Berlín.- Si alguien a comienzos de la temporada hubiera apostado por el Wolfsburgo como futuro campeón alemán, con seguridad se hubiera pensado que estaba haciendo una broma.
Ni siquiera después de que, en la vigésimo sexta jornada, el Wolfsburgo asumió el liderato, goleando por 5-1 al Bayern, se habló del título como meta de la temporada.
Ahora, contra todo pronóstico, el Wolfsburgo es campeón y ha conquistado la Bundesliga de manera soberana, con un fútbol que ha convencido y sin que la cercanía del título hiciese que los jugadores perdieran los nervios.
Es claro que en buena parte el título del Wolfsburgo se debe a la manera loca como se ha desarrollado la temporada. El Bayern estuvo lejos de tener la contundencia de otras temporadas, muchos de sus presuntos rivales decepcionaron -el Werder Bremen y el Schalke fueron los casos más dramáticos- y equipos que tuvieron un gran desempeño en la primera ronda -como el Hoffenheim o el Bayer Leverkusen- se desinflaron después de la pausa de invierno.
Sin embargo, sería absurdo no ver los méritos que ha tenido el Wolfsburgo a la hora de aprovechar esa situación y la manera como se fue creciendo a medida que fueron pasando las jornadas.
El Wolfsburgo empezó la segunda ronda en el noveno lugar, a nueve puntos del líder, y empezó a remontar hasta asumir el liderato y no dejarlo nunca. A lo largo de la temporada, su propio estadio -la Volkswagen Arena- fue un bastión donde apenas cedió dos puntos y tras la pausa de invierno empezó a ganar también como visitante.
El llamado triángulo mágico -formado por el centrocampista Zvedejan Misimovic y los delanteros Grafite y Edin Dzeko- ha sido la sensación de la temporada. Grafite fue el goleador de la temporada, Misimovic el jugador con más asistencias y la dupla Dzeko-Grafite sumó un total de 54 goles, superando el récord que ostentaban desde los años 70 Gerd Müller y Uli Hönnes.
Con 80 goles marcados el Wolfsburgo fue además el equipo más efectivo de la temporada con una plantilla por la que hace apenas unos meses nadie hubiera dado la mitad de lo que valen la del Bayern o la del Bremen.
El entrenador, Felix Magath, insistió a lo largo de toda la temporada que no se debía tener la cabeza en el título, sino pensar partido a partido. Sólo dos partidos antes del final se atrevió a decir que si su equipo seguía así iba a ser campeón; y lo fue y de manera contundente.
Magath no sólo fue entrenador esta temporada, sino también director deportivo y, con ello, responsable de los fichajes. En otras palabras, él armó el equipo que se coronó campeón y para ello -pese al patrocinio de Volkswagen- dispuso claramente de menos presupuesto que el de otros equipos. Dzeko, por ejemplo, costó 40.000 euros.
Eso ha hecho que Magath asuma que la constelación que se ha dado este año sea difícilmente repetible y ha decidido dejar el equipo -se marcha al Schalke- tras haber logrado uno de los éxitos más increíbles de su carrera.
Magath ha aprobado todas las asignaturas que puede hacer un entrenador en Alemania: ha salvado equipos que se encontraban en la lucha contra el descenso -el Hamburgo, el Werder Bremen y el Eintracht-, ha llevado equipos a primera división -el Núremberg- triunfó con el Bayern -cuatro títulos en dos años- y ahora ha hecho campeón a un equipo que, en principio, no tenía por qué serlo.
El Wolfsburgo lleva doce años en primera -ascendió en 1997- y en los últimos años había estado trabajando con el objetivo de lograr clasificarse a la Copa de la UEFA, lo que también era la meta de este año.
Se les fue la mano y se llevaron la ensaladera. Ahora hay júbilo, pero pesa una duda sobre el futuro del equipo. En primer lugar, hay que ver cómo asimila el equipo la marcha de Magath y si el nuevo entrenador, todo indica que será Armin Veh, logra mantener el nivel mostrado este año.
Por otro lado, será difícil que el equipo se mantenga junto pues ya muchos clubes con más posibilidades financieras tienen la mira puesta en algunas de las estrellas del campeón alemán de la temporada.
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