¿Es el enemigo?

La embajada de Israel asegura que el ejército de su país "nunca actúa sin telefonear casa por casa a los civiles palestinos para que evacuen las viviendas". Es decir, que los militares israelíes salen del tanque (dentro no tienen cobertura), cogen el móvil de la empresa, la guía telefónica de Gaza y hacen unas llamadas a las casas de los civiles palestinos que han decidido destruir. Es un detalle, qué duda cabe. Una muestra de sensibilidad que justifica por sí misma la posterior actuación violenta: si nadie coge el teléfono, es decir, si no hay nadie en casa, se puede bombardear con absoluta tranquilidad. Resulta cuando menos curioso que en este mundo bélico de alta tecnología, en que un misil puede acertar en la cabeza de un alfiler situado a cientos de kilómetros de distancia, el sistema utilizado por los judíos para evitar masacrar palestinos sea un simple telefonazo. ¿Llamarán a cobro revertido? ¿O quizá con una 'perdida'? Quién sabe. De lo único que puedo estar seguro es que un servidor, sin ir más lejos, habría palmado en innumerables ocasiones. Tantas como suena el teléfono mientras estoy en la ducha. La realidad supera la ficción, como muy bien adelantó Gila en sus inolvidables chistes bélicos…

Todo este esperpento tendría mucha gracia si no se tratase de una grandiosa tragedia contemporánea. Concretamente, un genocidio. Llamamos genocidio al exterminio de un grupo social por motivos de religión, nacionalidad o raza. Genocidio es bombardear, después de una llamada telefónica no contestada, una casa donde vive una familia y acabar con la vida de once niños. Y cómplices de genocidio son aquellos líderes políticos de otros países que, incapaces de detener la masacre, se limitan a mirar. O a comentar. Zapatero ha criticado el «desproporcionado» ataque: "desde la amistad con el Gobierno de Israel tengo que decir a sus responsables que éste no será el camino que lleve a la paz y a la seguridad de su pueblo". Al mismo tiempo Sarkozy, el socio de Zapatero para la nueva Europa, acusa a Hamás de acciones "irresponsables e imperdonables". Y poco más.

Es una pena que sea tan complicado detener una masacre. ¡Con lo fácil que es desmantelar una red de peligrosos narcotraficantes! La noticia ocupó ayer lugar de lujo en los informativos: la Policía Nacional detuvo a una asociación con sede en Las Rozas que vendía yajé, una planta también conocida como ayahuasca. Se trata de un psicotrópico recogido en la Lista I del Convenio sobre Sustancias Estupefacientes suscrito por España. En el telediario de La 1 aseguran que sus efectos pueden ser terribles: alucinaciones, vómitos, dilatación de pupilas, sudoración, palpitaciones...

Los mismos síntomas, vaya por Dios, que tienes después de trajinarte una botella de anís del Mono o incluso de Chivas. ¿Dónde está la diferencia? Muy fácil: el Gobierno no pilla ni un duro del yerbajo alucinógeno, mientras se queda con un gran porcentaje de lo que pagas por cada whisky. En España la recaudación por impuestos especiales en el concepto de alcohol supone un 7% de todos los ingresos obtenidos por impuestos especiales de fabricación.