MARABÁ (BRASIL).- La lluvia cae sobre el cementerio de la ciudad de Río María. Lágrimas de agua resbalan por la cara de Luzia Canuto mientras lee las lápidas de las personas asesinadas en la lucha por la tierra en esta conflictiva región de la Amazonia brasileña. Primero fue su padre, el líder sindicalista João Canuto, acribillado por 14 balazos de dos pistoleros a sueldo cuando volvía caminando a casa, en 1985, justo tres años antes que Chico Mendes. Luego sus hermanos, Paulo y José Canuto, en 1990, ejecutados en la hacienda Río Vermelho. Pero hay muchos más; Luzia Canuto cuenta bajo la lluvia hasta seis tumbas en Río María. "Cuando llegué aquí todo estaba cubierto por la selva y hoy no queda nada", relata esta profesora de historia, de 40 años, que dejó la lucha sindical por las aulas y el cuidado de sus hijas. "Hay que cambiar la idea que se tiene de desarrollo", dice mientras en la calle embarrada empiezan a formarse grandes charcos de lluvia.
En los últimos 30 años, se estima que en el Estado de Pará, en la Amazonia brasileña, han muerto de forma violenta al menos 800 trabajadores rurales, sindicalistas y religiosos por conflictos por los recursos naturales y la tierra, según los datos de la Comissão Pastoral da Terra (CPT). Con una serenidad pasmosa, Luzia Canuto explica, como si se tratase de una de sus clases, como su padre avisó a todo el mundo de que le iban a matar. Tras un proceso lleno de irregularidades, los dos hacendados condenados por el asesinato, Vantuir Gonçalves de Paula y Adilson Carvalho Laranjeiras, consiguieron salir de la cárcel y desaparecieron. En el caso de sus hermanos, se detuvo a dos policías: José Ubiratan Matos Ubirajara y el sargento Edson Matos dos Santos. El primero huyó al poco tiempo y no volvió a ser apresado hasta 18 años después de los crímenes, gracias a un programa de televisión que se dedicaba a buscar fugitivos, Linha Direta.
Hoy, los encargos para matar en la Amazonia no han terminado. No lejos de Río María, en Xinguara, el fraile dominico de origen francés Henri des Roziers, "Frei Henri", es uno de las cerca de 260 personas que, según la CPT, están amenazadas de muerte. Este religioso de 79 años va siempre acompañado de un guardaespaldas; y se dice incluso que su cabeza tiene puesto precio.
—¿Tiene miedo a ser asesinado?
—"En absoluto. Esta es una gran causa que merece la pena. Creo que aquí somos 17 personas bajo protección. Después de lo de Dorothy, el Gobierno dio orden de protegerme independientemente de mi voluntad. Yo puse como condición que fuese la policía militar, pues en la policía civil no hay precisamente ángeles. Es un privilegio, y no puedo rechazarlo por diferentes cuestiones de mi equipo, pero soy consciente de que muchos líderes campesinos corren mucho más peligro que yo".
El Gobierno de Brasil le forzó a aceptar protección después del asesinato en 2005 de la monja estadounidense Dorothy Stang, de 73 años, a la que descerrajaron seis tiros en Anapu. Esta misionera de la congregación de Notre Dame de Namur llevaba décadas luchando por los derechos de los más desfavorecidos y enfrentańdose a los grandes terratenientes. Dos de ellos, Regivaldo Galvao y Vitalmiro Bastos de Moura, fueron acusados de ordenar su muerte. Sin embargo, ambos están hoy en libertad. Hace unos meses, una corte brasileña reabrió el caso.
—Usted es abogado, ¿qué piensa del proceso judicial por la muerte de Dorothy Stand?
—"Lo ocurrido con Dorothy es muy simbólico de la impunidad que se vive aquí. De los 820 asesinados por cuestiones de tierra ocurridos en estos 30 años en Pará, sólo se han podido lanzar 92 procesos y de ellos se han producido 22 condenas de pistoleros e instigadores. La mayoría de los pistoleros se han fugado y sólo han sido condenados seis comanditarios, entre ellos los responsables del crimen de padre de Luzia Canuto. Así funciona la justicia aquí, esto es la tierra sin ley, el 'farwest'".
—¿Cómo ha cambiado la Amazonia desde que llegó a Brasil hace 30 años?
—"Cuando pasé por aquí por primera vez, en 1979, esto era todavía selva. Xinguara no era aún ni un pueblo y sólo había algunas barracas de madera y un gran aserradero instalado, que fue muy importante en los años 85-90. Este aserradero cerró en los años 2000 y lo hizo simplemente porque todo estaba ya deforestado. Hoy esa selva ha sido sustituida por inmensos latifundios de cría de ganado".
—Pero esto ha servido de alguna forma para desarrollar la región, ¿no?
