Jaén.- Los esfuerzos desarrollados desde hace tres décadas para evitar la extinción en Europa del quebrantahuesos, un buitre de montaña que se alimenta casi exclusivamente de restos óseos, suponen un formidable y poco conocido ejemplo de cooperación europea para la conservación de la naturaleza.
Aunque de menor impacto mediático que proyectos como los del oso o del lince, la defensa del quebrantahuesos en Europa, donde abundaba hasta final del siglo XIX, une desde décadas a una decena de gobiernos europeos y a centenares de gestores y científicos.
A la voluntad y el conocimiento científico se ha unido el apoyo de dieciocho proyectos LIFE que han aportado más de trece millones de euros a una inversión final de 17,5 millones, según datos de la Comisión Europea a lo que ha tenido acceso la Agencia EFE.
España, con nueve proyectos LIFE que suman más de cinco millones de euros, es uno de los países más beneficiados y, también, de mayor responsabilidad en la conservación de este ave, según se ha destacado en el II Congreso Internacional del Quebrantahuesos clausurado hoy en Jaén.
Este evento, organizado por la Fundación Gypaetus, gestora de la reintroducción del quebrantahuesos en Andalucía, ha reunido a expertos europeos en este buitre, uno de los cuatro tipos que viven en Europa y que con sus casi tres metros es el ave de mayor envergadura del Viejo Continente, junto al buitre negro y al leonado.
Provisto de un gran bigote al que debe su nombre científico -gypaetus barbatus-, sus córneas amarillas e iris rojos; sus enormes alas negras y pecho anaranjado, y su gran cola en forma de rombo convierten al quebrantahuesos en un ave inconfundible y para muchos, la más majestuosa que vuela en las montañas europeas.
Su nombre común se asocia a su hábito de arrojar huesos desde gran altura para romperlos en las rocas y digerirlos más fácilmente pues es la única ave osteófaga del planeta.
Su dura existencia, marcada desde su nacimiento, en pleno invierno y en inaccesibles cuevas de alta montaña, y por ser la última carroñera que aprovecha los restos óseos de los cadáveres, se comprometida por su bajísima tasa de natalidad -apenas un pollo por pareja y año- y los siete años que tarda en alcanzar la madurez sexual.
La desaparición de la ganadería y el uso del veneno aceleraron a comienzos del siglo XX la vertiginosa extinción del quebrantahuesos y el interés social por su caza -los últimos ejemplares de los Alpes o Sierra Nevada fueron abatidos por sendos aristócratas- y el ansia de museos y coleccionistas por los cada vez más escasos huevos y pollos de quebrantahuesos terminaron por extinguirlo en apenas siglo de los Urales al Mediterráneo y de Turquía al Atlántico.
Sólo una población que ahora suma 140 parejas reproductoras logró sobrevivir en los Pirineos, al igual que algunos ejemplares aislados en Grecia, Córcega y Malta.
En 1978, científicos centroeuropeos impulsaron el sueño de que la singular silueta de este ave planeadora volviera a verse en los Alpes y crearon una red de cría en cautividad que abarca ahora seis centros, 26 zoológicos y siete parques privados de Europa, Asia y Estados Unidos.
Esta red, a la que se incorporaron los centros de Guadalentín (Jaén), Vallcalent (Lérida), Torreferrugosa (Barcelona) y el Zoobo de Jerez de la Frontera, proporcionó los 160 ejemplares liberados desde 1986 en los Alpes, que finalmente han consolidado trece parejas reproductoras y cincuenta nacimientos naturales, algunos de ellos "nietos" de los primeros quebrantahuesos soltados en el macizo alpino.
Tras un fallido intento en Cerdeña, donde se envenenaron los tres pollos liberados, la segunda gran reintroducción del quebrantahuesos en Europa se intenta desde hace veinte años en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas (Jaén), proyecto en el que la Junta de Andalucía ha invertido siete millones de euros y que gestiona la Fundación Gypaetus con la ayuda de un programa LIFE de 1,6 millones.
Desde 2006 se han liberado catorce ejemplares en estas sierras andaluzas, de los que sobreviven diez que alcanzarán la madurez sexual dentro de un lustro.
Si logran crear entonces una población estable como la de los Alpes, el titánico esfuerzo de decenas de años y millones de euros habrá alcanzado su objetivo de devolver el quebrantahuesos a unas sierras que recuperarán el esplendor que perdieron con la extinción de este ave emblemática.
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