Hay que remontarse a noviembre de 1966, hace casi 43 años, para encontrar los orígenes de la central mareomotriz de la Rance. Aún así, esta instalación de la Bretaña francesa que fue inaugurada en su día por el general Charles de Gaulle todavía sigue siendo la más importante en el mundo de este tipo. Es cierto que esta obra de ingeniería resulta complicada de reproducir en otros lugares, porque no hay muchas zonas con mareas que puedan variar 13,5 metros en vertical y por el impacto que suponer levantar un dique de un lado a otro de un estuario. Sin embargo, esta central francesa constituye la prueba patente de la existencia de un enorme recurso por explotar: la energía de los océanos.
El sistema de la central es sencillo y sigue el mismo principio que los antiguos molinos de mareas. Cuando la marea sube, se abren las compuertas y se deja pasar el agua hasta que llega a su máximo nivel. Entonces se cierra el dique para retenerla y se espera a que el mar vaya bajando al otro lado. Esto produce un desnivel que es aprovechado para hacer pasar el agua por 24 enormes turbinas que generan electricidad. La planta mareomotriz de la Rance produce al año 600 millones de kWh, lo que cubre el 45% del consumo eléctrico de toda la Bretaña francesa (sin emisiones de CO2 ni residuos peligrosos).
Hoy en día son muchas las formas estudiadas para extraer energía del mar (a partir de las mareas, las corrientes, las olas, el gradiante térmico o el de salinidad). Los principales proyectos se basan en aprovechar las mareas (energía mareomotriz) o el movimiento de las olas (energía undimotriz). En el primer caso, el Reino Unido estudia diferentes opciones para cerrar el estuario de Severn, un plan controvertido con el que se podría llegar a generar un 5% de la electricidad de las islas británicas. No obstante, también se avanza en sistemas para aprovechar las fuertes corrientes de agua de forma menos impactante: en este caso se trata de introducir grandes turbinas en el mar para que se muevan con el agua. En cuanto a la explotación de las olas, la tecnología se encuentra aún en fase de investigación o experimental. Aún así, hoy se trabaja en proyectos interesantes con boyas o con pelamis, también llamados serpientes marinas, como los de la central de Aguçadoura (Portugal).
En España, interesan más las olas que las mareas. Hace unos meses, Iberdrola Renovables botó frente a las costas cantábricas una boya experimental (de 40 kilovatios de potencia) para convertir el vaivén del mar en electricidad. Además, el Ente Vasco de la Energía también trabaja en otro sistema de "columna de agua oscilante" (OWC) en la reforma del puerto de Mutriku (Guipúzcoa): en este caso es el choque de las olas contra el dique del puerto lo que comprime unas cámaras de aire y así se produce la electricidad.
Cesar Vidal, catedrático de ingeniería hidráulica de la Universidad de Cantabria, ha estudiado cuánta energía puede haber en el oleaje del Mar Cantábrico. Según detalla, el flujo medio anual es de unos 22-23 kilovatios/metro (kW/m). Si imaginamos un cilindro de agua de un metro de diámetro que fuese desde la superficie al fondo del mar, esto significa que al cabo de un año pasan por ahí unos 200 megavatios/hora/metro. El gran reto es cómo conseguir aprovechar todos esos megavatios y que salgan las cuentas.
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