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El G-20 tiene la difícil tarea de implantar un nuevo orden mundial sin detalles ni presión

EFE
Actualizado 26-09-2009 16:28 CET

Pittsburgh (EEUU).-  Pittsburgh (EEUU), 26 sep (EFE) - Los líderes del G20 tienen desde hoy ante sí el enorme reto de comenzar a implantar el nuevo orden mundial que acordaron en la cumbre de Pittsburgh, pero con la dificultad de no contar con detalles precisos ni capacidad de presión de unos sobre los otros.

El G20 es un grupo amplio que reúne a los países más industrializados del planeta y varios emergentes, como China, Brasil o la India, con intereses dispares, y que toma las decisiones por consenso, no por mayoría.

Para muchos analistas, Pittsburgh ha sido un logro claro porque se ha aprobado un programa de medidas amplias, que abarcan desde las remuneraciones de la banca hasta los subsidios para los combustibles fósiles o el sistema de voto en el Fondo Monetario Internacional.

Hay medidas imaginativas, como el estudio de una tasa sobre las transacciones financieras, similar a la "tasa Tobin", que en 1971 propuso el Nobel de Economía James Tobin para gravar el flujo de capitales en el mundo, pero en este caso destinada a financiar el rescate público de los bancos.

Esta es una de las medidas que mejor acogida ha tenido por las Organizaciones No Gubernamentales, como Oxfam, que confía en que los recursos obtenidos servirán además para ayudar a los mas pobres y los que más han sufrido el impacto de la crisis, según dijo a EFE uno de sus representantes, Max Lawson.

Pero uno de los grandes logros de la cumbre de Pittsburgh es el avance hacia esta nueva arquitectura de diplomacia suave calificada como "nuevo orden mundial", donde los grandes cuentan tanto como los pequeños, donde ya no se busca formar bloques de presión sino alianzas globales, y donde existe un respeto hacia los distintos sistemas políticos y de mercado.

Según dijo ayer la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, esta cumbre revela que el "nuevo orden mundial" no es un proyecto, sino que ya se está conformando, a tenor de la influencia creciente de los países emergentes.

"Después de la II Guerra Mundial los países en vías de desarrollo eran considerados simplemente como proveedores de materia primas o productos con escaso valor agregado. Pero esto comenzó a cambiar con la aparición de nuevos actores que no solo agregan un alto valor añadido a sus productos, sino también una mano de obra masiva", dijo.

Pero para los más críticos, los acuerdos del G20 parten con grandes debilidades. El principal problema es que las medidas aprobadas en la cumbre son propuestas a realizar en un plazo determinado, sin muchos detalles de cómo llevarlas a cabo.

Uno de los más significativos es el compromiso para que los países ricos cedan el 5 por ciento de su capacidad de voto a los países emergentes que están infrarrepresentados en el FMI, una propuesta ambiciosa que abrirá un duro proceso de negociación en los próximos meses.

Otro punto importante son los límites a las remuneraciones bancarias, aunque deberá ser cada país el que imponga las medidas a su juicio, y de manera no inminente.

En materia energética, los países se comprometen a eliminar los subsidios a los combustibles, pero no se marcan ninguna fecha límite.

Otro talón de Aquiles dentro del G20 es que no existe dentro del grupo un órgano capaz de imponer presión para las reformas ni tirar de las orejas a los países que no cumplan.

Según lo acordado en la cumbre, los miembros se reunirán periódicamente para revisar los avances de sus compañeros y ver si son necesarios hacer determinados ajustes, en tanto que los técnicos del FMI ayudarán con los análisis económicos pertinentes.

El grupo tratará de promover sus reformas respaldado por su autoridad moral, no por la capacidad de imponer sanciones a los que incumplan con el programa, lo que le resta fuerza.

Según dijo al Wall Street Journal el profesor de la Universidad de Maryland, Peter Morici, "sin capacidad de sanciones, este acuerdo no significa nada. Los países se limitarán a discutir los cambios y a hacer declaraciones".

Sobre la mesa están los ejemplos de otras entidades, como la Organización Internacional del Trabajo, que también se mueve por consenso y que, según algunos críticos, peca de poco efectiva.

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