Aunque el 'grunge' se dio a conocer oficialmente en el 91, con la publicación del 'Nevermind' de Nirvana, lo cierto es que unos cuantos años antes ya había grupos como Green River o Tad llamando la atención de muchos jóvenes norteamericanos. Uno de esos jóvenes era el fotógrafo Michael Lavine, quien acababa de matricularse en la Universidad de Olympia (Washington) y que gracias a sus compañeros de piso empezó a escuchar a grupos como Black Flag o Butthole Surfers.
A partir de ese momento, Lavine comenzó a frecuentar los ambientes punks de Seattle y a fotografiar a quienes se dejaban caer por allí con su Leica M2. La primera parte del libro Grunge recoge precisamente esas instantáneas, a medio camino entre el posado y el robado callejero y que a menudo recuerdan, inevitablemente, a las mismas fotografías que documentan el Londres de los 70: crestas, collares de huesos, pulseras de pinchos y una aparente despreocupación.
En 1986, Bruce Pavitt, fundador de Sub Pop, llamó a Lavine para encargarle la portada del 'Right Now!' de Pussy Galore. A partir de ese momento se estableció entre los dos una fructífera colaboración y que, de paso, permitió que para el objetivo de Lavine posaran The Breeders, Kim Gordon, Mudhoney, Screaming Trees, Pearl Jam y, por supuesto, Nirvana.
Sus retratos, en blanco y negro, lejos de optar por la obviedad y explotar la estética sucia y desaliñada del grunge, se centran en los personajes. Con frecuencia posan mirando directamente a la cámara, sin histrionismos y con una gran complicidad hacia el fotógrafo. Destacan sin duda las fotografías de unos Nirvana que aún no habian sido devorados por la vorágine del éxito o los retratos de unos jovencísimos Kurt y Courtney, en los que se les ve totalmente felices y relajados.
Son, sin lugar a dudas, las fotos de un momento muy especial, ése en que fans y grupos aún permanecían al margen de las modas y se limitaban a divertirse. «En esa época», dice Lavine, "no había estilistas ni directores de arte diciéndonos qué hacer. Sólo se trataba de pasarlo bien y de buscar un momento bueno para hacer fotos. Cuando Nirvana publicaron Nevermind nuestro pequeño mundo estalló en mil pedazos y fue imposible no quedar cegado por la luz que irradiaba el magnietismo de Kurt Cobain. Cuando los medios de comunicación etiquetaron nuestro universo como grunge, un grito de horror salió de cada uno de los que fue incluido en aquello. Pero ahora, volviendo la vista atrás, me parece inrcreíble como pasé de ser un don nadie con una cámara de fotos a tener el honor de documentar y ser testigo de un momento tan importante en la historia del rock".
Y Grunge, editado este mes por Abrams Image, recoge precisamente ese instante: el breve pero intenso momento en que, como en la adolescencia, todo y nada es posible.
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