Ciudad del Vaticano.- La interpretación del Concilio Vaticano II en continuidad con la tradición católica, centró el primer encuentro entre la Santa Sede y la cismática Fraternidad San Pío X para facilitar el regreso de los lefebvrianos a la Iglesia de Roma, que comenzó hoy en el Vaticano.
El encuentro, informó la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, que se encarga de las relaciones con los lefebvrianos, se desarrolló en un clima "cordial, respetuoso y constructivo" y, en el mismo, se pusieron sobre la mesa "los temas más importantes de carácter doctrinal que serán analizados durante los coloquios".
Las negociaciones proseguirán en los próximos meses y se celebrarán, según el Vaticano, cada quince días. Según fuentes vaticanas pueden durar más de un año.
"En particular, se examinarán los temas referentes al concepto de Tradición, al Misal de Pablo VI, a la interpretación del Concilio Vaticano II en continuidad con la Tradición doctrinal católica, la unidad de la Iglesia, los principios católicos del ecumenismo, las relaciones con las religiones no cristianas y la libertad religiosa", precisó el Vaticano.
Este primer coloquio se celebró en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el ex Santo Oficio) y duró tres horas, según señaló el portavoz vaticano, Federico Lombardi.
Lombardi subrayó que los tres adjetivos sobre el ambiente del coloquio "dan confianza" y el que se reúnan cada quince días demuestra la voluntad de "ir rápidos".
La delegación vaticana la encabezó el secretario de las Congregación para la Doctrina de la Fe, el español Luis Ladaria Ferrer, y el secretario de la Comisión "Ecclesia Dei", Guido Pozzo.
La lefebvriana la guió el español Alfonso de Galarreta, uno de los cuatro obispos excomulgados por el Papa Juan Pablo II (1920-2005), antecesor del actual Pontífice Benedicto XVI, quien levantó el castigo a principios de este año.
Los tradicionalistas desataron un cisma en la Iglesia Católica en 1988, cuando el arzobispo francés Marcel Lefebvre (1905-1991) ordenó, contra la voluntad de Juan Pablo II, a cuatro obispos.
La negativa a reconocer el Concilio Vaticano II y la defensa a ultranza del rito preconciliar, fueron las razones que llevaron al cisma a Lefebvre, que calificó de "destructivas" las reformas surgidas de ese concilio.
En 1976, fue suspendido "a divinis" por sus ordenaciones sacerdotales irregulares pero, a pesar de las amonestaciones de Pablo VI (1897-1978) y Juan Pablo II, siguió ordenando.
La gota que colmó el vaso se produjo el 30 de junio de 1988, cuando ordenó a los cuatro prelados sin el permiso de Juan Pablo II.
El cisma abierto "por la derecha" causó tristeza a Juan Pablo II así como a Benedicto XVI, por lo que en estos veinte años el Vaticano dio numerosos pasos para que los "lefebvrianos" volvieran al redil.
Entre ellos, en 2007, la recuperación de la misa en latín, en desuso desde que entró en vigor el Misal salido del Vaticano II (el llamado de Pablo VI, que cuestionan los lefebvrianos) y, el pasado enero, Benedicto XVI levantó las cuatro excomuniones, que eran condiciones previas exigidas por los lefebvrianos.
El levantamiento de las excomuniones se vio enturbiado por las declaraciones de uno de los prelados agraciados, Richard Williamson, que negó el holocausto judío, poniendo en pie de guerra a la comunidad judía internacional y obligando al Papa a exigirle que se retractara públicamente.
El Papa Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) fue duramente criticado, tanto dentro como fuera de la Iglesia, por levantar las excomuniones, el cual lo justificó señalando que así quitaba "un impedimento" a la apertura del diálogo.
No obstante, precisó que las cuestiones doctrinales "todavía permanecen y, hasta que no sean clarificadas, la Fraternidad no tendrá un estatus canónico en la Iglesia y sus ministros no podrán ejercer de manera legítima Ministerio alguno".
Benedicto XVI aseguró que la Fraternidad San Pío X tiene que aceptar el Concilio Vaticano II.
"No se puede congelar la autoridad magistral de la Iglesia al año 1962 (previo al Vaticano II)", manifestó.
La buena voluntad hacia los lefebvrianos recibió también este año otro "jarro de agua fría", al ordenar nuevos sacerdotes, ordenaciones consideradas por la Santa Sede como "ilegítimas".
Los lefebvrianos cuentan con cuatro obispos y cerca de medio millar de sacerdotes y más de 200.000 fieles.
Según fuentes vaticanas aspiran a obtener un estatus dentro de la Santa Sede de prelatura personal, como la que goza el Opus Dei.
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