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La cumbre de Pittsburgh hace del FMI una especie de brazo operativo del G-20

EFE
Actualizado 26-09-2009 16:31 CET

Pittsburgh (EE.UU.).-  La cumbre de Pittsburgh será recordada como el momento de consolidación del G-20 en la escena mundial y de transformación del FMI en una especie de brazo operativo, que lleve a cabo el trabajo duro de aplicar las decisiones.

En menos de un año, el Grupo de los Veinte (G-20) ha pasado de ser un órgano ministerial casi desconocido a cuyas reuniones a menudo ni siquiera iban los ministros a desplazar al G-8 como el comité directivo de la economía del mundo.

En la cola de su trayectoria meteórica ha arrastrado también al Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya legitimidad y papel en el mundo estaban en duda antes de la crisis.

"Una de las fallas del G-8 fue que no había una institución para hacer el trabajo de seguimiento", dijo a la prensa el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, tras la cumbre de Pittsburgh.

"El G-20 ha pedido al FMI que implemente el marco de crecimiento sostenido" acordado en la cumbre, explicó el jefe del organismo. "Se ha ampliado el mandato del Fondo", añadió.

A insistencia de Estados Unidos, el grupo se comprometió a tomar medidas para reducir los desequilibrios mundiales que contribuyeron a la crisis.

Estableció un sistema de "vigilancia mutua" para garantizar que los países efectivamente toman medidas que lleven a ese fin, en el cual el FMI actuará como una especie de árbitro.

El grupo encargó al organismo realizar análisis periódicos sobre "si las políticas aplicadas por cada país del G-20 llevan de forma colectiva a una trayectoria más sostenible y equilibrada para la economía mundial".

Estados Unidos mantiene que su consumo privado no puede ser el motor que tire del mundo como en el pasado, porque las cuentas de los hogares están muy maltrechas con la caída del mercado inmobiliario y la subida de desempleo, y porque un sistema así no es saludable para la economía del planeta.

Pero para ello, países como China, Japón y Alemania, que dependen de la exportación, deberán promover más la demanda interna. A Europa también se le piden reformas estructurales que haga más flexible su economía y aumenten su potencial de crecimiento.

La declaración no nombra países, pero habla de la importancia del ahorro privado en algunos de ellos y del ahorro público, cuando se afiance la economía.

Es una referencia a Estados Unidos, donde la tasa de ahorro privado fue nula durante el boom del crédito y en este momento se encuentra en el 4 por ciento, y que tendrá que ser complementada por una reducción del déficit fiscal, que supera el 11 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

El problema de todo el planteamiento es cómo asegurar que los países efectivamente toman las decisiones de política no sólo pensando en intereses nacionales, sino también en la estabilidad económica mundial, puesto que el G-20 no estableció ningún tipo de sanciones.

En este sentido, el papel del FMI será clave, como la institución que hará un análisis independiente que se pueda echar en cara a las naciones "infractoras".

Hace unos años, la institución ya llevó a cabo unas conversaciones sobre los desequilibrios mundiales con las principales economías, pero sin resultados tangibles.

El G-20 espera que la crisis haya metido el miedo en el cuerpo de todos y que esta vez sea diferente.

El grupo constató en la cumbre que el FMI ya ha recibido promesas específicas de gobiernos para darle 500.000 millones de dólares, un objetivo marcado en la cumbre de abril pasado en Londres.

Pero la crisis también ha aumentado la presión para que el organismo sea más representativo de la economía mundial.

Los países en desarrollo se quejan de que durante décadas un FMI dominado por las naciones ricas les dijo lo que tenían que hacer, sin mirar la fragilidad de su propio sistema financiero.

"Brasil esta vez tiene que enseñar a otros", dijo tras la cumbre su presidente, Luiz Inácio da Silva. "La crisis ha abierto la posibilidad de hacer cambios en el mundo", señaló.

El G-20 respaldó una transferencia de "por lo menos" un 5 por ciento del voto en el FMI de las naciones ricas a los países en desarrollo "dinámicos", como China, India, Rusia, México y el propio Brasil.

Es una medida que apoya Strauss-Kahn, quien quiere callar a los críticos del Fondo con una muestra de que es la institución financiera más representativa y, por ende, un actor fundamental en el futuro económico del planeta.

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