Tegucigalpa.- Menos de dos semanas después de que el presidente depuesto, Manuel Zelaya, regresara a Tegucigalpa, Honduras se habitúa a una llegada que tomó desprevenidas a las autoridades de facto del país y ha cambiado la disposición de las piezas en el tablero de la crisis política.
Al menos tres muertos y decenas de heridos; un ultimátum a Brasil; la prohibición del regreso de los embajadores de España, Argentina, México y Venezuela; dos medios de comunicación cerrados; un instituto público desalojado por la fuerza, y un estado de sitio que aún dura son algunos de los sumandos en el balance del regreso.
El pasado día 21 y por medios aún no desvelados completamente, Zelaya apareció por sorpresa en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa para regocijo de sus seguidores y estupefacción de sus detractores.
En ese momento, la crisis política desatada el 28 de junio por el derrocamiento de Manuel Zelaya se trababa con el agotamiento del diálogo de San José y la falta en el horizonte de una ruta por donde poder transitar hacia una solución satisfactoria para todas las partes.
Con la llegada del gobernante depuesto, la Embajada de Brasil se convirtió en escenario inicial de peregrinación para los seguidores de Zelaya, y, un día después, en plaza sitiada, después de que un violento operativo policial desalojara el lugar y dejara levantado un dispositivo que impide completamente el acceso al área.
El arribo de Zelaya en coincidencia con el inicio de la Asamblea General de las Naciones Unidas generó impacto inmediato en la escena internacional, y la situación mereció incluso la atención del Consejo de Seguridad que condenó los "actos de intimidación" contra la sede diplomática.
Las autoridades de facto "han sido cuestionadas fuertemente por violaciones de derechos humanos", dijo a Efe Rasel Tomé, uno de los principales asesores del presidente depuesto.
Tomé señaló que los ha visitado "una delegación de Brasil, una de la OEA, y todo esto ha sido generado por la llegada del presidente Zelaya".
"Si no se hubiera producido el regreso, esto no hubiera ocurrido, y esto nos indica que estamos en el camino correcto", agregó, al destacar el efecto revulsivo que tuvo para sus seguidores la llegada de Zelaya.
A los pocos días del regreso, el Gobierno de facto de Roberto Micheletti dio un ultimátum a Brasil para que resolviera y determinara el estatus de Zelaya en su embajada, y dejó sin privilegios a los diplomáticos de España, Venezuela, Argentina y México, a los que incluso exigió retirar las banderas nacionales.
Además, declaró el estado de sitio para cerrar radio Globo y el Canal 36, ambos afines a Zelaya, y desalojar por la fuerza a 55 campesinos del Instituto Nacional Agrario (INA).
Sin embargo, para el analista Raúl Pineda, próximo al Gobierno de Micheletti, la llegada de Zelaya ha hecho desaparecer la "visión apocalíptica" del regreso del presidente depuesto como factor para generar un "escenario de guerra civil".
"La posición que algunos consideran de firmeza y otros de intransigencia le está dando resultados al señor Micheletti", dijo, al señalar que el escenario "indudablemente se ha movido" y ha sacado a la comunidad internacional del posible acuerdo para dejar como única vía de solución el "arreglo político doméstico".
Tras la llegada de Zelaya se multiplican reuniones y acercamientos que no existían antes del 21 de septiembre.
El obispo auxiliar de Tegucigalpa, Juan José Pineda, afirmó esta semana haber recibido "hasta este momento nueve propuestas (de solución) escritas y muchas verbales" y el candidato del gobernante Partido Liberal, Elvin Santos, indicó hoy que se están desarrollando "siete diálogos" para buscar una salida negociada a la crisis.
Santos consideró que el regreso de Zelaya "ha sido un punto que ha dividido a los hondureños y tiene que valorarse la solución", pero subrayó que ésta "no puede ser algo que continúe dividiendo a los hondureños".
Incluso, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se ha entrevistado con Micheletti, un encuentro imposible hace no tanto tiempo y que, según el presidente de facto, se desarrolló en la base militar de Palmerola.
"Fue una agradable plática", dijo Micheletti.
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