Pamplona.- Un estudio del Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica de la Universidad de Navarra ha descubierto la doble influencia de la hormona ghrelina en el desarrollo de la obesidad, ya que ha constatado que aumenta el apetito y favorece la acumulación de grasa abdominal.
Así lo ha indicado el citado centro sanitario en un comunicado, en el que la doctora en Biología e investigadora principal del estudio, Amaia Rodríguez, ha explicado que "la ghrelina es una hormona producida por el estómago, cuya función es informar al cerebro de que el cuerpo debe alimentarse".
"Su nivel aumenta antes de comer y disminuye después", según la experta, que precisa que "hasta ahora se sabía que era importante en el desarrollo de la obesidad, pues, al estimular el apetito, favorece el aumento del peso corporal".
Sin embargo, los investigadores han descubierto que, además de estimular el hipotálamo para generar el apetito, la ghrelina actúa sobre la grasa. Así, según ha dicho, han visto que "favorece la acumulación de lípidos en la grasa visceral. En concreto, provoca la sobreexpresión de los genes de la grasa que participan en la retención de lípidos".
La grasa acumulada en la región del abdomen está considera la más perjudicial, pues conlleva la aparición de comorbilidades al relacionarse la obesidad visceral con mayor incidencia de hipertensión o diabetes de tipo 2.
"Además, al estar situada en la zona abdominal en contacto directo con el hígado, este tipo de grasa favorece la formación de hígado graso y aumenta el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina. Normalmente, al asociarse con hipertensión, niveles elevados de triglicéridos, resistencia a insulina e hipercolesterolemia, la grasa visceral favorece la aparición del síndrome metabólico", ha concretado la investigadora.
La ghrelina puede presentarse en forma acilada o desacilada, cuya diferencia consiste en un ácido octanoico presente en la composición de la primera, según Rodríguez, quien ha señalado que "antes se pensaba que sólo la forma acilada era activa en el proceso de aumento de peso, pero muchos estudios han demostrado que ambas hormonas son biológicamente funcionales".
Este descubrimiento, según ha apuntado, abre la puerta a futuros tratamientos contra la obesidad que, de momento, se reducen a estudios in vitro en modelos celulares y animales.
Ha indicado que "es necesaria esa visión global del funcionamiento de una hormona para poder diseñar fármacos efectivos", ya que hay muchas hormonas que intervienen en el control del apetito en el hipotálamo y al mismo tiempo pueden actuar en otros órganos, como el hígado, los músculos o la grasa, por ejemplo.
Por tanto, el medicamento que se desarrolle debe bloquear la acción de la ghrelina tanto sobre el hipotálamo como sobre la acumulación de grasa abdominal".
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