Sevilla.- Las conversaciones intervenidas a Miguel C.D., asesino confeso de la joven Marta del Castillo, muestran su preocupación por que el cadáver no haya aparecido en el vertedero, lo que solo explica porque sus dos amigos acusados acudieran luego a sacarlo del contenedor y lo arrojaran a otro lugar.
En la transcripción de las conversaciones intervenidas por orden judicial, que incluyen las entrevistas con su abogada en el locutorio de la cárcel, Miguel C.D. afirma que tiene "un agobio muy grande" ante la posibilidad de ser trasladado a un módulo común de la cárcel de Morón de la Frontera (Sevilla), donde "si no me linchan, me van a apuñalar".
Miguel comenta a su abogada que le ha dado "muchas vueltas" a la búsqueda infructuosa de Marta en el vertedero de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) durante más de un mes, insiste en que él la arrojó a un contenedor y dice que la única explicación es que, cuando él estaba ya en casa de su novia de Camas (Sevilla), a partir de las 22.50 horas, el menor de edad acusado acudiese de nuevo a sacarla.
Refiriéndose siempre a este imputado como "el pequeño", Miguel expresa sus sospechas de que pidiese para ello ayuda al tercer acusado, su amigo Samuel B.P., y que juntos "se hayan puesto de acuerdo para echarme el marrón a mí".
En dichas transcripciones, a las que ha tenido acceso Efe, Miguel insiste en que él mismo y el menor de edad arrojaron a Marta al contenedor entre las 20.30 y las 22.30 horas del pasado 24 de enero "por imposible que parezca que no nos viera nadie".
Lo sucedido no se lo contó a su novia de Camas, a la familia de esa chica ni a su hermano Francisco Javier D.M., que "desde el principio no supo nada", dice Miguel sobre este hombre de 40 años que la semana pasada quedó en libertad tras tres meses encarcelado como cómplice.
En otro momento, el asesino confeso de Marta asegura: "lo único que quiero es que aparezca, me da igual que me caigan cinco años más, pero que esto termine ya".
Relata que, al mes de estar encarcelado, decidió revelar al juez que también habían violado a la víctima porque "había un momento en que no podía con esta carga y tenía que decir la verdad".
También reitera su versión de que entre el menor de edad y él sacaron el cuerpo del piso de la calle León XIII en una silla de ruedas y reconoce que en el portal se cruzó con un vecino.
"Mi vecino dice la verdad pero se equivoca de hora", afirma Miguel en otro fragmento de las transcripciones, ya que este testigo, al que la Policía y el juez dan mucha credibilidad, asegura que dicho encuentro en el portal se produjo a la 1.30 horas de la madrugada.
Miguel, por otra parte, atribuye su primera confesión de que arrojó el cuerpo al Guadalquivir a sugerencias de la Policía -"yo decía que sí para que me dejaran tranquilo"- y explica que "no es que yo dijera nada, sino que ellos me iban poniendo mijitas".
Estas conversaciones de Miguel con su abogada fueron grabadas en el locutorio de Morón por orden judicial, después de que la cárcel, por error, notificara el 2 de marzo al imputado el auto en el que el juez autorizó a la Policía la intervención de sus llamadas y su correspondencia.
Según explicó la dirección de la cárcel al juez, este "lamentable error" se produjo debido a la costumbre de notificar a los presos todas las comunicaciones relativas a su situación y porque el oficio de la Policía llegó por fax un día antes que la notificación del secreto.
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