Tras ocho años descuidando el (despectivamente denominado por Estados Unidos como) 'patio trasero', ha ocurrido lo que tenía que pasar: se ha llenado de maleza. El país norteamericano ha pasado dos legislaturas con Bush a la cabeza mirando a Oriente Próximo y ha perdido mucha influencia entre sus vecinos, sus socios comerciales naturales. El mismo Obama ha reconocido que el presupuesto anual de ayuda económica externa para la región equivale a lo que las fuerzas militares gastan en una semana en la guerra en Irak. Durante estos años, hemos contemplado el auge de los gobiernos de izquierda con una fuerte retórica contraria a la injerencia de Estados Unidos en sus asuntos. Algunos incluso han llegado a expulsar a los embajadores de sus respectivos países. En definitiva, que cuando el nuevo presidente ha comprado la casa y se ha asomado al patio, se ha dado cuenta de que necesita arreglar el jardín. Así, con la carretilla hasta arriba de herramientas y de algo de abono (de buenas intenciones), llega Obama a la Cumbre de las Américas que arranca hoy en Trinidad y Tobago. Sobre la mesa, dos tareas: redefinir, o mejor dicho, reconstruir las maltrechas relaciones con algunos países de la región y explicar qué va a pasar a partir de ahora con Cuba.
¿Por qué tanta expectación? ¿Es que es la primera vez que un presidente estadounidense va a la Cumbre de las Américas? La respuesta es no. Clinton y Bush tampoco faltaron a la cita con sus vecinos de continente mientras eran presidentes, pero las escasas dotes diplomáticas del de Texas, además de la indiferencia que comentábamos, hicieron que la anterior conferencia internacional —Mar de Plata, 2005— se cerrase con muy mal sabor de boca, amén de con bastantes desencuentros con la ideología de trasfondo, que se han consolidado en los últimos años.
De ser Bush el representante norteamericano, está claro que muchos estarían en estos momentos afilando sus uñas antes de saltar al ring. Pero no. Es Obama, un político con un discurso distinto al de su antecesor, lo suficiente como para que sus supuestos enemigos se piensen si enterrar el hacha de guerra, mientras los demás escuchan con atención. Klaus Bodemer, ex director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de Alemania, cree que los países latinoamericanos "prestarán mucha atención a lo que dice Obama y a cómo lo dice", ya que uno de sus retos es mostrar si tiene una nueva política de cara a América Latina "o por lo menos si pretende tenerla, porque durante la Administración de George W. Bush no la hubo".
Los atentados del 11 de septiembre marcaron un hito. Bush concentró todos sus esfuerzos —en especial los económicos— en la lucha internacional contra el terrorismo, por lo que sólo Colombia entró en el saco de las ayudas estadounidenses. Esto provocó que otros actores pasaran a la acción, con los dos grandes ejemplos de Brasil, la potencia suramericana por antonomasia, y Venezuela, que ha invertido en los últimos años un buen pellizco en ayudas a la cooperación en otros países gracias a la renta petrolera, multiplicando su influencia en la región. Al mismo tiempo, los planes de establecer un tratado de libre comercio por todo el continente, el ALCA, fueron cayendo en el olvido, en beneficio de otras propuestas como la Alternativa Bolivariana de las Américas propuesta por Hugo Chávez, o la comunidad suramericana propuesta por Lula.
Este último es precisamente el gran aliado con el que cuenta Obama para reconstruir las relaciones con los diferentes países de la región. No es casual. La personalidad de Lula da Silva ha hecho que este país haya llenado el vacío de liderazgo que dejó Estados Unidos, llevando a cabo lo que la investigadora experta en Brasil de la Fundación para las Relaciones y el Diálogo Exterior, Susanne Gratius llama "diplomacia silenciosa", una inteligente estrategia para ganarse a todos y cada uno de los dirigentes latinoamericanos. Lula y Obama han mantenido un contacto fluido en los últimos meses y se han visto las caras en repetidas ocasiones. Después de su visita a Washington, el brasileño explicó que había intentado hacer comprender a su homólogo norteamericano que en el continente se viven tiempos diferentes y que es necesario abordarlos con una óptica renovada.
Los guiños al respecto han sido escasos, pero los ha habido. El vicepresidente, Joseph Biden, acudió a la cumbre de líderes progresistas de Chile, en medio de una gira por la región tras la cual aseguró que "la época en que Estados Unidos dictaba órdenes unilateralmente y solo hacía declaraciones en vez de escuchar a sus interlocutores", ha llegado a su fin. Según él, este encuentro "tal vez pueda ser el inicio de una nueva sociedad en el continente". Un periodista venezolano encargado de cubrir la cumbre desconfía. Según, él, si bien es cierto que lo que ocurra en la región afecta directamente a Estados Unidos, por cuestiones nada baladíes como la inmigración ilegal o el narcotráfico, "la pregunta es, ¿qué quiere Obama? Seguir explotando el continente, como hasta ahora a través del consenso de Washington, o convertirse en un socio y colaborar con la región", señala . O lo que es lo mismo, si piensa erradicar la mentalidad del 'patio trasero'.
Cuba, expulsada de la Organización de Estados Americanos en 1962, no estará de cuerpo presente, pero sí en espíritu. Aunque el tema no está en la agenda, Obama no podrá librarse de él, ya que varios países, con Venezuela a la cabeza, han manifestado sus intenciones de sacar a relucir el embargo que sufre la isla antillana desde hace más de cuatro décadas, amenazando con vetar la conclusión final. Esta misma semana, se han visto cambios propiciados por el ex senador por Illinois. Se levantarán las prohibiciones de viajar a la isla y de mandar remesas, pero del bloqueo ni palabra.
La mayoría de los analistas coinciden en que los que quieran escuchar el fin del embargo en boca de Obama, tendrán que esperar. El político con el que más le comparan es con JFK y su política exterior se considera una especie de 'soft Clinton'. El primero fue el que decretó el bloqueo y el segundo el que promulgó la ley Helms Burton (pdf), que endurecía las condiciones.
No obstante, "los demócratas han estado más preocupados históricamente por las relaciones con América Latina, en comparación con las administraciones dirigidas por republicanos," —sostiene el periodista que asistirá a la cumbre— por lo que cabría esperar acercamientos con países como Ecuador, Venezuela y Bolivia, los más beligerantes contra Estados Unidos. Sin embargo, todos los analistas coinciden: por muchas florituras que veamos en los próximos días, "las relaciones con América Latina no constituyen el tema prioritario en la diplomacia del gobierno de Obama en la actual situación mundial".
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