La mitología 'rowlingiana' nos dice que el mundo real y el mágico confluyen en el andén 9 y 3/4 de la londinense estación ferroviaria de King's Cross. Es en esa ubicación concreta donde se erige el umbral a un universo paralelo donde todo es más raro y fascinante.
En el caso de que Harry Potter no se hubiera decidido a atravesarlo nada más empezar la secundaria, jamás se habría convertido en 'El elegido' y ahora seguiría siendo un repolludo niño gafotas de pelo despeinado y víctima de acoso escolar. Al final no fue así.
Pero no dejemos de fabular, sigamos imaginando. Como pasaba con Gwyneth Paltrow en 'Dos vidas en un instante', ¿qué habría sucedido si Warner no hubiera apostado por Chris Columbus para pilotar 'La piedra filosofal'? ¿Os creéis que fue el primer director que barajaron para trasladar a la gran pantalla las aventuras de Harry? Lo cierto es que no, y, cuando la saga estrena hoy su antepenúltimo capítulo antes del definitivo adiós, no podemos dejar de pensar en una realidad alternativa e infinitamente más estimulante.
Primero te contamos cómo fue (y es). Después, cómo habría sido si...:
Esto es 2001. Warner Bros. se dispone a arrasar la taquilla mundial con 'Harry Potter y la piedra filosofal', adaptación del primero de los siete libros de que constará una saga que comenzó a publicarse en 1997 de manera humilde y a estas alturas tiene revolucionados a los niños de todo el planeta. Muchos de los más pequeños de la manada prefieren leer que perder los ojos y el cerebro delante de su Game Boy, pero sus padres no tiran las campanas al vuelo. Sólo pasa con Potter, no con los libros de 'sociales'.
El merchandising desplegado es brutal. Grageas de todos los sabores, ranas de chocolate y babosas de gelatina son vistas a un lado y a otro de la pantalla. Aquel primer acercamiento, en el que los todavía inexpertos, y muy noveles, actores elegidos —Radcliffe, Watson y Grint— tenían rostros de lo más abofeteable, la labor artística se centró en sentar el escenario. Era una película de productor y lo mismo daba quién dirigiera a los actores.
Con los feos muchachitos no se podía hacer demasiado, y tanto Richard Harris (que a su muerte, después de la segunda película, sería relevado por Michael Gambon), como John Hurt, Ian Hart, Alan Rickman o Maggie Smith, británicos todos por imperativo categórico de J.K. Rowling, se dirigían solos. Columbus, preferido por los grandes gerifaltes debido a la mano con el cine familiar que había demostrado en 'Sólo en casa' o 'Sra. Doubtfire' fue una opción que decepcionó enormemente a los cinéfilos ajenos a la saga. Luego lo veremos, pero había candidatos mucho más prometedores.
La primera parte se vendió sola. Apenas impulsada por sus lectores (más sus padres) y los curiosos, llegó a los 976 millones de dólares recaudados en la aldea global, la segunda taquilla más pingüe de todos los tiempos, sólo superada por 'Titanic' (actualmente es la quinta). Y se dijeron que por qué no seguir con Columbus. En 'La cámara secreta' (2ª entrega) se sumó al reparto Kenneth Branagh y la cosa perdió un poco de fuelle con una trama más oscura pero también más aburrida. La culpa fue tanto del director —que parecía algo cansado por tantos años de preproducción, posproducción, rodajes y promociones varias— como del material de partida, quizá el más flojo y con el clímax más precipitado. Aún así, se colocó como cuarta más taquillera de la historia (por detrás de las mencionadas, además de 'La amenaza fantasma' y 'Parque Jurásico'). Los niños, que practicamente empalmaron un rodaje con otro seguían siendo niños. Quizá los más famosos del planeta. Y Columbus se bajó de la silla de director (que no de la de productor) "para pasar más tiempo con la familia".
Pero llegó Alfonso Cuarón para encargarse de 'El prisionero de Azkabán' (3ª entrega) y todo fue a mejor. Las cosas se hicieron con más calma esta vez. Y también se apostó más por el cine que por saciar a la legión de lectores ávidos de erratas para atacar el cuello del guionista. El director de 'La princesita' (pesó más en la elección que hubiera dirigido aquella cinta infantil que 'Y tu mamá también') dinamitó los cimientos asentados por Columbus e hizo renacer artísticamente al producto. Dinámica, oscura y emocionante, tuvo la suerte de adaptar uno de los libros más cinematográficos de todos. Además, el hecho de que Harry abandonara su corte de pelo estilo orinal y su capa de fantoche en favor de una chupa Adidas añadió un toque pop que hizo que muchos de los niños que habían crecido con las dos primeras vieran en Radcliffe un modelo para seguir creciendo. El colorido y atrezzo de las dos primeras películas se vio sustituido aquí por cierto aire gótico muy acorde con la carga que le supone su condición de responsabilidad al protagonista. Jugó además en favor del dinamismo de la acción que el cronómetro se parara en 141 minutos —segunda entrega más breve de cuantas se han estrenado—, longitud mucho más ajustada que los 161 de su predecesora.
