La cumbre del G-20+2 (España y Holanda) que hoy comienza en Pittsburgh (EEUU) —la tercera de los países más ricos tras Washington y Londres— debería ser mucho más que la cumbre para regular las retribuciones extras de los grandes ejecutivos, esos que nos arrastraron a la debacle de la Gran Recesión que soportamos.
Pero como otras tantas veces, los árboles de las retribuciones y su regulación pueden impedirnos ver el verdadero bosque y dejar inacabado el gran reto que se planteó hace un año: cambiar, renovar las instituciones económicas y financieras internacionales nacidas de Bretton Woods, después de la Segunda Guerra Mundial. Todo apunta a que de nuevo se perderá la oportunidad. Hasta el próximo desastre.
La cumbre de Pittsburgh, que comienza esta noche y de la que oiremos hablar hasta la saciedad este largo fin de semana, puede pasar a la historia como "la cumbre para bajar los sueldos de los ejecutivos", una simplificación tan falsa como peligrosa.
Conviene tener claro que lo que los principales países de la UE quieren es "regular" las retribuciones de los ejecutivos, los presidentes y consejeros delegados de los grandes bancos y corporaciones que hace un año estuvieron a punto de llevar al sistema financiero mundial a la quiebra.
No se trata de rebajarles los sueldos, ni de dictar a las grandes corporaciones financieras lo que deben de pagar por sus fichajes de ejecutivos estrella, como algunos amantes del sector privado difunden ante el temor de que se les acabe el chollo que comienzan a montar de nuevo, cuando la recuperación económica esta en ciernes y quienes la provocaron y sus aventajados alumnos vuelven a las andadas.
Los miembros de la Unión Europea (UE) que llevan una postura común —España entre ellos— a la cumbre de Pittsbugh, acordada tras la reunión del 3 de septiembre, es vincular los llamados 'bonus' —remuneraciones extras aparte del sueldo— a los resultados de los bancos o las empresas, no sólo cuando ganan dinero, sino también cuando pierden. Pretenden establecer unas reglas de fácil comprensión para el ciudadano de a pie. Igual que hay premio 'bonus' para los grandes gestores cuando hay beneficios, que haya reprimenda —no llega a castigo— 'malus' cuando haya menos beneficios y la gestión sea mala. Es decir, que se reduzcan las compensaciones extras cuando los tiempos de la compañía van mal. Aunque la iniciativa partió de Sarkozy, la alemana Ángela Merkel, Zapatero y Brown terminaron arrimándose a la propuesta del presidente francés. La razón, como explicaba un analista cercano a La Moncloa, es que éste es un asunto que llega a los votantes, cada vez más cabreados con los directivos de las instituciones financieras, que encima han sido salvadas con el dinero de los contribuyentes.
Aunque el presidente de EEUU y anfitrión de los miembros del G-20, Barack Obama, advierte siempre a los financieros que no consentirá "nuevos excesos", no tiene claro cómo imponer normas al asunto de las remuneraciones de los grandes ejecutivos. Entiende que sería como regular el sueldo de los futbolistas, símil que ha utilizado más de una vez. Sin embargo, su principal asesor económico, Larry Summers, mantiene que la manera establecida de pagar a los banqueros debe ser modificada para que "no se repita el arriesgado comportamiento" de estos personajes que han detonado la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
Pero lo que hoy y mañana se espera de Pittsburgh debería ser mucho más. Deberían acordar cómo retirar coordinadamente, de manera organizada, cada país según sus posibilidades, los enormes programas de estímulo económico, los millones de euros y dólares que los Estados han inyectado en sus economías. Aunque los expertos mantienen que saldrá adelante una declaración sobre este asunto, como ya tienen negociada los 'sherpas' de los principales países que mueven la cumbre. Los españoles en la sombra que negocian estos acuerdos han perdido peso tras la marcha de David Vegara del equipo de Zapatero.
Lo que en el G-20 de Pittsbugrh debería aprobarse definitivamente es el cambio del orden económico mundial, obsoleto e injusto, nacido en Bretton Woods después de la Segunda Guerra Mundial. Y sin embargo los peores augurios se cumplirán. Los tenues brotes verdes llevarán a los líderes del planeta a olvidarse de aquellos buenos propósitos de hace un año. Sólo Lula mantiene viva la esperanza de superar las miradas 'cortoplacistas'.
El gran estadista brasileño ya lo tiene todo hecho. No se puede volver a presentar a las elecciones y va aprovechar estos meses, sin pelos en la lengua, para recordar que están obligados a hacer los deberes, como prometieron a millones de ciudadanos hace un año. Lula ya avisó desde Nueva York. El brasileño volvió a la carga afirmando que es imprescindible "refundar el orden económico mundial", cumplir lo prometido y abordar las reformas de organismos como el FMI, la OCDE o el Banco Mundial.
La reunión que esta noche empieza en Pittsburgh ha estado precedida por el encuentro de todos los líderes mundiales en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ayer, Barack Obama volvió a dar esperanzas para futuro mejor, con su primer discurso ante la Asamblea de la ONU. Hizo un llamamiento "a una nueva era de coooperación internacional", basado en cuatro pilares: la no proliferación, la promoción de la paz y la seguridad, la preservación del planeta y una economía global que dé oportunidades a todos. Que así sea, pero las pruebas de si hemos avanzado algo no estarán en las noticias del fin de semana, sino en la próxima gran cita para el planeta, la cumbre sobre el cambio climático de Copenhague en diciembre. Ahí, hasta los líderes de la UE han cuestionado el papel de EEUU y China.
Por eso, cuando estos días oigas hablar de Pittsburgh (ciudad de los EEUU, capital del Condado de Allegheny, en el sur-oeste de Pensilvania) y que van a rebajar los sueldos de los sinvergüenzas futuros, no te dejes engañar. Lee la letra pequeña, porque los políticos aprobarán algo endeble (ojalá nos equivoquemos) que vista el muñeco delante de sus electores (Merkel, Brown, Sarko), pero dudosamente se atreverán a entrar de lleno en el corazón del problema.
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