Fibroso, respingón, perfecto para soltar una cariñosa palmadita o un pícaro pellizco. Al culo del presidente no le falta ni le sobra un gramo. Un macizo monumento como corresponde a un apetecible madurito. A Obama, al que en algunos blogs han acusado de estar demasiado delgado, incluso de incitar con su esbelto tipo a la anorexia, los pantalones le sientan de maravilla. Siempre erguido, con su 1,85 metros de alto, posee un estilo innato al margen de sus medidas. También Zapatero es un presidente espigado pero jamás repararías en su trasero ni le contratarías como modelo de Massimo Dutti.