Berlín.- El ex comerciante de armas Karlheinz Schreiber ingresó hoy en la prisión de Augsburgo (sur de Alemania), horas después de ser extraditado por Canadá, tras diez años de evadir a la justicia germana en relación a las cuentas secretas y presuntos sobornos de la Unión Cristianodemócrata (CDU) bajo Helmut Kohl.
El germano canadiense Schreiber, de 75 años, fue conducido del aeropuerto de Múnich (Alemania), donde aterrizó procedente de Toronto (Canadá), a una celda de nueve metros cuadrados, a la espera de que mañana sea puesto a disposición judicial y sean leídos los cargos.
La justicia alemana imputa a Schreiber sobornos y evasión fiscal, lo que puede costarle una pena de hasta 15 años de cárcel, en relación al escándalo de financiación irregular del partido de la CDU relevado en 1999, meses después de las elecciones que quitaron del poder al entonces canciller Helmut Kohl (en favor del socialdemócrata Gerhard Schröder.
El caso derivó en la peor crisis de la historia de la CDU y salpicó a quien durante años fue el "delfín" de Kohl, Wolfgang Schäuble -hoy ministro del Interior-, que admitió haber recibido del empresario 100.000 marcos (50.000 euros ó 71.582 dólares) en concepto de donativo al partido, que no se ingresó regularmente en la contabilidad.
Tal revelación costó a Schäuble la Presidencia de la CDU -donde fue relevado por la ahora canciller, Angela Merkel- y sacó a la luz la trama de la contabilidad paralela en la "era Kohl", presidente del partido durante más de 25 años y jefe del Gobierno desde 1982 a 1998.
El donativo entregado a Schäuble era sólo un capítulo en la trama de las cuentas secretas y presuntos sobornos, ya que el propio Kohl admitió haber recibido entre 1993 y 1998 -es decir, ya en el cargo de canciller- dos millones de marcos (un millón de euros ó 1,4 millones de dólares- no ingresados en la contabilidad regular).
Kohl se ha negado hasta ahora a revelar quiénes fueron sus donantes, lo que la comisión parlamentaria formada para investigar el asunto no llegó tampoco a esclarecer.
Socialdemócratas y Verdes dieron por probado que uno de los dos millones entregados por Schreiber al entonces tesorero de la CDU, Walther Leisler Kiep, en un aparcamiento, eran sobornos para ganarse el apoyo alemán a un negocio de tanques con Arabia Saudí.
A Schreiber, figura clave en el asunto, se le imputa entre otros delitos haber recibido de la compañía Thyssen unos 15 millones de euros (21,4 millones de dólares) en concepto de sobornos para industriales y políticos, presuntamente de la CDU de Kohl.
Schreiber huyó en marzo de 1999 de Suiza a Canadá, donde fue detenido en agosto de ese año, en virtud de una orden internacional.
En septiembre de ese mismo año quedó en libertad tras pagar una fianza de 1,2 millones de dólares canadienses (unos 740.000 euros ó 1,05 millones de dólares).
Schreiber agotó todos los recursos legales y hasta políticos para evitar su extradición.
Según indicó hoy el viceportavoz del Gobierno alemán, Klaus Vater, el pasado lunes, Merkel recibió una carta suya en que se le pedía que interviniera para frenar su entrega.
Paralelamente, la ministra de Justicia, la socialdemócrata Brigitte Zypries, había apremiado a sus colegas canadienses a cerrar los trámites y proceder a la extradición.
Aún en suelo canadiense, Schreiber afirmó que su extradición ahora obedece al interés socialdemócrata por relanzar el escándalo de la CDU ante las elecciones generales del próximo 27 de septiembre.
El fiscal de Augsburgo afirmó que el proceso se demorará aún meses, y descartó que pueda abrirse antes de los comicios.
Schreiber es figura comprometedora no sólo para la clase política alemana, sino también para la canadiense. El ex comerciante ha acusado al ex primer ministro Brian Mulroney de aceptar sobornos para promover los intereses comerciales de Thyssen, así como iniciativas privadas propias, lo que el político conservador niega.
Mulroney ha reconocido que poco después de abandonar el cargo de primer ministro en 1993, aceptó 225.000 dólares canadienses (147.049 euros ó 210.521 dólares) de Schreiber en concepto de consultoría, pero ha añadido que su relación con el empresario estuvo dentro de la legalidad.
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