En Gran Bretaña hacer fotos en una zona en la que haya niños cada vez está peor visto o incluso prohibido. Ante esta situación el colectivo Manifesto Club se revelaba recientemente contra lo que denominan "hiperregularización de la vida cotidiana", lanzando campañas que denuncian desde el actual control del espacio público, los atropellos a la libre expresión, las restricciones a artistas y académicos extranjeros para mostrar y desarrollar su trabajo dentro del país o el llamado "veto adulto" en pro de la protección del menor. La prensa se hacía eco de estas denuncias.
Josie Appleton se lamentaba, no sin ironía, desde las páginas de The Guardian, de que estas restricciones para fotografiar a menores tienen un impacto social devastador, ya que condena a una generación de niños a crecer sin imágenes de su infancia.
El ayuntamiento de Edimburgo prohibió en 2002 la realización de fotografías en obras teatrales navideñas así como en conciertos donde los niños también sean los protagonistas. De la misma manera, la importante asociación juvenil National Association of Clubs for Young People instó a sustituir por ilustraciones las imágenes donde aparecían menores en el curso de alguna competición o bien en la entrega de trofeos.
Manifesto Club se ha posicionado también del lado de Simon Burgess, un profesor de fotografía del ‘East Surrey College’, que se enfrenta a un expediente disciplinario por introducir a sus alumnos en la obra del fotografo Del LaGrace Volcano. La dirección del centro considera que la obra de Volcano es "pornográfica, grotesca e inútil y no pertinente ni adecuada para los estudiantes de fotografía".
Son ejemplos de las desaforadas medidas que se han tomado paulatinamente en torno a la protección del menor en el Reino Unido. A partir de aquí todo han sido obstáculos y trabas para que los fotógrafos —tanto los que sólo tratan de obtener un recuerdo familiar como los profesionales que se ganan la vida con ello— puedan desarrollar su trabajo con normalidad. Incluso los turistas vieron como sus fotografías eran borradas por la policía en virtud de una arbitraria aplicación de las leyes para la prevención del terrorismo.
La cuestión de la protección del menor en nuestro país ha vuelto a saltar a la primera línea de actualidad de la mano del 'affaire Esteban', a consecuencia de las denuncias interpuestas ante el defensor del menor por particulares, con motivo de la frecuente exhibición verbal que hace la ex del matador de toros sobre la vida privada de la hija de ambos.
Por lo que respecta a la legislación vigente sobre la protección del menor, y en particular en lo referente a tomar fotografías de menores, ésta es tajante. El artículo 4.3 de la Ley Orgánica 1/1996 de Protección Jurídica del Menor dice que "se considera intromisión ilegítima en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen del menor, cualquier utilización de su imagen o su nombre en los medios de comunicación que pueda implicar menoscabo de su honra o reputación, o que sea contraria a sus intereses incluso si consta el consentimiento del menor o de sus representantes legales".
¿Quiere decir esto que no podemos sacar imágenes de menores bajo ningún concepto, cuando vemos que la publicidad hace uso de la imagen del menor a diario? ¿No es lícito poner fotos de nuestros retoños, sobrinos o nietos en internet? Para resolver estas dudas hemos consultado con el Bufete Almeida. Según nos cuentan, la cuestión principal es que se debe contar con el consentimiento expreso de la familia del menor. La ley es clara a este respecto. En cualquier caso la fiscalía podría actuar de oficio en el caso de que los derechos del menor fueran quebrantados, incluso si no se hubiera interpuesto denuncia alguna. Tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales el permiso paterno se hace indispensable.
El asunto se torna un tanto peliagudo cuando lo que está en juego es la integridad de los menores, ahora que los pedófilos tiene en la red una vía de distribución eficaz. Sin embargo, fotografiar a un menor no tiene que ser necesariamente un delito si se hace con sentido común y, sobre todo, sin atentar contra los derechos del menor.
De todas maneras en la actualidad no parece que puedan realizarse ciertas fotos, como aquellas que hiciera Lewis Carrol. ‘Alicia en el País de las Maravillas’ surgió de la fascinación que sentía el autor por el mundo infantil de sus pequeñas amigas, las hijas del matrimonio Liddell, y en especial por la pequeña Alice, a la que retrató con la total aprobación de su familia, disfrazada de mendiga.
Imágenes de una sensualidad inocente que hoy día no podemos dejar de contemplar con asombro sobre todo si tenemos en cuenta que el ‘reverendo Dodgson’ —nombre real de Carroll— era un estricto observador de la moral victoriana. El pobre Carroll destruyó en los últimos años de su vida gran cantidad de fotografías, algunas de ellas desnudos, ante el temor de ser acusado de pedofilia.
Otra manifestación temprana del empleo de menores como modelos fotográficos, es el trabajo de Wilhelm von Gloeden. Fotografías donde se recreaba el pasado greco-latino usando para ello a muchachos pobres de Taormina, —ciudad del sur de Italia a donde emigró—, que posaban desnudos componiendo escenas impregnadas de un clasicismo torpe y zafio, y cuyo principal valor reside en la capacidad de mostrarnos el reflejo de la miseria de la Sicilia de aquella época. Cuando Von Gloeden perdió la protección económica de que gozaba, acabó vendiendo estas imágenes de dudoso gusto a ricos coleccionistas y erotómanos europeos.
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