A Volpini y Etxea no les ha gustado la nueva de Woody Allen. El primero cree que Allen no se ha trabajado el guión, el segundo que el neoyorkino ha rodado un sainete de España. Coinciden en que Bardem está muy bien. Y Penélope, pues fuera de la acción. Y eso que, dice Etxea, la Cruz sabe hacerlo cuando la entienden
Woody Allen es de esos directores que cuenta con fieles de toda la vida. Nos gusten más o menos sus películas, siempre vamos a verlas y disfrutamos con ellas. Los que además de fieles seguimos la información del séptimo arte, desde hace un par de años seguíamos la pista de 'Vicky, Cristina, Barcelona', con sus múltiples avatares. El último estreno de uno de nuestros favoritos ha cambiado varias veces el título, pero estábamos ansiosos por verla. Además ese amor era mutuo. Desde que el inefable cineasta recibió el Premio Príncipe de Asturias, con estatua en Oviedo y todo, decía adorar a nuestro país. Pero, claro, el amor alguna vez se quiebra. Y así ha sido.
Había antecedentes que avalaban la capacidad de Woody Allen para mirar con su genio neurótico otros mundos más allá de Manhattan. En anteriores incursiones en el cine europeo, especialmente 'Match Point' estuvo a la altura de lo esperado. En cambio, lo de Barcelona ha sido un descalabro. En 'Vicky, Cristina…' nos da una visión tópica de Cataluña y, por extensión y confusión de cariz turístico, de toda España. Un detalle: la música de fondo se toca casi siempre con guitarra española. Da igual que sea en la Ciudad Condal o en la capital del Principado. Penélope Cruz es Carmen la de Ronda pero no como la que entusiasmaba al "Guebels ese" de 'La niña de tus ojos', sino en su forma racial, con pasión suicida y diálogos de artista incomprendida tipo 'nuevo filósofo'. Mira que lo siento porque la Cruz sabe hacerlo cuando la entienden. Al menos las chicas americanas, Scarlett Johanson y Rebecca Hall, están a la altura de lo que se esperaba de ellas. Dos jóvenes curiosas y bellas en el inicio de su vida académica profesional, que vienen al Viejo Continente de veraneo. Hasta ahí muy bien. En cambio, los nativos que encuentran a su paso y en cuyas redes caen resultan ser de una España entre cañí y sofisticada, incluido Javier Bardem, interpretando bien ese papel mal construido de pintor de éxito, seductor compulsivo y de afectos tormentosos.
Cuando acabó este rodaje en Barcelona, declaró Woody Allen que nunca volvería a realizar una película en nuestro país. Visto el resultado, me temo que se tomó muy mal el que sus colaboradores quisieron evitar que fuera tan tópico. Mira por donde en Estados Unidos parece que ha sido todo un éxito. Allí les debe gustar esa visión 'sainete de España'. Esperemos que la turbulencia y el desengaño sean pasajeros y que, aunque no vuelva a trabajar por estos lares, en la próxima, con su costumbre de entregar película por año en Cannes, en Venecia, o donde le plazca, podamos seguir disfrutando de su cine. Al menos por esta vez ha vuelto a superar su fobia a salir de casa y ha venido a presentar 'Vicky, Cristina, Barcelona' al Festival de San Sebastián.
Por qué no ha hecho esta película Almodóvar sería la pregunta. Tiene los ingredientes de su cine. Incluye el tiroteo final con ataque de nervios delegado. El propio humor –no hay mucho- podría resultar más almodovariano que de Allen. Falta desmelenamiento, que está sólo en el personaje de Penélope Cruz y no en la acción. A diferencia de Almodóvar, a quien estas historias le funcionan, Woody Allen el guión no se lo ha trabajado.
Barcelona. Aeropuerto. Vicky y Cristina saben que la cámara las mira. Lapsus gestus. Cabalgando sobre guitarras flamencas, la trama las acerca a Juan Antonio, pintor 'salvaje' que le llama a Cristina la atención, aunque se tarda en mostrarlo: aquí, un acierto. Luego todo es pintar y hacer el amor, como en la película de Arnaud Larrieu a la que no se parece en absoluto. Con la presencia astral de María Elena, encarnada de pronto en Penélope Cruz. Hizo mucho de reír en el pase de prensa. Impagable ese: "¿por qué etiquetar todo? Yo soy yo".
Bardem, en mi opinión, muy bien Bardem. Scarlett Johanson como siempre, aunque parece que se lo cree menos. Rebecca Hall, como Johanson, cuando se lo creía.
Tediosa por momentos, retórica, en 'Vicky Cristina Barcelona' incluso la cita (aquí, el Imperativo Categórico), por lo común tan natural en Woody Allen, chirría.
Las escenas con el padre de Juan Antonio inducen a pensar que no habría que dirigir actores en una lengua (una intención, un tempo) que se domina malamente.
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