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Los socios del Mercosur acuden a la cumbre con varias cuentas pendientes

EFE
Actualizado 21-07-2009 16:57 CET

Buenos Aires.-  El Mercosur celebra su cumbre semestral marcada por el conflicto de la nacionalización de empresas del grupo argentino Techint en Venezuela y la controversia de Paraguay con Brasil por la represa de Itaipú, entre otras cuentas pendientes de los socios del mayor bloque suramericano.

El anuncio del presidente venezolano, Hugo Chávez, sobre su intención de nacionalizar tres firmas participadas por Techint, el pasado mayo, tomó por sorpresa a Buenos Aires, que considera al líder caribeño como uno de sus aliados estratégicos.

La nueva oleada de nacionalizaciones irritó a los industriales argentinos, liderados por el gigante siderúrgico Techint, que reclamaron al Parlamento dejar en suspenso el visto bueno dado al ingreso de Venezuela al Mercosur, adhesión dilatada desde hace tres años por la falta de aprobación legislativa en Brasil y Paraguay.

Aunque el gobierno de Cristina Fernández consideró "absurdo" congelar el ingreso de Venezuela al bloque, aseguró que defenderá los intereses de Techint, como lo hizo para lograr que el grupo fuera indemnizado con 1.970 millones de dólares por la nacionalización de la acería Sidor.

Sectores empresariales esperan que el asunto se trate en una reunión bilateral entre Chávez y Fernández durante la cumbre de Asunción, posibilidad que no ha sido confirmada ni desmentida por las partes.

Pese a que Venezuela ha sido su principal fuente de financiación externa en los últimos años, Argentina no olvida la polémica broma de Chávez con Luiz Inácio Lula da Silva en la que el venezolano apuntó que no nacionalizaría empresas de capitales brasileños, un mensaje por el que Buenos Aires pidió explicaciones.

Otro asunto bilateral espinoso es el reclamo de Paraguay a Brasil sobre la hidroeléctrica de Itaipú, la mayor del mundo en operación y que pertenece a ambos países.

Desde su llegada a la presidencia paraguaya, el 15 de agosto de 2008, Fernando Lugo ha insistido en una serie de demandas, que incluye la revisión del contrato de construcción de la represa, que data de hace 35 años, para disponer de su excedente y vender la energía a terceros países o a Brasil, pero a precio de mercado.

Brasil recibe la energía que Paraguay no consume a precio de costo y considera que el tratado no puede ser revisado antes de que expire en 2023, aunque ha ofrecido elevar las compensaciones y financiar obras viarias y de infraestructura en el vecino país.

Argentina, que ya superó otras diferencias con Paraguay por la central hidroeléctrica binacional de Yacyretá, ha solicitado a Brasil informes por un proyecto de ese país para crear una nueva represa sobre el río Iguazú, que ingresa aguas abajo en territorio argentino, solicitud que hasta el momento no fue contestada por Brasilia.

Además, Argentina también tiene abierta desde 2003 una controversia con Uruguay por la instalación de una planta de pasta celulosa en la ribera de ese país sobre el río Uruguay, recurso de administración compartida, pero la disputa se dirime en la Corte Internacional de La Haya y difícilmente calentará de nuevo los debates del Mercosur.

La cumbre semestral del bloque promete volver a ser la habitual caja de resonancia del rosario de quejas que las economías menores, Paraguay y Uruguay, le hacen a sus socios "mayores", Argentina y Brasil, por las asimetrías y las trabas al comercio.

La crisis global ha empeorado este panorama pues tanto Argentina como Brasil han adoptado medidas para proteger a sus industrias locales frente a la arremetida de países como China, con grandes excedentes frente a la contracción de la demanda mundial.

Licencias no automáticas, cupos a las importaciones y aranceles especiales son parte de este menú controvertido, que a la sazón revivió a inicios de este año las clásicas disputas comerciales en Argentina y Brasil que en los últimos meses lograron superar con acuerdos entre privados.

No obstante, Paraguay y Uruguay persisten en sus reclamos que, más allá de la coyuntura de la crisis global, son un clásico que habla en gran parte de su insatisfacción por el magro alcance de los beneficios del proceso integrador iniciado hace 18 años.

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