CANNES.- 22.05 hrs.: Por la ventana de la sala de prensa del Palais du Festival entra el sonido de varios gritos y el corrillo típico que antecede el paso de las luminarias de Hollywood. "¡Paris!, ¡Paris!, ¡Paris!", gritan los fotógrafos a una escuálida rubia, que parece un palo andante a esta altura. Se dirige a un coche blanco. La heredera del emporio Hilton abandona por la puerta de atrás la proyección de gala de 'Inglourious Basterds', la película de Tarantino que ha revolucionado a la ciudad. No veo la utilidad de la huida, la salida está plagada de paparazzis y caza autógrafos. La chica más parrandera del 'establishment' mediático sólo puede tener un destino a esta hora de la noche: la fiesta de la producción.
En el más reciente largometraje del director de 'Kill Bill', tres-caza nazis —el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), el sargento Donny Donowitz (Eli Roth) y el soldado raso Hirschberg (Samm Levine)—, logran colarse a una exclusiva premiere en París a la que asistirán los principales dirigentes del Tercer Reich, incluido Adolf Hitler. El objetivo de la Operación Kino es fulminar al reich.
Mis intenciones no son tan cruentas. Pero si hay una fiesta a la que asistir en la presente edición del festival de Cannes es ésta. Obviamente, no cuento con invitación, pero tengo toda la actitud, proporcionada por los personajes de Tarantino, aún frescos. Lo primero es investigar dónde se va a celebrar el guateque.
Para ser la reunión más exclusiva de la noche no se han quebrado mucho la cabeza. El año pasado la fiesta que más dio que hablar fue la organizada por dos anfitriones de cuidado, Diego Armando Maradona y Emir Kusturica, que presentaban un documental sobre el 10 de la selección argentina. Entonces la fiesta fue organizada fuera de la Croisette, alejada del centro de la ciudad. En este caso basta con seguir con la vista la avenida marítima para toparse con una gigantesca carpa blanca de la que salen luces brillantes que cambian de color.
00.30 horas: Frente al hotel Palais Stephanié, en el centro de la Croisette, se encuentra una de la docena de carpas que se montan sobre la playa durante el festival. La mayor parte de las fiestas de las producciones se llevan a cabo en esta zona. Por el día el sitio está lleno de tumbonas y mesas para comer. Por las noches todo se recoge y se montan mesas de barra libre.
La fiesta de 'Inglourious Basterds' se lleva a cabo en el club Baobí Beach. La entrada al lugar está cubierta con una barrera resguardada por unas diez personas. A estas alturas de la noche se encuentra rodeada de una multitud formada por curiosos, invitados y gente tratando de colarse. Lo primero que llama la atención es la vestimenta. "Si eres hombre, un traje o un smoking no puede faltar en tu maleta. Para las mujeres, un vestido versátil", dice Patrick, un cannesino de 36 años que no tiene pudor en reconocer haber entrado en varias fiestas sin invitación.
Una de las estrategias, me explica, es intentar entrar a una de las casetas contiguas y tratar de caminar por la playa. "En Francia no hay propiedad privada sobre la playa y puedes caminar por ellas libremente, pero intenta explicar eso a un gorila de un metro noventa", dice. La táctica que podría llevarse a la práctica con cierta facilidad, en algunos casos resulta imposible. La costa del Baobí Beach se encuentra custodiada por hombres con perros, e incluso el mar se encuentra separado del terreno de al lado por varias boyas. "25 personas vigilan el perímetro", me dice un hombre de seguridad de la puerta. Mi optimismo comienza a esfumarse. Me tendré que conformar con ver el ambiente desde detrás de la barrera.
01:49 horas: Ya es de madrugada, pero la gente sigue agolpada frente a la puerta de la caseta. Desde aquí se han escuchado canciones ochenteras (Madness, EMF), hip-hop (50 cent), y música house y otros género electrónicos buen rollito. Quentin Tarantino sale acompañado de cuatro personas. Lleva en una mano un botellín de agua y en la otra, su americana. Está completamente empapado en sudor. Su séquito le abre paso para que suba a una camioneta Audi negra. El breve recorrido de 15 metros se hace acompañado al compás de expresiones de asombro y gritos de "¡Quentin, Quentin!" provenientes de los fotógrafos.
02.00 horas: La salida del director precipita el final de la fiesta. La puerta está más tranquila, pues se ha cerrado el acceso. Queda una hora más de música y alcohol gratuito. Me acerco a hablar con el joven encargado de manejar la lista de invitados, un documento grapado de un par de centímetros de grosor con cientos de nombres. "¿La excusa más estúpida que han usado?", reflexiona, "me dicen: 'Conozco a tal persona', que puedo ser yo o mi compañero de al lado. Y ni siquiera lo saben". Otra de las excusas típicas es el "ya estaba adentro y salí a…" seguido de cualquier invento.
Hacia las dos de la mañana comienza a salir la mayoría de la gente. Diane Kruger, que interpreta a una actriz alemana que ayuda a los 'Basterds', prende un cigarro el instante antes de cruzar la barrera que la separa de los mortales. Impresionantes mujeres con vestidos de sirena, de materiales brillantes y lentejuelas salen acompañados de hombres bronceados y con los ojos entornados. La fiesta muere, pero sólo por hoy. Mañana la experiencia podrá repetirse. Pero sólo si tienes invitación.
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