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La exploración espacial, una carrera con muchos logros y algunos tropiezos

EFE
Actualizado 20-07-2009 15:37 CET

Washington.-  Hace 40 años el Hombre dejó su huella en la Luna y, pese a algunos tropiezos, desde entonces ha alcanzado objetivos como la construcción de una estación espacial habitada de forma permanente y la exploración profunda del sistema solar.

Con la mira puesta hoy en el retorno al satélite natural de la Tierra en las próximas décadas, el esfuerzo de EEUU también ha sufrido tragedias y problemas financieros.

La aventura en el espacio no tuvo un comienzo prometedor y sorprendió a EEUU y la entonces Unión Soviética trenzados en una Guerra Fría en que la creación de cohetes y satélites tenía objetivos más militares que científicos.

La delantera en la carrera espacial fue tomada por la Unión Soviética el 4 de octubre de 1957 cuando lanzó al espacio el Sputnik I, el primer satélite artificial de la Tierra.

Estados Unidos reaccionó con la creación del programa Apolo que casi 12 años después, el 20 de julio de 1969, convirtió al astronauta Neil Armstrong y a su compañero Buzz Aldrin en los primeros seres humanos que pisaban la Luna.

Desde esos años la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de EEUU pasó a encabezar la exploración espacial con la anuencia de la Unión Soviética, convertida en un aliado aun antes de concluir la Guerra Fría.

El desarrollo de la tecnología espacial se aceleró a pasos gigantescos y pronto comenzaron las misiones científicas a los planetas del sistema solar, a los asteroides y hasta los cometas que cruzan la galaxia.

Para los expertos el logro mayor ha sido la Estación Espacial Internacional (EEI), concebida en 1990 tras el colapso de la Unión Soviética y en la cual entrarían a formar parte después los países de la Agencia Espacial Europea (ESA), además de Canadá y Japón.

El proyecto, considerado la mayor empresa tecnológica internacional de la historia con un costo inicial de 100.000 millones de dólares, comenzó a tomar forma a finales de 1998 cuando se unieron sus dos primeras piezas en una órbita a casi 400 kilómetros de la Tierra.

Uno tras otro, las naves rusas Mir y Soyuz y la flotilla de transbordadores de EEUU siguieron agregando módulos al complejo, habitado de forma permanente desde noviembre de 2000.

Pero la exploración espacial ha sufrido tragedias y tropiezos desde sus primeros pasos.

El primer revés ocurrió el 27 de enero de 1967 cuando tres astronautas perecieron en un incendio desatado durante los ensayos de lo que debía ser la primera misión de las cápsulas Apolo.

El 28 de enero de 1986 siete tripulantes del transbordador Challenger murieron cuando la nave estalló 73 segundos después de su lanzamiento desde el Centro Espacial Kennedy, en la Florida.

El drama volvió a sacudir a la NASA el 1 de febrero de 2003 al desintegrarse el transbordador Columbia cuando regresaba de lo que había sido una exitosa misión científica.

En esa ocasión también murieron sus siete tripulantes y la investigación, que determinó que una de las alas de la nave había sido perforada por un trozo aislante en el despegue, alteró los planes de la NASA para sus transbordadores, que serán retirados de servicio a partir del próximo año.

A esas tragedia se suma el enorme costo de la exploración espacial que, según muchos legisladores y científicos, supera con creces los beneficios.

Las voces críticas señalan, como ejemplo, que está muy lejos el día en que se logre traer muestras del suelo para demostrar que alguna vez hubo vida en Marte, uno de los principales objetivos de los vehículos exploradores y orbitadores enviados a ese planeta.

Para Alan Stern, administrador científico de la NASA hasta marzo de este año, cuando renunció en protesta por lo que considera gastos excesivos de la agencia espacial, es un sueño imposible.

"Se desprecia el control de costos y no creo que alguna vez ocurra eso de traer muestras de Marte", manifestó.

" Una voz menos crítica es la de Sushil K. Atreya, científico de la Universidad de Michigan y miembro del Consejo de Investigación Nacional que evaluó el programa de la NASA el año pasado.

"Tenemos que aceptar el hecho de que se superarán los presupuestos y es necesario buscar la forma de mitigarlos", señaló.

El presupuesto fiscal del Gobierno fue de 2,9 billones de dólares en 2008 y un 0,6 por ciento de ese total fue asignado a la NASA.

Debora Wolfenbarger, del Programa de Innovaciones del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL), busca acallar las críticas y señala que sólo las miles de aplicaciones de la tecnología surgidas desde el comienzo de la era espacial "bien han valido la pena".

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