Fin de fiesta onettiana en honor del maestro de la imaginación

Montevideo.-  Juan Carlos Onetti reunió hoy a sus más incondicionales en una magna celebración de la cultura, que coronó, en el Paraninfo de la Universidad de la República, el tributo brindado al "escritor de escritores" en el centenario de su nacimiento.

Expertos y autoridades académicas presidieron la velada literaria amenizada por los tangos del quinteto La Mufa y la presentación de un sello conmemorativo con el retrato del autor de "La vida breve".

En el sello, aparece Onetti ataviado con un sombrero borsalino de los años cincuenta, como aquel que atravesó una bala en una escaramuza militar mientras cubría, haciendo de periodista, un enrevesado incidente político en las alturas bolivianas.

Onetti nació un día como hoy de 1909 en Montevideo y falleció en Madrid, su refugio y segundo hogar, el 30 de mayo de 1994, dejando tras de sí un legado novelístico clave para entender la literatura hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX.

En este homenaje a Onetti participaron la ministra de Educación y Cultura, María Simón; el director de Cultura del Gobierno, Hugo Achugar; el director de la Biblioteca Nacional, Tomás de Mattos; el director de la Academia Nacional de Letras, Wilfredo Penco, y el decano de la Facultad de Humanidades, José Seoane.

En un segundo capítulo de la velada tomaron la palabra tres de los más importantes especialistas de Onetti en América: la profesora argentina Josefina Ludmer, el doctor en Filosofía y letras Hugo Verani y el académico estadounidense Daniel Balderston.

Verani es autor del libro también presentado hoy oficialmente "Cartas de un joven escritor", que reúne la correspondencia de Onetti en su etapa de formación.

Se trata de las cartas que envió Onetti al pintor y crítico argentino Julio Payró entre 1937 y 1955, donde el futuro autor de "El pozo" ofrece de sí mismo una imagen más esperanzada e ilusa que aquella figura hosca, escéptica y nihilista de sus años de madurez.

Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y José Donoso bebieron en el "agonismo" de los personajes de Onetti y tomaron de sus paseos imaginarios por la mítica ciudad de Santa María retazos que después ayudarían al mayor esplendor de sus propias creaciones.

"A los lectores solo nos resta agradecer su obra", dijo Wilfredo Penco.

Mostró también su agradecimiento a la cuarta y última esposa del autor de "El astillero", Dorothea Muhr.

Como también recordaron otros ponentes, Muhr rescató, con infinita paciencia, numerosos manuscritos del Onetti ya maduro que, de otra forma, y dado su carácter caótico e indiferente, habrían terminado en el fuego, como ocurrió con las cartas con que Payró respondió al incipiente autor.

Ese carácter irreverente de Onetti lo recordó Hugo Achúgar, quien subrayó que aquel no hubiera agradecido en modo alguno un homenaje como el de hoy, "o habría realizado un acto transgresor."

"Este ritual es parte de un proceso de canonización del que Onetti se reiría, pues toda su obra fue un intento de desacralización", aseveró el político y profesor de literatura, para quien la principal herencia del escritor es precisamente "un legado de libertad, la libertad de imaginar".

Esa imaginación la recordó la ministra Simón: Onetti fue "tan desbordante que creó mundos propios sin recurrir al exotismo".

La argentina Josefina Ludmer subrayó el carácter de "clásico" que tiene Onetti, y el hecho de que escribiera sus obras "en la más absoluta autonomía e independencia literaria".

"¿Qué es lo onettiano?", se preguntó Ludmer: es la creación "de dos mundos contiguos", uno, "el de la realidad gris, vacía", y el otro "el territorio de la imaginación, del delirio, de la literatura", afirmó.