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Ministros de refresco a la caza de la confianza

  • "La confianza es como el amor, imposible fabricarla", dice José Andrés Torres Mora
  • Los bip-bip de los SMS se imponen como nueva forma de cotilleo entre los diputados
  • González-Sinde al menos hará acopio de material para futuros guiones
Por PILAR PORTERO (SOITU.ES)
Actualizado 14-04-2009 17:46 CET

De estreno en el Congreso. Angeles González-Sinde toma apuntes ¿para un nuevo guión?, Gabilondo se atusa el pelo compulsivamente, Trinidad Jiménez no cabe en sí de gozo, Blanco ejerce de protagonista, Chaves parece perdido y Elena Salgado se muestra más simpática que nunca. El lenguaje no verbal del nuevo Ejecutivo demuestra que está impaciente por lograr un objetivo inmediato: recuperar la confianza. Esa es la clave para luchar contra la depresión económica. ¿Es ciencia-ficción?

"Bienvenidos a casa", dice José Antonio Alonso a los nuevos ministros de Zapatero, mientras Carmen Alborch asume el papel de clá, aplaudiendo antes de que las cariñosas palabras del portavoz queden sin respuesta. Así arrancaba la reunión del Grupo parlamentario Socialista en el Congreso. Un Zapatero relajado y chistoso —"las críticas han llegado a un punto absurdo. El vicesecretario general del partido lo natural es que esté en el Gobierno. Lo extraño es que estuviera alguien del PP (risas)"—, desgranaba ante sus compañeros de partido la "segunda fase" de su estrategia, en la que acelerar las medidas del publicitado plan E es la prioridad. Si esto no funciona, habrá que entrar en la "tercera fase" en la que nuevas y urgentes actuaciones amenazan con dejar las arcas del Estado temblando, tal y como se desprende de las palabras del presidente, corroboradas por diversos colaboradores.

Pero salir de la hibernación económica sólo puede lograrse partiendo de la confianza. Esa entelequia permitiría reactivar la inversión, el consumo y la producción. El único inconveniente es que una vez destruida —como ocurre en estos momentos— no hay quién sepa cómo volverla a generar. Aun así, preguntamos a algunos de los ministros de este nuevo Gobierno en el que el presidente parece haber depositado toda sus esperanzas. "Trabajo, trabajo y trabajo más acción política y económica, y unidad" es la receta que prescribe Manuel Chaves, el reluciente vicepresidente tercero y ministro de Cooperación Territorial —a quien se veía un poco desorientado tras el cambio—, para reconquistar la confianza de las familias y las empresas.

Ángeles González Sinde, a la que los diputados socialistas no se han acercado casi, en contraposición a los abrazos y felicitaciones que ha provocado la entrada de Blanco, Chaves o Gabilondo en la sala de columnas del Congreso de los Diputados, utiliza un lenguaje menos político que el sus colegas para explicarse: "No hay que tener miedo al futuro y pensar que existen oportunidades de crecimiento. La cultura es dinámica y la industria que mueve tiene un enorme potencial en el exterior". La ministra de Cultura ha comenzado escuchando el discurso de Zapatero apartando el micro de su mesa para evitar que amplificase sus pensamientos y con los brazos fuertemente cruzados sobre el pecho, como queriendo protegerse de ese universo desconocido al que tanto juego acabará sacando cuando recupere su labor como guionista. Sintiéndose observada y animada quizá por el ejemplo de la flamante vicepresidenta segunda y ministra de Economía, que, sentada delante de ella no paraba de tomar notas, ha sacado un bolígrafo rojo y un pequeño cuaderno de páginas amarillas —patriótica combinación— en el que apuntaba frases sueltas.

A su lado, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, se atusaba el cabello cuando no hacía tamborear los dedos sobre el tablero. Justo unos minutos antes confesaba a un diputado: "Mis hijos me han dicho que qué necesidad tengo de meterme en esto, pero ya ves...". Al ex-rector de la Autónoma se le notaba nervioso como un debutante, a pesar de estar acostumbrado a enfrentarse al escrutinio de amplios auditorios. Zapatero, con esa sonrisa que ya tiene vida propia en los labios y cada día produce más miedo, sigue glosando sus hazañas en los foros internacionales y vuelve a la carga con Obama, al que no se priva de nombrar en cuanto puede. La atención de los correligionarios va decayendo a medida que se alarga la fantasía sobre el poder que España tendrá en el primer semestre de 2010 cuando presida la UE. Los SMS que se están mandando los parlamentarios comentando el discurso rebotan en la sala y el bip-bip se torna incesante. Hasta Leire Pajín charla con María Teresa Fernández de la Vega, sentadas en la mesa presidencial junto al presidente. A estas alturas, Trinidad Jiménez, a pesar de lo embelesada que se mostraba, ya había salido pitando. Diálogo social, política social, inyección económica, reacción, ocupar el lugar internacional que hemos ganado... el discurso resulta repetitivo. "Si la situación es de emergencia, los ritmos tienen que serlo". Y uno piensa en la yincana de reuniones de Salgado el pasado fin de semana. Una escenificación con tintes de parodia.

Menos mal que Elena Salgado se lo cree. Cuando la interrogamos sobre la confianza, no tiene dudas al proponer una ecuación de primer grado en la que X se resuelve de la manera más sencilla con dos variables fáciles de pronunciar, "trabajando y confiando en nosotros". Pepe Blanco introduce un factor adicional a la consabida cantinela: "Con trabajo, propuestas y una enorme confianza en nuestro país, será posible recuperar la confianza". Aprovechando la presencia del influyente sociólogo y diputado José AndrésTorres Mora, le pedimos una opinión más profesional que política sobre cómo ve el peliagudo asunto: "La confianza, como el amor y el olvido, es un subproducto. La confianza no se puede generar a voluntad. Puedes hacer todo lo posible para intentar lograrlo, pero no se puede provocar. Es el mismo caso del amor, por mucho que desees que surja, crece en los otros pero no se puede fabricar". Habrá que echar mano del autoengaño, pues.

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