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Conclusiones sobre Mohamed Atta, el urbanista del 11-S (I)

  • Atta, elegido por su inteligencia por Bin Laden, hizo su tesis en planificación urbanística
  • Su obsesión era Alepo, una ciudad siria reconstruida por arquitectos europeos
  • La propuesta principal de su trabajo era restaurar la cultura islámica en la ciudad
Por DANIEL BROOK* (SLATE)
Actualizado 11-09-2009 10:37 CET

Un mes después de los atentados del 11-S, Fouad Ajami escribió en el suplemento dominical New York Times Magazine: "Poco más o menos sé quién era Mohamed Atta, el egipcio que pilotaba los mandos del avión que fue estrellado contra la torre norte del World Trade Center.." Aunque el universitario de Oriente Medio nunca coincidió con el principal secuestrador kamikaze, Ajami sabía cuál era su tipo: un joven árabe varón residente en el extranjero, atormentado y a la vez alienado por la modernidad occidental, que se replegaba en la piedad fundamentalista.

Ocho años después del 11-S, seguimos sabiendo lo mismo sobre quién era Mohamed Atta. Casi podemos verle; una figura demacrada y espectral abriéndose camino por el barrio rojo de Hamburgo para dirigirse a su escaparate radical en la mezquita Al-Quds. Aún podemos traer vivamente a la memoria esa foto de mal agüero de su visado. Pero el hombre de mirada ausente inmortalizado en esa fotografía sigue siendo un enigma. ¿Cómo veían esos ojos el mundo?

Nunca lo sabremos con certeza, pero parte de la clave puede estar en un documento que legó, uno que curiosamente ha pasado muy desapercibido: su tesis doctoral en planificación urbanística. Mientras que la mayoría de los secuestradores suicidas del 11-S eran tipos duros de la calle utilizados por su fuerza física, Atta fue elegido por su cerebro. Adiestrado como arquitecto en su Egipto natal, pronto fue a por un máster en planificación urbanística en la Universidad Politécnica de Hamburgo, Alemania.

En el clima que siguió al 11-S, cuando cualquier intento de entender a los terroristas se veía a menudo como una forma de disculparles, no se examinó la tesis que escribió Atta. Newsweek, entre otras revistas de actualidad, informó de que la tesis arremetía contra la imposición de rascacielos modernos en ciudades árabes, pero sólo se dio amplia cobertura a su escalofriante dedicatoria: "Mis oraciones, mi sacrificio, mi vida y mi muerte pertenecen a Alá, Señor Padre del mundo". Cuando la revista británica Prospect envió a una reportera a Hamburgo pocos meses después del 11-S, descartó de plano la idea de que mereciera la pena someter a consideración el trabajo académico de Atta. Tras cerrar una entrevista con el director de tesis de Atta, el catedrático Dittmar Machule, la reportera concluyó que "es un desatino tomar las ideas de Atta acerca de cómo conservar el antiguo barrio de la ciudad siria de Alepo como una ventana hacia la mente del terrorista". Machule ratificó está impresión al asegurar a la Associated Press que en su tesis "no había antiamericanismo ni antisionismo ni anticristianismo, tan sólo buenas ideas".

Puede que el tema —aspectos arquitectónicos de una ciudad Siria poco conocida— sonara demasiado esotérico como para ser relevante. Pero siempre tuve la impresión de que se había desdeñado como oportunidad para comprender las motivaciones de Atta —y, tal vez, de entender qué le llevó a cometer su espantoso crimen—. De manera que fui a Hamburgo a ver qué podía aprender de su tesis. Seguí los pasos de las investigaciones académicas de Atta por tres continentes, entrevistando a quienes le conocieron como estudiante de planificación urbanística, e intenté mirar con los ojos de Atta los lugares que visitaba: los de un agudo observador arquitectónico cegado por su ideología.

Me reuní con el catedrático Machule en su despacho en Hamburgo, donde guarda bajo llave la única copia de la tesis de Atta que se sepa que existe. A pesar de que Machule reconoce que sería de interés público divulgar el documento, teme que el padre de Atta, un abogado egipcio retirado que insiste en la inocencia de su hijo, interpusiera una demanda si el trabajo fuera publicado sin el consentimiento familiar. Pero Machule estaba deseoso de explorar la tesis conmigo. Estuve en el mismo sitio desde el que Atta defendió su tesis en 1999, y juntos hicimos un recorrido por el documento en alemán epígrafe por epígrafe. Machule tradujo partes del texto y respondió a mis preguntas. La tesis tenía muchos elementos gráficos —fotografías, planos y bocetos de propuestas de reurbanización—.

