Este artículo fue publicado el miércoles 27 de mayo, un día antes de que el secretario de Transporte de Estados Unidos, Ray LaHood, visitara España para conocer con detalle su línea de alta velocidad.
LOS ÁNGELES.- ¿Os imagináis tardar 15 horas y 20 minutos en llegar de Madrid a Barcelona (distancia: 621 Km)? Pues algo parecido me ocurrió hace unos días cuando me propuse ir en tren desde Los Ángeles a San Francisco (614 Km), una idea que a priori parecía sencilla, pero que en realidad no lo es tanto. En Union Station, la estación central de Los Ángeles, me informaron de que no era posible viajar hasta San Francisco en tren, pero que podía llegar hasta Oakland y desde allí cruzar la bahía en bus o en metro. El viaje empezaba mal. El trayecto sería de 11 horas y 17 minutos y el billete, 65 dólares. ¿Cómo es posible si tan sólo son 614 kilómetros?, pregunté. "Es la única opción que podemos ofrecerte, aunque siempre puedes volar o alquilar un coche si tienes prisa", me contestaron en ventanilla.
A pesar del bajón de pensar en las horas que me quedan en el tren, sigo adelante con el objetivo y embarco —con una hora y media de retraso— en el Pacific Coast Train. Esa mañana salí a las 8:40 horas de mi casa en Santa Mónica (Los Ángeles) y cuando conseguí pisar el suelo de San Francisco eran la 12 de la noche. En total, 15 horas y 20 minutos para un trayecto que puedes resolver en una hora de avión, más lo que tardes del aeropuerto a casa. Una situación totalmente 'tercermundista' si tenemos en cuenta la cantidad de personas que viajan diariamente entre las dos ciudades más importantes de California y lo tecnológicamente desarrolllado que está el país. El sistema ferroviario se ha convertido, sin duda, en una asignatura pendiente capaz de sacarle los colores a una de las naciones más desarrolladas y poderosas del mundo.
Durante el viaje es fácil conocer gente. Uno de los vagones está acristalado y funciona como ‘dinner’ y sala de relajación. Aquí se concentra todo el mundo que busca algo de conversación. Pregunto a varios de mis compañeros por qué no han decidido ir a San Francisco en avión —el precio es muy similar al del tren, incluso más barato si lo compras con antelación—. Todos coinciden en que las 9 horas de diferencia les merecen la pena porque llegan relajados a su destino.
Cecile Adams, una turista de Sydney, lo tiene claro: "Estoy haciendo un viaje por la Costa Oeste. Si voy en avión me pierdo todo el paisaje y aunque pensé en alquilar un coche, al final decidí que ésta era la mejor opción. Además, el tren siempre da un toque de aventura a los viajes y ayuda a conocer gente". Stephen Unyi es consultor y va a San Francisco por trabajo. Sin embargo, también eligió la lentitud del tren. "Me he tenido que pedir el día libre, pero estoy tan harto de coger aviones que me merece la pena. El tren me relaja mucho y aprovecho para leer... aunque la verdad, no me importaría que tardara cuatro o cinco horas menos. Es increíble lo lento que va. No utilizaría este medio de transporte muy a menudo, pero es bonito atravesar el estado de esta forma de vez en cuando. Tiene mucho encanto". Entre el resto de pasajeros se ven a muchos estudiantes recién graduados que están haciendo una especie de 'Inter-Rail' a la americana. Nuestro mismo tren llega hasta Seattle en un viaje de treinta horas.
California no es un caso aislado. Para realizar trayectos en otras zonas, por ejemplo entre Chicago y Denver, se tardan más horas de las que se necesitaban en el año 1920, según publica Slate Teniendo en cuenta estos datos, me esperaba encontrar el único tren que une Los Ángeles con San Francisco totalmente vacío. Nada más lejos de la realidad. Este sistema arcaico ha conseguido meterse en el bolsillo a un tipo de público al que el tiempo no le importa: viajeros románticos que prefieren disfrutar de las vistas de la costa californiana, mientras se beben una copa de vino, antes que llegar en un tiempo récord a su destino. En este tren sólo están permitidas personas afortunadas que se pueden dar el lujo de perder un día para hacer 600 km, pero que se alejan por completo de los millones de ciudadanos que demandan un sistema moderno y eficiente.
