"Se va a cagar la perra", aseguraba muy ufana Soraya, nuestra flamante representante en Eurovisión, a través de una camiseta que lució por las calles de Moscú sólo unas horas antes de que comenzase el festival. Y lo cierto es que tenía razón. Lo suyo fue un gran excremento canino, un enorme zurullo de chucho, un descomunal tordo de gran danés. Penúltimo puesto, el peor de la década, con sólo 23 puntos, 19 de los cuales fueron generoso donativo de nuestros queridos vecinos Andorra y Portugal.
"Tiembla Moscú", se puede leer todavía en el blog de una Soraya que tiene el mismo potencial como vidente que como cantante. En la colonia hispana de Nueva York no se habla de otra cosa. Primero fue el himno. Ahora, Eurovisión. ¿A dónde vamos a parar? ¿Qué pretende TVE? ¿Es que nadie piensa poner freno a estos desvaríos antipatrióticos, a este boicot a la raza, a este sabotaje a los valores de nuestra estirpe, a este ridículo sin precedentes? No sé si nos enfrentamos a desleales y traidores o a simples zoquetes, pero está claro que algo turbio está pasando.
En TVE deberían buscar responsables. Y cesar a alguien. Cuando algo sale mal, no hay nada mejor que un buen cese. No de altos cargos, eso de ninguna manera. Las responsabilidades siempre hay que buscarlas más abajo. ¿Que se censura la retransmisión del himno durante la final de la Copa? Pues se cesa al director de Deportes. ¿Que se hace el ridículo en Eurovisión? Pues lo suyo sería dar una patada en el culo a Uribarri.
El problema del fracaso de Soraya no es la mala imagen ofrecida en Europa, lo mala que era la canción, lo escuálido de la coreografía, o el mal gusto de la cantante a la hora de elegir las frases de sus camisetas. Lo realmente peligroso es que este descalabro sirva para alimentar fantasmas del pasado. ¿Recuerdan a Rodolfo Chiquilicuatre? Pues si ahora ya no les parece tan patético como entonces, si son capaces de esbozar una sonrisa bovina cuando recuerdan su guitarrilla de plástico, o si han llegado a echarle un poco de menos, entonces el mal ya está hecho. Porque les recuerdo que, desde TVE, nos habían asegurado que este año el Festival de Eurovisión se alejaba de los frikis y recuperaba la credibilidad y el buen gusto. Soraya lo entendió a la primera, y ha sabido decírnoslo con otras palabras: "se va a cagar la perra".
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