"Mariquita", "tortillera", "afeminado", "marimacho", "nenaza", "bollera", "maricón"... Los niños son por naturaleza crueles y el recreo de un colegio, su lugar de caza. Los homosexuales, desde pequeños, han sido objeto de ataques, marginación, agresiones, insultos e invisibilidad por parte de sus compañeros en las aulas. Por eso este año los colectivos de gay, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) apuestan por una "escuela sin armarios".
"Después de alcanzar la igualdad jurídica con la aprobación de nuestra ley de matrimonios homosexuales, ahora tenemos que ir a por la igualdad social", señala Antonio Poveda, presidente de la Federación Estatal de Gay, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). "Y la mejor herramienta para ello es la educación", insiste. Por este motivo, la semana del Orgullo Gay de este año estará centrada en el trabajo por la "convivencia y el respecto a la diferencia". Además del carácter lúdico-festivo, la marcha de Madrid —la tercera más concurrida del mundo— seguirá teniendo un tono reivindicativo para erradicar la homofobia de todos los ámbitos, también de las escuelas.
Los colectivos denuncian que "no se trabaja en los centros educativos con una formación libre de estereotipos" y que "más de 175.000 jóvenes LGTB "no disfrutan de esa igualdad alcanzada en otros ámbitos, sino que son objeto de elevadísimos niveles de exclusión y violencia aún hoy día".
"Hemos avanzado mucho, pero cuánto nos queda..." Carla Antonelli padeció la exclusión y la violencia de la escuela del franquismo. "Recuerdo aquella etapa como bastante cruel y traumática. Coincidió, además, en el tiempo con las transformaciones del cuerpo propias de la adolescencia y cuando es más evidente el conflicto entre el físico y lo psíquico", apunta la actriz y una de las más importantes activistas transexuales.
Antonelli, como muchísimos otros transexuales, tuvo que abandonar la escuela, "y formarme por mi cuenta, gracias a mi interés por conocer y aprender". En sus años de estudio (aproximadamente finales de los sesenta), la homosexualidad y transexualidad no sólo eran un 'estigma social', sino un delito castigado con la cárcel. "¿Cómo iba a pedir yo consejo a un profesor o un compañero de clase? Me hubieran cogido y llevado al cuartelillo más cercano para que pasara una buena temporada en el calabozo", comenta con su habitual lucidez.
Cuando en 1975 murió el dictador, Alfonso Llopart tenía apenas diez años. No fue hasta unos años después cuando el director de la revista Shangay Express comenzó a vivir un proceso de asimilación de sus sentimientos. "A mí en el colegio me llamaban el 'mariquita' porque jugaba con las chicas a la comba y detestaba el fútbol. Muchos profesores me cogían y me apartaban de ellas y casi me obligaban a ir a dar patadas al balón", recuerda.
Fue una etapa "traumática, pero no dramática". Luego llegó el instituto en los ochenta, los rollos con algún compañero de clase, los primeros enamoramientos... "Y uno va haciendo entonces callo en las heridas. Te vas convirtiendo en una persona cada vez más fuerte por la situación social en la que te toca vivir. Vas con la cabeza alta, sin un altavoz, pero tampoco ocultándolo", asegura el periodista.
De la misma quinta que Llopart es Antonio Poveda, quien también atravesó la etapa escolar en plena transición, cuando la peligrosidad social fue sustituida por la invisibilidad de los homosexuales. "Yo tuve la suerte de asistir a un colegio público bastante progresista, aunque eso no me evitó sufrir el insulto y el acoso de muchos compañeros mayores". De nuevo los 'mariquita' en el recreo o en los pasillos. Poveda tampoco se atrevió a echar mano entonces de algún profesor, aunque sí recuerda a una maestra feminista "que, sin hacer referencia explícita a mi situación, sí salió en defensa de la causa de los gays públicamente en clase".
