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Lo que no verás en 'Dragonball Evolution'

  • La adaptación del manga de Toriyama se estrena este miércoles
  • El tamiz norteamericano hace que el resultado se distancie del original
Por ALBERTO MORENO (SOITU.ES)
Actualizado 07-04-2009 12:27 CET

El verano de los Juegos Olímpicos de Barcelona hice un amigo en la playa de Castellón. Me sacaba dos años pero, aún así, no era muy mayor. Vivía en el País Vasco y todas sus conversaciones conmigo giraban en torno a unos dibujos animados que yo desconocía en los que un pequeño y travieso tunante más bruto que un arado ansiaba convertirse en el guerrero más fuerte de nuestro planeta. Hostia va, hostia viene, tenía una misión final: conseguir las Bolas de Dragón que concedían un deseo a quien las reuniera.

La razón de que yo no tuviera ni idea del particular era que Madrid fue una de las últimas regiones de España que se hizo con los derechos de la adaptación televisiva del manga de Akira Toriyama. Así que, casi dos décadas han pasado para que alguien se atreviera —siempre hay alguien que lo hace— a coger un universo (el todo) por la parte para hacer un mejunje que llene los cines americanos.

Por lo que me contaba mi amigo norteño —y luego, gracias a la adquisición por parte de Telemadrid, comprobaría yo mismo—, la principal baza del éxito de 'Bola de Dragón' era su sentido del humor. Me ponía como ejemplos a un ladrón de medio pelo que en ocasiones tenía que abortar sus delitos por su miedo a las chicas o a un viejo verde, profesor de artes marciales, que de tanto en tanto enseñaba el culo y si veía los pechos de una chica guapa, sus hemorragias nasales le retropropulsaban varios metros. Nada de eso hay en la película que se estrena esta semana, 'Dragonball Evolution'...

...porque el yayo en cuestión, el maestro Muten-Roshi, un coloso calvo y barbudo encerrado en un cuerpo de Woody Allen, es interpretado en esta versión por el solemne Chow-Yun Fat (que sólo se asemeja en la hawaiana vestimenta —ver foto a la izquierda—) en lugar del mucho más adecuado Jackie Chan (pero 'customizado', por favor). Sabrá repartir estopa, pero lo de Chow no son los chistes, como ya había demostrado hasta la fecha. Y surge una duda: o los productores no habían visto 'El monje' o el sentido del humor de su decisión es más surrealista del que la mayoría estamos preparados para asimilar.

Ahora, ordenaditos y clasificados por orden de interés —y emulando al más airado y quejica Alan Moore—, os mostramos a todos los que alguna vez disfrutasteis del enorme gozo de jugar con una pelota de tenis mojada en una playa de Castellón toda una serie de spoilers acerca de lo que no podéis esperaros de la peli que os darán ganas de haceros el hara-kiri por su irreverencia:

1.—Un reparto al gusto de todo el mundo. Siempre se ha dicho que los dibujantes de manga pintan redondos y grandes los ojos de sus protagonistas para asemejarlos al ideal de belleza occidental, pulsión similar que les lleva a adorar a David Beckham. Pues bien, el hongkonés James Wong ('Destino final') ha decidido tirar por la calle de enmedio y hacer una miscelánea racial. Así, el actor que hace de Goku, todo un icono de la cultura japonesa de las últimas décadas, no es bajito y cabezón (ni tiene rabo de mono del espacio) sino uno de los hombre más blancos de América (Justin Chatwin, hijo de Tom Cruise en 'La guerra de los mundos'). Bulma (interpretada por Emmy Rossum, 'El fantasma de la ópera') es la otra occidental del reparto si obviamos a James Masters, californiano, cuyos rasgos dan igual porque se ocultan tras el maquillaje verde del malvado Piccolo. El resto de 'protas' visten ojos rsgados. Cuando se conoció el cast definitivo el verano pasado, internet se convirtió en un hervidero.

2.— Un malo de entidad. El que se las hará pasar canutas a nuestros amigos es el namekiano Lord Piccolo. Predomina por encima de la calidad actoral de Marsters el maquillaje, que, por ridículo, provocó risas en las fotos filtradas previas a la postproducción, hecho que desató los rumores de una posible cancelación de la cinta. Les haya salido bien o no la caracterización, su inclusión en la trama es razonable, ya que es, de largo, el más temible bicho que salió en la serie blanca de 'Dragonball'. No parece tan comprensible la elección de su esbirra Mai, quien originariamente servía al villano Pilaf, el primero de la serie. Por otro lado, los que les sirven de soldados a ambos vienen a ser una mezcla entre los Power Rangers y los protagonistas de Mortal Kombat. ¡Estética escuálida al poder!

3.— Fidelidad con el original. A pesar de que el creador del manga Akira Toriyama no se ha mostrado en contra, muchos fans se rasgarán las vestiduras al apreciar que Goku no es un analfabeto glotón y revientacráneos sino un hormonado estudiante de instituto. Si Toriyama hubiera enfrentado a su protagonista a una simple suma de dos dígitos, se le habría quedado cara de Chicho Terremoto para, acto seguido, caerse al suelo de espaldas dejando una pierna en alto. Aquí, en ocasiones, hasta tiene cara de listo. Otras imprecisiones de bulto son ver a un Yamcha descafeinado, más partidario de las armas de fuego que de las patadas voladoras, y la ausencia de Krilin, el mejor amigo de la infancia de Goku.

4.— Exaltación de la naturaleza. Todo es más urbano aquí que en la tira cómica. Coches de grandes cilindradas, sofisticados escenarios y un entorno muy propio del siglo XXI chocan con la austeridad paisajística que recordábamos. La trama se desarrolla en un mundo más moderno que el de 'Dragonball Z'. Y ni rastro de la ecológica nube Kinton.

5.— Grandes coreografías de lucha cuerpo a cuerpo. Las artes marciales reflejo del ideal de nobleza que siempre quiso mostrar Toriyama son aquí sustituidas por fuegos artificiales que toman importancia capital en los duelos más destacados. Los intercambios de patadas y puñetazos preliminares que podían durar varios capítulos, como cuando Oliver Atton subía el balón hasta el campo del San Francis —o las caricias del sexo bien entendido—, son descartadas en beneficio de explosiones de energía. Eso sí, el kame-hame-ha es bastante molón.

Además de todo lo referido —y aún en el improbable escenario de que los 100 millones de presupuesto no se recuperaran— lo que nadie puede esperar es una sola entrega de 'Dragonball'. Unos hablan ya de borradores del guión de la segunda parte, otros de trilogía confirmada y los más lanzados, como James Marsters, de que siete es un número de entregas óptimo para desarrollar la franquicia. Quién sabe si el día de mañana mi hijo le contará en la playa al hijo de otro las aventuras de un Goku de carne y hueso sin saber siquiera que lo que él vio era una pachanga hollywoodiense del mito manga más grande de todos los tiempos.

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