El juicio contra Charles Taylor, el ex presidente de Liberia y principal señor de la guerra de uno de los conflictos armados más violentos, debería preocupar a varios mandatarios africanos, a sus protectores y a las empresas occidentales, incluidas las españolas, que se dedican a hacer suculentos negocios a cambio de bendecir regímenes corruptos.
Si es condenado por "terrorista, violador y asesino" o por alguno de los once cargos de crímenes de guerra y lesa humanidad que pesan sobre él, se convertirá en el primer mandatario (aunque ya había dimitido cuando fue detenido) encarcelado gracias a la actuación de tribunales internacionales.
Taylor encabezó uno de los grupos armados más crueles en su Liberia natal antes de convertirse en presidente del país en 1997, cargo que abandonó en agosto de 2003 tras el levantamiento de varios grupos armados rivales. Tres años después fue extraditado desde Nigeria donde se había escondido.
Taylor está acusado de ejecuciones extrajudiciales y asesinatos, violencia sexual a gran escala contra mujeres y adolescentes, con violaciones cometidas a menudo por varios agresores, violencia física y mutilaciones a hombres, mujeres y niños, entre ellas amputaciones de manos y pies, y el marcado de víctimas con las letras 'AFRC' y 'RUF', las siglas en inglés de las milicias rebeldes, secuestros de niños y utilización como soldados o sometimiento a trabajos forzados y esclavitud, apoyo financiero, entrenamiento militar y suministro de armas a la guerrilla sierraleonesa, con el fin de obtener el acceso a las riquezas minerales —sobre todo los diamantes— de Sierra Leona, y de desestabilizar este Estado.
El acta de acusación contra el ex presidente de Liberia menciona igualmente ataques al personal de la ONU entre 1997 y 2003. La sede del juicio fue trasladada desde Freetown (capital de Sierra Leona) a La Haya por razones de seguridad. Taylor tendría que cumplir su condena en el Reino Unido.
El tribunal que juzga al antiguo señor de la guerra se creó el 16 de enero de 2002 por un acuerdo entre el Gobierno de Sierra Leona y la ONU. Su principal mandato es juzgar a "aquellos que tienen una gran responsabilidad" en los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en el país a partir del 30 de noviembre de 1996. Hasta ahora han sido juzgadas once personas.
En la primera parte del juicio declararon 140 testigos contra Taylor, entre ellos el misionero español Chema Caballero, que dirige desde 1999 el mejor programa de rehabilitación de niños soldados en el país africano y posiblemente en el mundo.
Poco después de declarar como único testigo español, Chema Caballero me comentó que la primera vez que entró en la sala del tribunal "me encontré de frente con Taylor sentado detrás de sus abogados con sus eternas gafas de sol". "Le miré fijamente aunque no pude verle los ojos. Fue un momento duro y se arremolinaron muchos sentimientos dentro de mí. Pero su actitud de desprecio hacia todo lo que estaba pasando me dio las fuerzas para testimoniar", me confesó.
Su relación con casi 3.000 niños soldados en la última década le permitió a Chema Caballero compilar información muy importante que puede servir para probar las implicaciones del Taylor en la guerra sierraleonesa. El misionero español describió ante el tribunal el camino recorrido por los menores desde que fueron secuestrados y utilizados como niños soldados o como esclavas sexuales hasta su reunificación familiar muchos años después.
Al misionero no le cabe duda de que "Taylor fue el principal impulsor y apoyo de la guerrilla que comenzó la guerra sierreleonesa en 1991, el más eficiente proveedor de armas y quien más se benefició del tráfico ilegal de diamantes 'sangrientos', cuyo comercio permitió que la guerra se prolongase hasta 2002".
"Mi testimonio puede demostrar que existe esta vinculación ya que muchos menores que pasaron por el centro de rehabilitación fueron entrenados como soldados en Liberia y de este país llegaron las armas y las drogas que se cambiaban por diamantes", me aseguró entonces.
Durante su comparecencia en La Haya, los abogados defensores de Taylor utilizaron la estratagema de la confusión con el ánimo de que se contradijera y conseguir que su testimonio fuese anulado. Le recordaron que el uso de menores como soldados es parte de la tradición cultural de África ya que los niños son iniciados en las sociedades secretas donde se les enseñan a defender militarmente su aldea.
Pero Chema no se amilanó y recordó que la diferencia fundamental en Sierra Leona es que los menores utilizados por la guerrilla fueron, sin excepción, secuestrados y forzados a ser soldados contra su voluntad y bajo amenaza permanente de muerte.
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