Buenos Aires.- El nombre de Raúl Alfonsín figurará desde hoy con letras mayúsculas en la historia de Argentina, volcada en la despedida del ex presidente que condujo la recuperación de la democracia y procesó a las juntas militares durante un mandato plagado de tensiones que precipitaron su retirada del poder.
Decenas de miles de personas han despedido a Alfonsín, que falleció el martes, a los 82 años y víctima de un cáncer, y será enterrado hoy con honores de Jefe de Estado en el cementerio porteño de la Recoleta.
Buenos Aires no recordaba una movilización popular semejante en homenaje a una personalidad pública desde la muerte del general Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974.
Veinticinco años después de su triunfo en las elecciones que marcaron el final de la cruenta dictadura militar (1976-1983), los argentinos parecen haber recapacitado sobre el papel que desempeñó Alfonsín para el futuro de la nación.
Raúl Alfonsín (1983-1989) heredó una abultada deuda externa de la dictadura, un país destrozado por las violaciones de los Derechos Humanos, la derrota en la guerra con los británicos por la posesión de las islas Malvinas y conflictos limítrofes.
El dirigente radical dio la batalla por la defensa de los derechos humanos, llevó a juicio a las Juntas Militares, resolvió un contencioso con Chile que podría haber derivado en un conflicto bélico, impulsó la creación de Mercosur y trabajó por un proyecto de democracia parlamentaria similar a las europeas.
Sin embargo, la aprobación de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, que en la práctica supusieron la inmunidad para miles de implicados en la represión y fueron duramente criticadas por las organizaciones de derechos humanos, y la pésima situación económica que derivó en una hiperinflación y una crisis social, terminaron precipitadamente con su mandato.
Su popularidad cayó en picado y los argentinos le juzgaron con severidad, quizá sin tener en cuenta que la clase política le había dejado solo, que enfrentó 13 huelgas generales organizadas por la central sindical de extracción peronista, tres rebeliones militares y uno de los dos atentados que sufrió en su vida.
Alfonsín dejó el poder en manos del peronista Carlos Saúl Menem en julio de 1989, cinco meses antes de que terminara su mandato.
"El partido Justicialista (peronista) me pidió la entrega inmediata del poder, y dicen que yo huí. No, lo que no quería es que se produjera un desastre en el país, que a través del desorden que estaba ocasionando se pudiera generar algún problema que erosionara la posibilidad de mantener las instituciones", explicó en una ocasión en una entrevista con un canal de televisión local.
"En qué fallé, en lograr la participación, es muy difícil afianzar la participación, que para mi es elemental en la democracia", agregó en una de las pocas entrevistas que concedió desde que en 2007 el cáncer comenzó a minar su salud.
En los veinte años transcurridos desde su salida del poder, Argentina ha tenido ocho presidentes, varios de ellos apenas por unos días al calor de la severa crisis de fines de 2001, y ha sufrido el mayor "crack" económico de su historia.
Algunos de sus sucesores, como Menem, enfrentan numerosas causas por corrupción, y otros, como Fernando De la Rúa, tuvieron que salir en helicóptero de la Casa Rosada para ponerse a salvo de la ira popular.
El tiempo transcurrido y la experiencia de los gobiernos posteriores han contribuido a la reflexión de los argentinos, que en estos días han reconocido el papel de Alfonsín en la consolidación de la democracia, su dignidad -devolvía cada mes la pensión que recibía como ex presidente-, y el valor de su apuesta por el diálogo.
Hoy, todos los políticos argentinos reconocen el trabajo de Alfonsín, incluso algunos de los que le criticaron entonces y torpedearon su gestión, como el ex presidente peronista Eduardo Duhalde (2002-2003), que anoche aseguraba que el líder radical fue "un ejemplo a seguir".
Hasta su muerte ha servido para Argentina, subrayaba anoche uno de sus colaboradores, porque ha reunido, por primera vez, a los ex presidentes de la democracia en el homenaje a su memoria y ha facilitado un acercamiento entre la presidenta, Cristina Fernández, y el vicepresidente Julio Cobos, enfrentados desde julio pasado.
"Muchos políticos creen que para recuperar el poder es necesario que al gobierno le vaya mal, y no es así, le va mal al país", dijo Alfonsín en una de sus últimas entrevistas.
Una lección a tener cuenta por la clase política argentina.
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