Centenares de enfermedades matan a miles o millones de personas cada año, pero pocas son las elegidas para alcanzar el podio de la fama mediática mundial. Para lograrlo, son necesarios varios ingredientes imprescindibles y algún condimento adicional.
La gripe A es todo un ejemplo paradigmático de enfermedad mediática. Tanto es así, que el virus se transmite casi tan rápido entre las personas como entre las noticias de los distintos medios de comunicación. Muchos piensan que todo este bombardeo epidémico-informativo responde sólo a intereses económicos y farmacéuticos. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja que todo eso y tiene su causa en múltiples facetas de la naturaleza humana. Para que una enfermedad llegue a los titulares de todo el mundo debe cumplir una serie de requisitos imprescindibles. Después podrá tener algún factor adicional que le ayude más o menos a conseguir aún más publicidad. La enfermedad de las vacas locas, la gripe aviar o el síndrome respiratorio agudo severo han sido también algunas de las elegidas para entrar en el podio de la fama. ¿Cuáles son los requisitos para que una enfermedad sea famosa?
El misterio, el miedo y la incertidumbre que provoca una enfermedad no conocida hasta el momento despierta mucho interés en prácticamente todas las personas. Por su carácter actual, se convierte inmediatamente en noticia y tiene mucho éxito en los medios de comunicación ante la audiencia. Estos medios, al comprobar el interés de su audiencia por las noticias relativas a la enfermedad responden con más noticias e información respecto a ella. Mientras una enfermedad "venda", los medios intentarán dar la mayor cantidad de noticias con distintos enfoques sobre ella. Las enfermedades rutinarias, las que se llevan padeciendo desde siempre, no levantan tanta expectación, no suelen ser noticia. En cambio, una enfermedad nueva, de la que inicialmente se conoce muy poco, atrae con facilidad la atención de todo el mundo.
Una enfermedad que tiene cura o forma de prevención y que está accesible para nuestro entorno no recibe demasiada atención. Sólo cuando una enfermedad afecta a las personas de una población y éstas no tienen medios eficaces para defenderse contra ella es cuando recibe el suficiente interés.
Dejémonos de hipocresías sin fundamento. De la misma forma que no todas las enfermedades reciben el mismo interés, tampoco todas las muertes reciben la misma importancia. En términos de empatía, el impacto emocional causado por la muerte de una persona por gripe de nuestro entorno es mucho mayor que la muerte de un zimbabuense anónimo por malaria. Las enfermedades que causan muertes en el primer mundo reciben mucha mayor atención que las que aparecen en las regiones más pobres, aunque en estas últimas maten a muchísima más gente.
De esta manera, una enfermedad que mata o provoca enfermedades a personas de nuestro entorno recibe mayor interés, no sólo porque nos afecta de cerca sino porque también se contempla la posibilidad (consciente o no) de que nosotros también podamos sufrirla.
Para que una población centre y mantenga su atención en una enfermedad, debe percibir que se está extendiendo sin apenas control, que van aumentando el número de enfermos y de muertes. El hecho de traspasar fronteras y que existan enfermos por todo el globo le da un tinte de interés adicional.
El número de muertes que se produzcan con respecto al número de enfermos (virulencia) influye también en la importancia mediática que reciba la enfermedad. Cuanto mayor sea la virulencia, más probabilidades de que reciba mayor atención por parte de los medios y de la población en general.
Las autoridades sanitarias, ante enfermedades nuevas, prefieren pecar de prudentes antes que no tomar las suficientes medidas y arrepentirse por ello. Por esa razón, cuando aún no se conoce mucho las características de una enfermedad, es frecuente que tomen medidas en exceso antes que en defecto: estimar cifras exageradas de muertos que no se llegan a dar, emplear múltiples y diversos sistemas de prevención... . Estas medidas llaman mucho la atención de la población y pueden contribuir a la fama de una enfermedad.
Nada da más empujón mediático a una enfermedad que la exageración o manipulación de los datos sobre ésta en las noticias. Si la mayoría de los medios de comunicación no dejan que la realidad les estropee una buena historia, tampoco van a dejar que los datos epidemiológicos les pisoteen una buena enfermedad mediática cuando, encima, sólo aparece una de vez en cuando.
Como hemos mencionado antes, una alta virulencia garantiza el interés de los medios y de los lectores/oyentes/espectadores. Aún así, no es un requisito imprescindible. Si una enfermedad tiene una baja virulencia (provoca relativamente pocas muertes) pero todas y cada una de las muertes que provoca son anunciadas e, incluso, narradas y televisadas con nombre y apellidos, se percibe la enfermedad como más grave y virulenta de lo que es en realidad. Las muertes trágicas de bebés y embarazadas son las que más empatía despiertan y, por tanto, más recrudecen la visión de una epidemia.
Una enfermedad mediática no sólo lo es por la cantidad de enfermos o muertos que pueda causar, también ayuda mucha el hecho de que vaya acompañada de una gran polémica o de conspiraciones. En el caso de las vacas locas, se despertó una gran polémica sobre la fabricación del pienso y la seguridad alimentaria lo que motivó, a su vez, que la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob fuera más famosa.
La evidente relación existente entre la gripe A y los beneficios económicos de determinadas empresas farmacéuticas ha motivado que se hable aún más de la enfermedad y surjan diversas conspiraciones (creación del virus en algún laboratorio, por ejemplo). Una graciosa paradoja, pues aquellos que critican la enorme publicidad que recibe la gripe A por oscuros intereses también están dándole publicidad a la misma, pero a su manera. Es lo que se denomina metainformación (información de la información). La gripe A no sólo ha conseguido que hablen mucho de ella, también ha tenido gran éxito en que las personas hablen sobre los que hablan de ella y sobre sus motivaciones e intereses (como también es el caso de este artículo).
Las opciones para que una enfermedad deje de ser mediática son las siguientes:
Debido a las peculiaridades de nuestra sociedad, es más probable que se dé lo primero, lo segundo, o lo primero y lo segundo todo junto, que lo tercero.
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