El príncipe Enrique: de juerguista impenitente a héroe de la nación

Londres.-  De la noche a la mañana, la imagen del príncipe Enrique de Inglaterra se ha transformado de la de un juerguista impenitente en héroe de una nación orgullosa de sus soldados.

Las imágenes, publicadas ayer en la prensa que muestran al tercero en la línea de sucesión de la monarquía "combatiendo" a los talibanes en lo que fue una vez colonia británica, habrán hecho latir con fuerza el corazoncito de los nostálgicos del imperio.

¿Quién no recuerda las gamberradas del joven Harry, sus visitas a los antros nocturnos londinenses con sus amigos de ambos sexos y sobre todo el mal gusto o la insensibilidad que demostró al aparecer en una fiesta de disfraces vestido con un uniforme nazi?.

Muchos justificaron en su día ese comportamiento similar con las gamberradas de otros muchachos mal criados de su edad aunque otros, sin embargo, le comparaban con su abuelo, el príncipe de Edimburgo, que luchó en Creta y Sicilia en la Segunda Guerra Mundial.

Desde que un portal de internet estadounidense rompió el embargo nacional que había dictado el mando militar británico sobre sus medios para que no revelasen la presencia en el frente afgano del joven teniente "Harry Wales", como se le conoce en el Ejército, el nieto de Isabel II se ha convertido en un héroe para los medios.

Basta leer hoy los titulares de los tabloides: "Uno de nuestros muchachos", escribe "The Sun", que ha contabilizado incluso la cifra de talibanes- treinta en total- a los que ha dado muerte el príncipe valiente.

Si uno sigue leyendo, sin embargo, se entera de que Enrique no los mató a sangre fría, utilizando el arma con la que se le ve patrullando el desierto afgano, sino dando instrucciones a unos cazabombarderos aliados para que arrojasen sus bombas sobre ese grupo de "fanáticos".

No importa, pues, según afirma hoy también el historiador Dominic Sandbrook en un comentario para el vespertino "Evening Standard", cualesquiera dudas que uno pueda tener sobre la campaña de Afganistán, que cada vez parece más difícil de controlar, Enrique, al igual que sus camaradas merece el respeto de los británicos.

Sandbrook recuerda que después de todo, los antepasados del joven príncipe fueron todos "una familia marcial, incluso sangrienta ya que indirectamente los Windsor han ocupado el trono británico sólo gracias al derecho de conquista".

Si Guillermo el Conquistador no hubiese combatido en Hastings o Enrique Tudor en Bosworth, la historia británica habría sido muy distinta, explica el historiador, quien recuerda que hasta en 1743, en la era de los cafés y el comercio global, el rey Jorge II dirigió personalmente a su Ejército contra los franceses en la batalla de Dettingen.