¿Pero qué es lo que ha llevado a Estados Unidos a tener un sistema ferroviario similar al de principios del siglo pasado? Varias son las razones. Para empezar, el país lleva más de 100 años sin invertir seriamente en infraestructuras. De hecho, en el año 2000 había los mismos kilómetros de vías de tren que en el año 1881. Además, las vías actuales no pueden soportar trenes muy rápidos, por lo que la velocidad máxima permitida a los trenes de Amtrak, la Renfe estadounidense, es de 127 km/h, con la excepción del Acela que conecta Boston - Nueva York - Washington, DC, a 177 km/h. Claro que generalmente no se alcanzan los 127 km/h — sólo se da esta circunstancia en los trenes más rápidos, y puntualmente—. Lo normal es que no superen los 100 km/h y desde la ventanilla veas frustrado cómo los coches te adelantan.
Sin embargo, en tiempos en los que el cambio climático preocupa y los atascos hacen la vida cada vez más complicada a los ciudadanos, el Gobierno estadounidense por fin se ha comprometido a desarrollar un sistema ferroviario digno del Siglo XXI, que cumpla con los objetivos de sostenibilidad, rapidez y seguridad. El presidente Obama ha dicho que "no quiere ver cómo se construye el tren más rápido al otro lado del mundo, sino en Estados Unidos", y para ello ha puesto encima de la mesa una inversión de 8.000 millones de dólares para ayudar a desarrollar una nueva red ferroviaria. Además, Obama ha asegurado que el tren de alta velocidad "cambiará el modo en el que los americanos viajan" y en el futuro incluso las dos costas estarán unidas en un tiempo récord. Lamentablemente, la gran idea del demócrata es por el momento una quimera y hasta ahora sólo hay un proyecto aprobado y a punto de ponerse en marcha: el del tren de alta velocidad de California.
Los estadounidenses siempre han puesto el AVE español como ejemplo de lo que quieren que sea su tren de alta velocidad. Quizá eso fue lo que ayudó a Prointec, una empresa de ingeniería española, a conseguir dos contratos de redacción de proyecto y estudio medioambiental de una obra que ha levantado expectativas entre cientos de empresas a nivel internacional. Una construcción en la que todos los países quieren entrar, pero en la que, hasta el momento, son los españoles los que tienen las de ganar por su experiencia con el AVE. Aunque, como confirman desde Prointec, los franceses están como locos intentando 'pillar cacho'.
Según Luis Iglesias, jefe del área de desarrollo de negocio de Prointec, aunque con ellos se presentaron varias empresas estadounidenses "muy buenas", finalmente fueron elegidos "porque prefirieron confiar en una compañía con experiencia en la alta velocidad". Con el nuevo 'AVE californiano', el trayecto que me llevó 15 horas y 20 minutos se hará en dos horas y 38 minutos. Eso sí, según los trazados de los primeros planos, la mayoría del trayecto será por el interior y no se podrán disfrutar de las maravillosas vistas de la costa californiana.
"El proyecto tiene sabor español. Más que inspirarnos en el AVE lo que hicimos fue poner en práctica todo el conocimiento adquirido con él", asegura Iglesias. Desde Prointec sostienen que en principio no hay nada cerrado con el resto de trenes de alta velocidad de Estados Unidos porque por el momento son sólo "ideas pero nada concreto". Respecto a cuándo acabarán las obras, estiman que el primer trazado estará listo dentro de cinco años, pero que la distancia que une Los Ángeles y San Francisco no estará terminada hasta 2020.
El secretario de Transporte de Estados Unidos, Ray LaHood, llegará mañana a España para conocer con detalle nuestra red ferroviaria de alta velocidad. Además de reunirse con Zapatero, viajará en el AVE desde la estación de Atocha hasta Zaragoza para conocer de primera mano cómo funciona.
La visita de LaHood ha despertado mucho interés por el reconocimiento internacional y por las posibilidades de negocio que se abren para muchas empresas españolas. Tras la reunión con Zapatero, LaHood se encontrará con el ministro de Fomento, José Blanco, y un amplio grupo de empresarios de las principales compañías españolas de infraestructuras, tanto ferroviarias como de otros sectores relativos al transporte y de obras públicas.
Según confirman desde Prointec, varios representantes estadounidenses ya se han puesto en contacto con constructoras españolas para negociar su posible entrada en el proyecto. Además, hay posibilidades de que los trenes también sean españoles —los fabricaría Talgo—, y la señalización sea producida por la empresa pública Adif. Entre el Gobierno y los empresarios intentarán convencer a LaHood de que la red ferroviaria de alta velocidad estadounidense debe llevar sello español.
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