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El burka, un retrato paradójico

  • El caso de Fátima ha inquietado a una sociedad ávida de imágenes
Por TXEMA RODRÍGUEZ (SOITU.ES)
Actualizado 30-09-2009 11:05 CET

El rostro es la representación de la identidad y la puerta por la que acceder al interior de las personas. La cara y la fotografía van tan unidas que una faz cubierta, oculta, resulta tan relevante como una expresión agresiva u otra llena de belleza mostradas sin máscaras. Durante los últimos días hemos seguido en los medios de comunicación (en algunos más que otros) las peripecias de una mujer que se negaba a mostrar su cara al juez y ni un solo milímetro de su piel a los ojos de cualquier extraño. Fátima Hssini, que es su nombre, lleva un burka completo que niega su presencia a cualquiera, incluso a un juez que quiera interrogarla para esclarecer un delito. La ocultación del rostro, en este caso, afecta a muchos frentes, el político, el legal y el religioso. Entre otros.

En nuestro caso, vamos a ceñirnos a las imágenes. Resulta llamativo el hecho de que se hayan tomado muchas imágenes de Fátima: mejor dicho, se ha retratado la tupida tela que cubre su cuerpo entrando y saliendo de los juzgados, también de espaldas mientras, obligada por la ley, mostraba su cara al juez. Estamos acostumbrados a los delincuentes (presuntos o confesos) que esconden sus rasgos para no dejar constancia pública de tan lastimosos trances, una escala de ocultación que es proporcional a la repercusión pública y al tipo de delito.

La perfección de la máscara es mayor si hay sangre y sexo de por medio y menos premeditada en los robos, por ejemplo; aunque depende de muchos factores. El caso de Fátima es inverso, puesto que siempre anda a cubierto de las miradas y nunca sabremos qué aspecto tiene, algo inquietante para la sociedad occidental que en cualquier caso necesita alimentar con fotografías a sus espectadores. Las imágenes documentan, de modo especial, el hecho de que la mujer no quiere enseñar nada. Y esa es la noticia y la dificultad, ¿cómo mostrar a quien ha adquirido relevancia precisamente porque no quiere ser visto?

El asunto del burka es espinoso y enciende pasiones. En ese terreno se mueve la insistencia en fotografiar a Fátima. La mujer envuelta en tan ofensiva prenda (para aquellos que consideran que es una muestra de opresión y desprecio hacia las mujeres) o de acuerdo a sus creencias (para quienes estiman que cada uno es libre de vestirse como le venga en gana) sirve para echar leña al fuego. El burka sitúa al personaje en la órbita de los musulmanes y presuntos integristas, retrógrados y terroristas. El juez cumple con la legalidad y expulsa a la mujer hasta que finalmente accede a mostrar una parte del rostro, pero ya se ha alzado la polvareda y las imágenes también juegan su papel.

Una vez más nos hallamos en el terreno de los límites, cada vez más cortantes, de lo que se puede ver y lo que no. Por consiguiente, también de aquellos que puede o no ser fotografiado. La ausencia de imágenes es, por una parte, una ceguera de la que hemos de ser conscientes y, por otra, el fruto de una sociedad saturada. Resulta paradójico este caso. Es probable que desprovisto de burka el rostro de Fátima no hubiera interesado a nadie.


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