Las televisiones nacionales no promocionan ya la música pop: no da dinero. Los programas musicales sólo funcionan si hay un buen soporte publicitario apoyando la causa cultural. Rockopop, allá por el año 90, ya empezaba a verle las orejas al lobo cuando sólo radiaban anuncios de bebidas refrescantes y cremas antiacné. Fue el primer aviso de la falta de público potencial para el consumo. El jóven teleadicto y melómano no consume, no gasta, así que no interesa gastar "parrilla televisiva" en lo que más le gusta: la música pop. Los hábitos cambian y la Red Universal es ahora una fuente inagotable de conocimiento y búsqueda. No sé qué es mejor: si esperar siete días para recibir con los brazos abiertos al presentador favorito con las novedades de la semana, o machacarse la vista buscando los últimos vídeos musicales a 15 fotogramas por segundo.
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