Daggar (Pakistán).- El avance talibán hacia Buner, un pedregoso valle apenas a cien kilómetros de Islamabad, hizo sonar las alarmas de la comunidad internacional en abril, pero hoy el Gobierno pide a la población que vuelva a sus hogares tras una operación militar que ha dejado un paisaje de destrucción.
Los combates más intensos en este verde valle de montañas escarpadas terminaron hace un mes, pero las cicatrices de la guerra aún son evidentes, según pudo comprobar Efe en una visita guiada del Ejército y las autoridades paquistaníes a la zona.
Al cruzar el estratégico paso de Ambela, en el sur del distrito de Buner, los sinuosos caminos y evocadoras imágenes de riachuelos, pinos y eucaliptos dan paso a edificios devastados, con marcas de metralla y artillería pesada.
Algunos vehículos calcinados continúan en medio de la carretera, en ocasiones desprendiendo hedor a cadáver. También se avistan coches con banderas blancas atestados de desplazados que intentan volver a sus casas y convoyes de agencias humanitarias cargando suministros.
A medida que se avanza hacia el norte de Buner desde la capital, Daggar, los pueblos ofrecen un aspecto fantasma, con muchos de los comercios cerrados, poca gente en las calles y continuos puestos de control del Ejército.
Un tanque T-69 de construcción china, que las tropas utilizaron en su ofensiva y fue destruido por fuego talibán, precede como "muestra" de la intensidad de los combates a la localidad de Sultanwas, en palabras del coronel Nasir Januja.
Apenas unos árboles se mantienen en pie en Sultanwas, cuyos alrededores están plagados de cráteres formados por explosiones.
"Ya sabe usted... No nos quedó otra opción", dijo a Efe el jefe militar para justificar los bombardeos aéreos del Ejército sobre un pueblo que se había convertido en un bastión talibán.
Según Januja, las tropas acabaron con el grueso de la resistencia insurgente de Buner tras librar tres días de duros combates en Sultanwas, en los que dieron muerte a unos 80 de los 200 talibanes que habían ocupado por la fuerza las casas de los civiles.
Esta batalla fue fundamental para retomar Buner, donde 3.000 miembros de las fuerzas de seguridad, comandados por Januja, hicieron frente a un millar de talibanes y acabaron con la vida de 490 de ellos.
Los demás sufrieron heridas y huyeron a demarcaciones vecinas o buscaron refugio en zonas montañosas, según la versión de Januja.
"Los talibanes entraron desafiando el mandato del Gobierno. Pero ahora ha sido restablecido. Tenemos el control del 99 por ciento del distrito. Buner vuelve a la normalidad. Los pocos insurgentes que quedan están escondidos en las montañas y no constituyen ningún peligro", aseveró.
El delegado del Gobierno en la región, Yayha Akhunzada, recordó a la prensa durante la visita que "la mitad de los 700.000 habitantes de Buner abandonaron sus hogares por las hostilidades y de momento han regresado 6.000, según datos oficiales".
El funcionario llamó a los lugareños a volver al distrito y destacó que las autoridades están intentando restaurar los servicios básicos, en especial la electricidad.
La ofensiva iniciada en Buner a finales de abril supuso la ruptura del acuerdo de paz que el Gobierno había alcanzado con los talibanes del vecino valle de Swat y el inicio de una operación a gran escala en el norte paquistaní que hasta la fecha se ha cobrado la vida de un total de 1.400 integristas y un centenar de militares, según el Ejército.
"Los talibanes no querían la 'sharía" (ley islámica), sólo el poder. El pueblo no está con ellos. Habremos perdido nuestras casas, pero estamos contentos porque se ha acabado con el terrorismo", celebró ante los medios el líder tribal Abdul Rashid.
Buner limita al norte con Swat, principal escenario de la operación militar que, según las autoridades, está tocando a su fin en ambos valles y en otros distritos vecinos.
Pese a ello, el pasado viernes las fuerzas de seguridad acabaron con la vida de cuatro integristas en Buner y el Ejército informa a diario de combates en otras zonas.
Aún inmerso en esta gran ofensiva, el Ejército perfila otra operación "a gran escala" en la región tribal de Waziristán del Sur, fronteriza con Afganistán y feudo del líder de los talibanes paquistaníes, Baitulá Mehsud.
Las ofensivas del Ejército llevadas a cabo desde 2008 en el noroeste de Pakistán han causado el éxodo de más de 1,9 millones de civiles, el mayor desplazamiento interno en la historia del país desde su independencia en 1947.
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