Quito.- Rafael Correa asumió hoy, día del bicentenario del primer alzamiento de Ecuador contra el dominio español, su segundo mandato consecutivo como presidente de Ecuador y la presidencia de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Once presidentes de Gobierno y el príncipe heredero de la Corona española, Felipe de Borbón, entre otras personalidades, viajaron a Quito para acompañar a Correa en este día, que comenzó con la III cumbre ordinaria de Unasur y prosiguió con la ceremonia de asunción.
Cuatro años le han bastado a este economista de 46 años para pasar del anonimato político a convertirse en el líder de una "revolución ciudadana", con una popularidad que, aunque ha decrecido a un 40%, es la mayor de un presidente ecuatoriano en 30 años.
En su toma de posesión, celebrada en la Asamblea Nacional, el presidente ecuatoriano se comprometió a mejorar las condiciones de los más oprimidos en un proceso "irreversible" para construir una sociedad "incluyente, solidaria y equitativa".
Correa mencionó como ejes de su Gobierno la lucha contra la corrupción, un cambio de rumbo en la política económica para dar supremacía al ser humano sobre el capital y la reforma en las estructuras del Estado.
Aseguró que con acciones que no afectaron a los más pobres, Ecuador ha salido sin traumas de la peor parte de la crisis internacional y auguró que la economía ecuatoriana crecerá este año, en contra de lo que dicen organismos internacionales.
El presidente de Ecuador no eludió asuntos polémicos en su discurso como sus relaciones con la prensa y propuso medidas de control para frenar los "excesos" mediáticos.
"Coincido plenamente con quienes sostienen que la vigencia de la democracia exige medios de información libres, independientes y críticos, pero una cosa es la existencia de medios dotados de esas características y otra muy distinta la suplantación de la opinión pública por los intereses privados" de estas empresas, afirmó.
También volvió a criticar la operación militar colombiana contra un campamento que las FARC habían instalado en Ecuador en 2008 y rechazó el posible uso de bases militares colombianas por Estados Unidos, que, según dijo, afectaría a todo el continente.
En su discurso ante la Asamblea y los invitados internacionales, Correa manifestó su deseo de que con ese acuerdo no se fortalezca "la política guerrerista" y que no se dirija contra "los Gobiernos insurgentes" de América en lugar de contra el narcotráfico, que es el objetivo declarado por EE.UU. y Colombia.
Las bases colombianas acapararon precisamente el protagonismo de la Cumbre de Jefes de Estado de Unasur, celebrada inmediatamente antes de la toma de posesión de Correa, que concluyó sin un pronunciamiento común de los presidentes suramericanos sobre ese tema.
El inicio de la presidencia pro témpore de Correa en Unasur estuvo marcado por las críticas del presidente venezolano, Hugo Chávez, al acuerdo militar que negocian Colombia y Estados Unidos que, según el líder bolivariano, puede generar una guerra regional.
La presidenta argentina, Cristina Fernández, advirtió de un "estado de beligerancia inédito e inaceptable" y su colega brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, planteó que la Unasur invite a Estados Unidos "a una discusión profunda" sobre su relación con Suramérica.
Es previsible que una de las primeras tareas de Correa al frente de la Unasur sea dirigir una Cumbre Extraordinaria de presidentes propuesta hoy y que se celebraría en Buenos Aires, para debatir el espinoso asunto de las bases colombianas.
En este ambiente de preocupación, Correa asumió la presidencia de Unasur con el compromiso de profundizar en la integración y en la institucionalización de este organismo.
La Declaración Presidencial de Quito recoge la "agenda positiva" de la región, sobre todo las acciones que buscan profundizar la integración y los avances en materia energética y de salud pública.
Los gobernantes sudamericanos instruyeron al Consejo Energético de Unasur a concluir con la elaboración de una estrategia energética y un plan de acción, y a los ministros de Economía a avanzar hacia la constitución del Banco del Sur, la construcción de un fondo de reserva común y la posible aplicación de un sistema de pagos y compensación regional.
En materia de salud, la Declaración recoge el concepto de la "supremacía de la salud pública sobre los intereses económicos y comerciales" y advierte de que la medicina será considerado un bien público, cuando se requiera para enfrentar pandemias, como el de la gripe AH1N1, que afecta a varios continentes.
También apunta a la creación de la "ciudadanía suramericana" y de un Consejo Suramericano de Derechos Humanos.
La Declaración de Quito se suscribió después de que la jefa de Estado de Chile, Michelle Bachelet, entregara la presidencia pro témpore de Unasur a su colega ecuatoriano, Rafael Correa, quien animó a sus colegas a trabajar juntos para lograr que la zona Unasur sea la cuarta región más desarrollada del mundo.
A la cumbre no asistieron los presidentes de Colombia, Álvaro Uribe, Perú, Alan García, y Uruguay, Tabaré Vázquez.
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