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Los parlamentarios laboristas cierran filas en torno a Gordon Brown

EFE
Actualizado 08-06-2009 22:33 CET

Londres.-  Sólo un día después de que el Partido Laborista sufriera en las elecciones europeas la mayor derrota de su historia, el primer ministro británico, Gordon Brown, volvió a mostrar su capacidad de supervivencia política y consiguió que los parlamentarios laboristas cerraran filas en torno a su liderazgo.

Brown se reunió con los parlamentarios durante casi dos horas para analizar los catastróficos resultados en los comicios europeos, en los que los laboristas obtuvieron algo menos del 16 por ciento de los votos, lo que les situó como tercera fuerza más votada por detrás de los conservadores y partido anti-europeo UKIP.

Aunque eran esperados, estos resultados echaron más sal a la herida de un partido que necesitará un milagro para no perder el poder en las próximas elecciones generales y que se debate entre quienes piensan que Brown es el problema y el obstáculo ante los ciudadanos, y quienes creen que es la única solución posible.

Según los diputados presentes en la reunión, el primer ministro pidió unidad al Partido para afrontar esta crisis y se comprometió a aprender de los errores cometidos en su gestión de Gobierno.

Enfrente, se encontró con las peticiones de dimisión de varios de sus parlamentarios, como las del ex ministro del Interior Charles Clarke, aunque fueron minoría y procedieron de diputados ya conocidos por su descontento con el liderazgo de Brown.

En líneas generales, según manifestaron a la BBC el presidente del grupo parlamentario, Tony Lloyd, y el diputado y secretario de Estado, Bob Ainsworth, "el respaldo a Brown fue aplastante".

Así lo constató también el ministro de Justicia, Jack Straw, quien aseguró que la reunión de hoy fue "catártica".

El reglamento de los laboristas establece que es necesario que un 20 por ciento de integrantes del grupo parlamentario -71 en este caso- respalde una propuesta de un candidato alternativo para que se pueda someter a votación, por lo que en estos momentos se está lejos de que se produzca un "golpe de Estado" con garantías de éxito.

Brown ganó tiempo en una jornada que no estuvo exenta de sobresaltos, ya que la secretaria de Estado de Medio Ambiente, Jane Kennedy, anunció su dimisión, la última de una larga serie, por no sentirse cómoda con la manera de hacer política de este Gobierno.

Pero en líneas generales fue un día de apoyos decisivos para el primer ministro, como el expresado por los responsables del Partido Laborista en Escocia, donde los votantes también dieron la espalda a los laboristas en las elecciones al Parlamento Europeo.

Los laboristas quedaron en segunda posición, con un 20,8 por ciento de los votos, por detrás del nacionalista SNP, que obtuvo el 29,1, en una derrota que, según el secretario general del laborismo escocés, Jim Murphy, no pone en duda el liderazgo de Brown.

"Tengo la confianza en que Gordon demostrará que es la persona adecuada para el trabajo y yo estoy convencido de que lo es", dijo Murphy, quien añadió que el primer ministro "tiene la enjundia, los valores y las ideas correctas para sacarnos de esta".

El respaldo para Brown vino también indirectamente del nuevo ministro del Interior, Alan Johnson, a quien todos consideran el candidato con más posibilidades de sustituir al primer ministro si éste llegara a arrojar la toalla en algún momento.

Johnson no se refirió explícitamente a la valía de Brown, pero dijo que "un regicidio no es una buena manera de unir al partido".

"Podemos recuperarnos de esta. Estoy seguro", dijo Johnson, que invitó a sus compañeros de partido a "escuchar lo que la gente nos está diciendo, no sólo nuestros militantes y activistas".

La número dos del Partido, Harriet Harman, insistió en que el Gobierno seguirá trabajando para superar la crisis económica y la crisis institucional generada por el abuso de los gastos de los parlamentarios, y señaló a Brown como el líder necesario.

En cualquier caso, en el Partido Conservador se frotan las manos al ver la situación en la que se encuentra el laborismo y al verse en la posición más prometedora de volver al Gobierno desde que Tony Blair ganara sus primeras elecciones en mayo de 1997.

Su líder, David Cameron, describió la crisis del laborismo como "una lenta danza de muerte política", en la que "(Brown) no puede remodelar su Gobierno y en la que (los críticos) no parecen capaces de organizar un golpe" que desbanque definitivamente a su líder.

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