.
En mi opinión desaparecerán aquellos actores que no sepan explotar los nuevos modelos, como por ejemplo:
Pero, al tiempo surgen nuevas oportunidades que dan lugar al nacimiento de nuevos actores (o de los viejos que sepan reconvertirse) como:
Muchas de estas funciones podrán ser desarrolladas por un mismo actor y, al tiempo, no es evidente que sean los viejos los que se reconviertan exitosamente al nuevo papel (por ejemplo, las discográficas están acabando por ser sustituidas por Apple; Google Books o Amazon pueden terminar con el papel de las editoriales… o de las bibliotecas).
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