Una ciudad siria construida por europeos

El tema de la tesis es una zona de Alepo, la segunda ciudad más importante de Siria. Atta describe décadas de intromisión de planificadores urbanísticos europeos, que hicieron atravesar ramales de autopistas por su casco histórico y sustituyeron muchas de sus típicas casas árabes con patio por altas torres modernas. Atta hace una llamada a la reconstrucción de la zona en la línea tradicional, con sus tiendecitas e intrincadas callejas sin salida. Para él habría que acabar con todas las autovías y rascacielos: en sus planos en color con leyenda, hace borrón y cuenta nueva de éstos para que sean demolidos. Las casas con patio tradicionales árabes y los puestecillos de mercado tenían que ser reconstruidos.

Para Atta, la reconstrucción del paisaje urbano tradicional era parte de un proyecto más amplio para restaurar la cultura islámica en el barrio, una cultura que considera amenazada por el mundo occidental. "Se deberían volver a erigir las estructuras sociales tradicionales en todos los ámbitos", escribe Atta en su tesis doctoral, valiéndose de metáforas arquitectónicas para describir su reaccionario proyecto cultural. En el Alepo, según Atta, las mujeres no habrían de salir nunca de casa y se trazarían cuidadosamente políticas que evitaran "que germinara cualquier tipo de ideas de emancipación", que considera "fuera de lugar en la sociedad islámica".

El subtítulo de la tesis es 'El desarrollo de los barrios en una ciudad oriental islámica' y el empleo de esta terminología anacrónica —'ciudad islámica oriental'— es sugerente: denota un concepto arraigado en el orientalismo europeo del siglo XIX, según el cual las civilizaciones islámica y occidental son completamente distintas y contrarias: Occidente, racional y dinámico, galopa hacia el futuro mientras que el atrasado Oriente permanece aislado de cualquier influencia exterior, se define exclusivamente por el Islam y se halla anclado en el tiempo. En sus trabajos académicos, Atta parte de la presunción de que existen estas dos civilizaciones bien diferenciadas, una superior, la otra inferior, y se limita a darle la vuelta al chovinismo, de prooccidental a promusulmán.

En la actualidad, la 'ciudad islámica oriental' es una imponente construcción mental que se tambalea y perdura sólo en los flecos del ala derecha de círculos académicos sobre Oriente Medio, en la imaginación de turistas que buscan experimentar el 'auténtico' Oriente Medio en Arabia de los cuentos de 'Las mil y una noches', y, como deja claro el trabajo de Atta, en la mente de los islamistas radicales. Irónicamente, sería difícil encontrar una evidencia más clara de que el concepto de 'ciudad islámica oriental' es una falacia que la propia historia urbanística de Alepo y, más concretamente, de su barrio Bab al-Nasr, el viejo casco histórico que Atta describe —y del que ofrece una egregia interpretación— en su tesis doctoral.

El catedrático Machule me dijo que los proyectos reaccionarios que tenía Atta para el centro histórico le parecían impracticables pero no censurables. "Hizo una propuesta de diseño que parece provenir del siglo XVII", manifestó Machule. "Diría que no es realista, que es un sueño. Pero ¿por qué no habrían de soñar los jóvenes?". Las ideas de Atta sobre el papel de la mujer chocaban con la sensibilidad de Machule, pero el catedrático mantuvo que valoraba el lado positivo de enseñar a un alumno egipcio dotado que podía volver a acercar las técnicas de planificación urbanística europeas —si no los estílos arquitectónicos— al mundo árabe. Cuando Atta se negó a estrechar la mano a la única mujer que integraba el tribunal ante el que defendía su tesis, Machule le explicó que él no pretendía ofenderla en modo alguno con su gesto, que tan sólo se trataba de que su práctica musulmana era así de estricta. Atta obtuvo buena nota.

Con el título de doctor bajo el brazo, Atta se marchó de Alemania. Pocos meses más tarde, en una celebración del ramadán en Afganistán, Osama Bin Laden le informó de que iba a ser un mártir. Atta no fue quien eligió el World Trade Center como blanco; Khalid Sheikh Mohammed, el ingeniero mecánico a quien ahora se conoce comúnmente como 'el arquitecto del 11-S', fue quien lo hizo, probablemente porque en 1993 su sobrino Ramsi Youssef había intentado arrasar los edificios sin éxito. Pero cuando se informó a Atta de que lideraría una misión para destruir el complejo urbano de rascacielos más alto y famoso de Estados Unidos —la apoteosis del tipo de edificio que soñaba con arrasar en Alepo— puede que sintiera la mano de la divina providencia en el trabajo.

*Artículo originalmente publicado en el medio digital estadounidense Slate.

Traducción: Carola Paredes

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