La lluvia obliga a los "picaos" a celebrar el Vía Crucis en la Iglesia

Logroño.-  La intensa lluvia caída hoy en la villa riojana de San Vicente de la Sonsierra obligó hoy a celebrar la procesión del Vía Crucis en el interior de la iglesia, donde siete disciplinantes, conocidos como "picaos", hicieron su penitencia en presencia del numeroso público que abarrotó el templo.

Según ha informado a EFE un portavoz de la Cofradía de la Vera Cruz de los Disciplinantes, José Ramón Eguíluz, numeroso público llegado hoy a San Vicente se quedó sin ver a los "picaos" en la procesión del Calvario, que es la más numerosa de las que se celebran en la villa medieval.

La jornada comenzó con lluvia, que se intensificó en el momento del comienzo de la procesión, hasta alcanzar los 25 litros por metro cuadrado, lo que obligó a la Cofradía a suspender el Vía Crucis por el calvario y las calles de la villa por seguridad de los "disciplinantes" y de los pasos, "El Cirineo", "La Dolorosa" y "San Juan" y la "Magdalena", todos ellos, tallas del año 1800.

La lluvia, ha explicado Eguíluz, es "el principal obstáculo" para suspender este ritual en la calle, ya que el agua aumenta el peso de la madeja de algodón que emplean los disciplinantes para flagelarse, que es de un kilo, y por lo tanto, también su esfuerzo.

Con la iglesia aborratada -unas cuatrocientas personas- se celebró el Vía Crucis, en presencia de siete disciplinantes que hicieron su penitencia frente a las estaciones situadas en los laterales del templo.

Ayer, sin embargo, sí se celebró la procesión del Jueves Santo, con la presencia de once disciplinantes y que siguieron unas seis mil personas.

Otros siete penitentes lo hicieron en la Hora Santa, celebrada anoche en el interior de la Iglesia; a los que se sumarán los que se flagelen este atardecer en la procesión del Santo Entierro y cuyo número se desconoce por el anonimato de los "picaos".

Más calladamente que "los picaos", aunque con una actitud tan noble, acudieron a los mismos actos "las Marías", mujeres que por idénticos motivos que "los picaos" ofrecen un sacrificio a Dios o a la Virgen, y hacen el largo recorrido de las procesiones descalzas, con el rostro cubierto con un velo negro.

Los "picaos", con caras tapadas y con una túnica blanca que deja al descubierto sus espaldas, conservan su anonimato para el numeroso público que acude a San Vicente, en parte con un sentimiento religioso y en parte por asistir a un espectáculo, en el que los disciplinantes se azotan la espalda con una madeja.

Un certificado de buena conducta de la parroquia a la que pertenece y otro médico que acredite su buen estado de salud son dos de los requisitos que deben cumplir el "picao".

El "picao", en su disciplina, es acompañado por un "padrino" o persona que decide cuando el hematoma de la espalda puede "picarse" con una esponja de cera cuajada de vidrios rotos, que permite que brote la sangre para evitar la coagulación.

Después, el "picao" y su "padrino" se trasladan hasta la Casa de la Penitencia, junto a la Iglesia, para que un cofrade experto en esta materia lave las heridas, que se efectúa con agua de romero y un bálsamo cuya fórmula es secreta y se transmite de generación a generación.

Este año, por primera vez, San Vicente ha acogido una exposición de unas 50 fotografías, en las que su autor Miguel Jericó ofrece otra visión de los "picaos", desde 1982, cuando llegó a San Vicente, como turista, hasta la actualidad.

La muestra, que forma parte de las 1.300 fotografías que el autor conserva y que está expuesta en la Casa de la Villa hasta el próximo sábado, recoge la procesión de los "picaos" en Semana Santa, la Cruz de Mayo y septiembre.