El dilema tras el duelo: Duran i Lleida o un pitillo en el patio

Ocurre año tras año y ya se asume con cierto humor. Es terminar la dúplica el presidente al líder de la oposición y se produce la gran desbandada. Como en un instituto cuando suena la campana del recreo, los diputados se levantan de sus escaños y toman el hemiciclo y los pasillos del Congreso. Y ahí está un solitario portavoz que se levanta de su asiento y con paso lento se dirige a la tribuna. Mira al presidente de la Cámara pidiendo un poco de clemencia, repasa el texto y se dispone a dirigirse a una platea medio desierta. Aunque en esta ocasión, no se pueden quejar tanto los portavoces minoritarios, pues la temida soledad del presidente ha hecho que muchos compañeros socialistas le arropasen ante la previsible, y confirmada, dureza de toda la oposición.

No falla. Ya sea para estirar las piernas, fumarse un pitillo, ir a recoger a los niños al colegio o comentar la jugada y convencer a los periodistas que lo que han visto, no es como lo han visto. Pero es acabar el duelo entre el presidente y el líder de la oposición y en el hemiciclo se vive la estampida. Como siempre, el presidente tiene que pedir a sus señorías que "guarden un poco de consideración por el portavoz que va a tomar el uso de la palabra" y que si quieren marcharse, "lo hagan con premura".

Y es que algunos se ponen a comentar el intenso debate entre Zapatero y Rajoy a grito pelado, otros felicitan efusivamente a sus jefes de filas, hay incluso quien forma pequeños corrillos en el espacio central del hemiciclo, donde trabajan las taquígrafas, y dificultan al 'convergente' Duran i Lleida su llegada a la tribuna de oradores. "Él lo vive ya con resignación. Baja la vista a sus papeles y hace el último repaso para no frustrarse con ese panorama tan triste", comenta su compañero de filas, Josep Sánchez Llibre, quien no pierde ocasión para reprochar también la actitud de los periodistas de la tribuna, "que también la dejan vacía".

Es cierto que está acostumbrado el portavoz catalanista. Es como el puntillero, que sale a rematar tras la gran faena y sabe que sus primeros minutos de intervención se confundirán con el incesante rumor y la poca atención de los que toman pasillos, cafetería y patio para recoger la valoración de los diputados. "Hay poca cortesía parlamentaria", insiste el 'peneuvista' José Ramón Beloki, quien recuerda con ironía que muchas de sus señorías "debieron saltarse las clases de urbanidad y buenos modales en la escuela".

En el otro lado, entre los que aprovechan para salir escopetados a fumarse un pitillo o 'vender' los éxitos de su líder, hay un gran abanico de justificaciones. "La condición humana es limitada", asegura el diputado 'popular' Juan Carlos Aparicio, quien señala que desde que él llegó en 1996 al Congreso "han cambiado muchas cosas, aunque ésta no". "Es lo que tienen los grupos minoritarios, que la atención la centran los dos líderes que más ciudadanos representan", apostilla José Luis Ayllón, secretario general del PP en el Congreso. "Son casi tres horas de debate intenso y uno necesita un respiro", añade. Muchos aseguraban que iban a seguirlo desde su despacho, mientras apuran el cigarrillo.

Caña a ZP desde todos los grupos

Otros, como Eduardo Madina —virtual 'número dos' de los socialistas en la Cámara— reconocen que a Duran "no le viene nada bien ir detrás de Rajoy, porque fuera hay mucho 'chau-chau' entre políticos y periodistas, que uno no puede perderse". Federico Trillo no escondía su razones para estirar las piernas: "me aburre, esperaba más de él y creo que no le saca provecho a la situación". Pero en esta ocasión, la intervención de los demás portavoces tenía su morbo. Y eso se notó pronto, cuando los móviles comenzaron a pitar y se cruzaron sms del estilo "Duran cañero: insinúa moción de censura".

"En este primer debate de política general de la actual legislatura ya le anticipo que nuestro balance es negativo, por lo que más allá de mi tono, que procuro respetuoso siempre, los contenidos de mi intervención no serán de un simple balance, sino de hecho, los de una moción de censura", arrancaba el portavoz de CiU. Le escuchaban entonces medio centenar de diputados por bancada, entre ellos casi todo el Ejecutivo y Rajoy, que no había llegado tan lejos en su intervención. Tampoco se quedó corto el portavoz del PNV, quien le obsequió al presidente con un "veleidoso e imprevisible" o "piloto despistado". Se esperaba 'carnaza', por ello no era extraño que Celia Villalobos acelerara el paso "para escuchar a Erkoreka, que siempre merece la pena".

Esa era la gran novedad de este Debate para Zapatero, a quien le esperaba una larga jornada de reproches desde toda la oposición, sin aliados que le dieran un poco de pomada en las heridas provocadas por el líder del PP. Por eso, pronto la bancada socialista volvió a nutrirse de diputados. "Tienen que arropar a su líder, que le espera una tarde toledana", comentaba uno de los periodistas que quedaban en la tribuna de prensa. A las nueve y media de la noche, estaba el Gobierno casi al completo en sus escaños azules —los nuevos casi ni se movieron, con Ángeles González-Sinde tomando notas, Garmendia enganchada al móvil y Gabilondo mirando con atención a los portavoces— y muchos diputados de la izquierda.

Esta mañana tocaba el turno de los pequeños entre los minoritarios. Estaban un poco más solos, aunque algunos de los portavoces lo admitían "con sana resignación", como la diputada Uxue Barkos (Nafarroa Bai), quien reconoce que ha estado en otros plenos más sola en la tribuna. Más crítica es Rosa Díez (UPyD), quien acusa a sus colegas de cierta "dejadez" en los debates, "a los que debería asistirse para ganar argumentos y escuchar ideas con la mente abierta". Aunque siempre queda el despacho para seguir la principal cita parlamentaria del año.