—"Se ha creado desarrollo, es cierto, pero a cambio de destruir el bosque y de luchas extremadamente violentas por la tierra. Conflictos entre los grandes propietarios que se apropiaban de la tierra y todos los pequeños que llegaban atraídos por la promesa de conseguir también su parte. Como nada estaba regulado, llegaba el grande con sus títulos de propiedad, títulos la mayor parte falsos, como lo siguen siendo ahora. Estos días se ha publicado un informe del Ministerio Publico Federal que dice que Pará tiene títulos para dos veces más de tierra que la que existe en realidad. El desarrollo se ha conseguido provocando unas desigualdades extremadamente fuertes y una concentración de tierras gigantescas, que hoy está en manos de la ganadería".
—Su labor se enfoca bastante en la lucha contra el llamado 'trabajo esclavo'. ¿Qué es esto del trabajo esclavo? .
—"Fueron justamente estas explotaciones, primero de madera y luego de pastos, las que comenzaron a utilizar el trabajo esclavo. Para deforestar todo esto buscaron una mano de obra que permitiera el mayor beneficio posible. Los trabajadores vivían en condiciones terribles y eran vigilados por pistoleros que disparaban si intentaban huir. Además, estaban aislados en la selva y eran obligados a comprar todo a los hacendados, de forma que al final de mes debían pagar más de lo que les correspondía por su trabajo".
—¿Ese trabajo esclavo continúa existiendo hoy?
—"Hace un mes atrás se produjo una operación por São Felix de Xingu en la que se encontró a 50 personas en una situación terrible. Una mujer obligaba a los trabajadores a recorrer todos los días 7 kilómetros a pie recogiendo hojas de jaborandi para una farmacéutica ligada a la Merck y llevándolas en sacos de 50 kilos. Cuando llegaron aquí varios de ellos tuvieron que ser ingresados en el hospital. El año pasado el grupo Movel liberó a cerca de 5.000 trabajadores rurales en situación de trabajo esclavo".
Este dominico de pelo blanco es un religioso poco corriente. Aunque sus piernas le empiezan a fallar y camina con mucha dificultad, llega a la entrevista conduciendo él mismo su coche, con el guardaespaldas sentado al lado. Vestido con una camisa y unos pantalones vaqueros, nada más bajarse del auto se dibuja en su cara una amplia sonrisa.
—No es muy habitual escuchar palabras así de un religioso.
—"Yo soy dominico, no soy cura de parroquia, estoy en una orden religiosa que trabaja sobre otro tipo de problemas. Luchamos para que los pequeños campesinos tengan derecho a la tierra, que es un derecho sagrado. El derecho a la tierra y a una vida digna. La reforma agraria es fundamental que se haga en Brasil. Es una gran causa, porque cuestiona la concentración de tierras y el modelo de desarrollo basado en la gran cultura de exportación que es tremendamente injusto y muy destructivo. Esta es una causa ecológica también. Es una gran causa".
Para escuchar la versión de los hacendados acudo con otros periodistas al Parque de Exposição de la ciudad de Marabá, donde se encuentra la sede del Sindicato dos Productores Rurais de Marabá. Allí, James de Senna Simpson, el director financiero de los representantes de los ganaderos, nos recibe con amabilidad en una amplia sala de reuniones, sentado al lado de un cartel de una feria ganadera. "Esas locuras ecológicas, de eco-locos, tienen que acabar. El mundo va a tener que comer de Brasil y nosotros queremos desarrollarnos como España", asegura este representante del sindicato. "El medio ambiente es lo más importante para el productor rural, si se destruye nos quedamos sin trabajo, pero la producción de alimentos y el desarrollo también lo son".
Según este ganadero, los hacendados de hoy tienen una visión muy distinta a la de sus padres cuando llegaron a la Amazonia: "Los grandes hacendados de la deforestación son ya de la tercera edad, sus hijos ya nacieron aquí y tienen otra mentalidad, hoy están recuperando sus manantiales y replantando". Aún así, rechaza de plano las leyes ambientales aprobadas por el Gobierno de Lula y las peticiones de organizaciones internacionales para lograr la deforestación cero en la mayor selva tropical del planeta. "Tenemos que adecuarnos a la conservación del medio ambiente, lógico, pero somos nosotros los que vivimos aquí. La Amazonia es del pueblo brasileño, es nuestro futuro, nosotros decidimos, no el mundo. Queremos deforestación cero, pero tenemos que comer".
El amable semblante de este ganadero cambia de golpe al pronunciar una última pregunta: ¿Qué piensa de lo ocurrido con la monja Dorothy Stand? "La monja Dorothy no era lo que decía ser, sino una pistolera, una guerrillera que iba armada con dos pistolas", se enfurece el representante de los ganaderos. "El asesinato no está justificado, pero ella no era quien decía. Ella tenía que haber sido apresada y deportada fuera del país. Los brasileños no podemos aceptar a padres o comunistas que vienen a generar desórdenes. Hay que deportarlos y devolverlos a su país. Aquí tenemos uno, el que llaman Frei Henri".
Para saber más:
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