El gesto de esa mujer encerraba mucho sentido para el actual presidente de la FELGTB. "La invisibilidad es la práctica que más huella deja en los homosexuales, pues deriva en soledad e incluso en rechazarse a uno sí mismo". Echó en falta referentes en los que ver su realidad. "Yo sólo conocía a un artista valenciano, con mucha pluma, que se llamaba Tito. No descubrí que García Lorca era homosexual hasta que no lo hice por mi propia cuenta". Por eso Poveda insiste en la necesidad de tratar la homosexualidad, transexualidad y bisexualidad "de una manera trasversal en la educación, tanto a los jóvenes, como a los profesores y padres. Si no, ¿cómo vamos a abrir puertas al campo si antes no hemos explicado lo que es el campo?", se pregunta.
Carla, Antonio y Alfonso tardaron tiempo en desvelar sus sentimientos a sus padres y amigos. Temían el rechazo. Antonio Reinoso no pasó por esa situación. A punto de cumplir 22 años, este joven sevillano asumió con plena naturalidad su atracción hacia los chicos, al igual que lo hicieron sus padres y la mayoría de sus compañeros. "Es cierto que alguno dejó de hablarme, incluso alguna vez me han colocado alguna nota dentro del cuaderno llamándome 'maricón', pero yo he ido a quien lo ha hecho y le he plantado cara", asegura.
Tampoco tuvo muchos problemas Marta, una zaragozana a punto de cumplir los 17, cuando hace tres años les dijo a sus padres que le gustaban las chicas. "Me miraron como extrañados y simplemente me preguntaron 'tú, ¿cómo sabes eso?'; pero ahora pasan del tema". "Es cierto que en el colegio podía molestarme que los chicos me llamaran 'marimacho' o 'chicarrón' porque me gustaba jugar al fútbol o vestir ropa masculina, pero he aprendido a reírme de todo y pasar". Ella lo tiene bastante claro: "No es una cuestión de gritarlo a los cuatro vientos, pero tampoco ocultarlo y esconderse en cada conversación".
Reinoso y Marta forman parte de esa 'minoría mayoritaria' que existe actualmente en las aulas españolas, donde conviven los que han decidido dar el paso adelante y vivir con plena normalidad su sexualidad y los que aún permanecen dentro del armario (o la taquilla), que es como se conoce popularmente a la situación de ocultación de la homosexualidad.
Desde el área joven de la FELGTB, su coordinadora Joana Berger nos recuerda los datos del último estudio sobre jóvenes LGTB. "Más del 56% de los estudiantes entrevistados denunciaban haber sufrido acoso verbal, psicológico y físico por su condición. Nosotros además, hemos detectado que la homofobia activa y explícita se ha reducido, pero que hay una preocupante homofobia oculta que se materializa en burlas, marginación, aislamiento social...", apunta Berger.
La juventud es además una época ya de por sí difícil para todo el mundo. La transformación de nuestro cuerpo, el afloramiento de nuestros sentimientos, la pérdida de la inocencia... "Pues a todo eso, súmale el rechazo que puede tener un homosexual por parte de sus amigos, lo que incide en la autoestima y la confianza", recuerda Berger. "Esta situación está teniendo graves consecuencias que ahora podemos investigar y tratar: las altas tasas de suicidio juvenil en Europa de LGTB; los importantes niveles de fracaso escolar; o problemas con el consumo de drogas".
Berger, que hasta que no llegó a la universidad no fue consciente de su lesbianismo, también destaca que la invisibilidad de ellas es el doble. "Claro, en una sociedad patriarcal y machista, las lesbianas no sólo están ocultas por su condición de mujeres, sino que además, son homosexuales. Es cierto que esta situación la han aprovechado muchas para blindarse dentro del armario, y mantener una relación de amigas en la calle y de pareja de puertas para dentro". Como decía aquella letra de 'mujer contra mujer' de Mecano a mediados de los 80.
Si quieres firmar tus comentarios puedes iniciar sesión »
En este espacio aparecerán los comentarios a los que hagas referencia. Por ejemplo, si escribes "comentario nº 3" en la caja de la izquierda, podrás ver el contenido de ese comentario aquí. Así te aseguras de que tu referencia es la correcta. No se permite código HTML en los comentarios.
Lo sentimos, no puedes comentar esta noticia si no eres un usuario registrado y has iniciado sesión.
Si ya lo estás registrado puedes iniciar sesión ahora.