Pero todo lo bueno acaba, y la pinche versión de Cuarón, pese a ser la más digesta, también fue la más siniestra, lo cual tuvo mucha culpa para que se convirtiera en la única que no ha rebasado los 800 millones de dólares, pese a que casi toda la crítica (y el actual director de la franquicia, David Yates) coincidió en que es la mejor adaptación hasta la fecha. No era sólo una buena película de Potter. Era una buena película y punto. El deseo de los productores de que el perfil del realizador fuera un cajón de sastre se hizo patente cuando ficharon a Mike Newell ('Cuatro bodas y un funeral', 'La sonrisa de Mona Lisa') para que se encargara de 'El cáliz de fuego' (4ª entrega), la más espectacular de todas las propuestas. Había dragones.
Ni de ellos ni del resto de efectos especiales se encargó él, seguro. Le querían para que retratara con su pulso maduro, pero romántico, los despuntes amorosos de unos ya púberes protagonistas. Primeros corrillos, cuchicheos y sonrojos. La película funcionó de maravilla, recaudó 100 millones más de dólares que la de Cuarón y vistió su fotografía de una neblina de anuncio de colonias que chocaba radicalmente con la estética previa. A pesar de que no tenía la concisión conceptual del mexicano, fue un espectáculo en toda regla que la convirtió en un blockbuster de prestigio. Paradójicamente, y pese al pastón recaudado, Newell se embolsó tan solo un millón de dólares por dirigir, cuando Columbus había cobrado diez (más un porcentaje) por cada uno de sus trabajos.
Después vino lo inexplicable. La franquicia andaba sola. Vivía su mejor momento. Los mejores resultados desde el primer Potter habían surgido de la mano de un correcto comediante, pero que en ningún caso computaba como autor. Y una vez apeado Newell, no volverían a cometer el mismo 'error' que con Cuarón. Lo que está bien no se toca; no quisieron que ninguna 'prima donna' metiera sus sucias manos en la gallina de los huevos de oro y por eso optaron por tirar de un gregario para 'La Orden del Fénix' (5ª entrega). Iba a hacer falta algo de política disidente y romance, cualidades que el televisivo David Yates acreditaba en su currículum gracias a la serie 'State of Play' (recientemente adaptada al cine con los rostros de Russell Crowe y Ben Affleck) y a la TV-movie 'The girl in the café' (corred a conseguirla, por favor), en la que demostró que podía lidiar con amores platónicos.
Pero era un currito a lomos de un juguete de 150 millones de dólares. "...Puedo decir que conozco mejor los efectos visuales. Obviamente, cuando empecé no había hecho antes una película con efectos visuales. Ahora todo aquello me resulta más fácil", reconoció con pillería la semana pasada. Bueno, no nos pilla por sorpresa: querían a un títere y él cumplió a la perfección siguiendo los postulados de Newell. No había que volver al ñoñerismo de Columbus pero tampoco a la hondura intelectual de Cuarón. Objetivo cumplido. ¿Por qué no renovarle? "Ha hecho 938 millones y no ha dicho esta boca es mía", se debió decir alguno de los de arriba. "Pues, ¿por qué no?", respondieron sus socios al unísono.
Y en la presente nos hallamos, la película de transición de turno, el 'imperio contraataca' de Potter. Absolutamente perfecta en el aspecto formal, 'El misterio del príncipe' (6ª entrega) se adhiere de manera radical al estilo de sus dos predecesoras. El mismo envoltorio para contar el duelo de 'El caliz...', la conspiración y el aislamiento de 'La orden...' y el impass de este 'Príncipe mestizo' que mira al pasado para coger carrerilla de cara al futuro. La no aparición del Voldemort adulto —pero sí en distintos estadíos de su infancia emo—, y la introspección a la que Dumbledore somete a Harry hablan de una película nexo, como nexo es el libro que prepara al estallido de fuegos artificiales definitivo, en el que se encontrarán de una vez por todas los enemigos irreconciliables e incompatibles.
Puede que sea por su indivisibilidad; porque Yates es educado, limpio y correcto en el trato; o porque no hay que tocar lo que va como un tiro, pero nos plantamos en 'Harry Potter 8' —en noviembre de 2010 se estrena 'Las reliquias de la muerte Vol. 1' (7ª entrega) y el julio siguiente, el 'Vol. 2' (8ª entrega)— y, con Yates bi-renovado resultará que un 'don nadie' se habrá encargado de la mitad de la saga. Una que empezó niñata, siguió 'burtoniana', continuó espectacular y ahí se fijó el piloto automático supervisado por el gregario más rico y desapercibido del mundo.
Spielberg dijo que no, que se negaba. En su cabeza, Potter era un dibujo animado con la voz de Haley Joel Osment ('El sexto sentido') y no una adaptación de carne y hueso. Finalmente todo quedó en que su caprichito al respecto se llamará 'Tintín' (fecha de estreno: 2011) y en que él nunca metió mano a Harry. Enfurruñado declararía más tarde que, en su opinión, trasladar la franquicia al celuloide tal cual, era, en términos económicos, "como pescar peces en un bidé, algo no más difícil que transferir directamente 1.000 millones de dólares a la cuenta bancaria. No supone ningún desafío".
Después de tantear lógicamente al Rey Midas, se abrió la oferta al resto de mortales: Alan Parker, Wolfgang Petersen, Rob Reiner, Tim Robbins, Brad Silberling, Peter Weir, Jonathan Demme, Terry Gilliam, Chris Columbus y Mike Newell, todos tan distintos como las listas de entrenadores futuribles que suele barajar el Real Madrid. Tantos Menottis como Bilardos. Petersen ('En la línea de fuego') y Reiner ('La princesa prometida') se apearon pronto, pero Silberling ('Casper'), Parker ('Las cenizas de Ángela'), Columbus y Gilliam ('Las aventuras del barón Munchausen') llegaron a la eliminatoria final. El favorito de Rowling era Gilliam, que, pese a ser americano, era un Monty Python, y quizá el más talentoso director a nivel de imaginería visual junto con Tim Burton. Pero, famoso como era el director de '12 monos' por hacer una tragedia de cada uno de sus rodajes, se optó por el más gris oficinista Columbus.
En su calidad de productor nadie le iba a toser hasta que la cosa languideciera, y fue él el que decidió bajarse de la burra, cansado, como hemos dicho. De repente había que hormonar a Harry y Cuarón fue indiscutido. No era un rendido fan de la saga como Gilliam, de hecho no había leído ninguno de los libros ni visto el trabajo de Columbus. Un virgen para gobernarlos a todos. Tan celebrada fue su elección como firme la idea de que siguiera, pero la posproducción de 'Azkabán' se lo impidió. Había que rodar rápido, rápido. Y entró Mike Newell, que iba a ser el director de 'El jardinero fiel' y cambió de novia en el último momento. ¿Os imagináis que no se hubiera echado atrás y Fernando Meirelles (director de 'Ciudad de Dios' que finalmente se encargó de la adaptación de LeCarré) se hubiera hecho potteriano? Harry pasando coca, Ron tirado en una esquina con una sobredosis de pegamento Imedio y Draco Malfoy cargado con un M16 y practicando el tiro al elfo, no habrían sido descartables.
Y hasta las narices que acabó Newell: "Creo que los niños son anarquistas violentos, sucios y corruptos", declaró el cascarrabias, que por entonces contaba con 65 años. Así que le dijeron: Au revoir, 'rabietas'. Y a por otro. ¿Quién es el siguiente de la lista? Pues podría haber sido M. Night Shyalamalan: "Harry Potter siempre ha revoloteado alrededor de mí; el problema es que ya es un ente vivo que camina solo. Cuando algo se acerca a mis dominios, tiene que ser susceptible de ser alterado, incluso los papeles de los actores. Y es un movimiento arriesgado", dijo sin abuela.
Demasiado dolor de cabeza para los de Warner, quienes, según dijo el indio ya le habían ofrecido la primera parte (la rechazó por preferir 'El protegido') y la tercera. Lo cierto es que no le apeteció demasiado filmar 'La Orden del Fénix' (5ª), ni siquiera 'El príncipe mestizo' (6ª). Lo que él de verdad quería era hacer 'Las reliquias de la muerte'. Mandar a la mierda las directrices de Rowling e inventarse algún final made in Bombay (o made in 'Los Serrano', que viene a ser lo mismo) en el que en realidad todos eran osos panda y estaban soñando. Tanta gilipollez y delirios de grandeza no gustaron y como sabemos optaron por Yates para la quinta y la sexta parte (renovación que le ofrecieron antes del preestreno de 'La Orden...').
Y hasta aquí podemos leer. Una vez contentos con el muñeco Yates, era casi un capricho cambiar, a pesar incluso de que Guillermo del Toro posara con los libros de Rowling en actitud de 'todo por un sueño'. Harry todavía sin tocar pelo y, sin embargo, no paran (paraban) de salirle novias. El director de 'El laberinto de el fauno' podría haber firmado una apoteosis brutal, pero eso, qué duda cabe, habría sido en una realidad alternativa.
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