"La próxima conferencia económica de Londres será el eje de toda la vida económica mundial futura". Esta frase podría haberse dicho hoy mismo, o ayer. Sin embargo lleva escrita en el periódico La Vanguardia algo más de 74 años. Una década antes de la archiconicida reunión de Bretton Woods (donde se sentaron las bases de la economía actual), líderes mundiales de 66 países diferentes se reunieron en Londres para, según rezan los periódicos de la época, "buscar los medios para resolver la actual crisis económica y evitar el peligro de la desvalorización monetaria por la inflación, la reanudación de la actividad económica como consecuencia de la conferencia internacional". Después de seis semanas repletas de reuniones, la cumbre que tenía que sacar a todos los países del atolladero acabó en el más absoluto fracaso. ¿Pasará lo mismo esta vez?
Las esperanzas que se tienen en esta cumbre son muchas. Los que se sitúan cerca de los círculos de poder (en este caso el español) afirman que las decisiones ya están todas tomadas y que las reuniones del 2 de abril serán un mero formalismo. Sin embargo, las anteriores cumbres también tuvieron un dilatado preludio y no por ello acabaron siempre con éxito. Según atestiguan los rotativos de entonces, al menos cuatro meses antes se venía hablando de la conferencia económica de Londres, el mismo tiempo que se lleva preparando ésta.
Pero el fallo en la reunión de Londres de 1933, la única que se ha celebrado en la capital británica hasta la fecha, no fue la falta de tiempo preparatorio. El 18 de julio de ese año, el entonces recién elegido presidente de Estados Unidos (paralelismo con Obama), Franklin D. Roosvelt dio por finiquitada las conversaciones que se habían iniciado un mes y medio antes, y en las que se habían depositado muchísimas esperanzas, porque no quiso aceptar que hubiera una paridad entre el dólar, la libra esterlina y el franco francés. Gran Bretaña y Francia habían propuesto construir una relación estable entre las tres monedas para que, de esta forma, se recuperara el comercio mundial.
Sin embargo, el presidente Roosevelt, que comenzaba en esos momentos a aplicar su programa económico (el New Deal) se negó a comprometerse a mantener dicha paridad. En agosto los periódicos nacionales y extranjeros ya daban por sentado el fracaso de la cumbre aunque ponían las esperanzas en que se reanudara en ese mismo otoño. "Hubiéramos querido ver coronada por el éxito la Conferencia Económica de Londres, que hubiera triunfado de haber querido ponerse de acuerdo sobre la estabilización, siquiera temporal, de las monedas", decían los periódicos un mes mas tarde.
¿Se puede repetir el mismo fracaso? Según José Antonio Martínez Álvarez, catedrático de economía de la UNED, los políticos que asistan (serán 22 en lugar de los 66 de entonces o los 44 de Bretton Woods) van a intentar ser positivos y mandarán un mensaje de confianza. El profesor, sin embargo, no es nada optimista a cerca de los acuerdos que se logren. A su juicio los gobiernos actuales no están coordinados ni unidos sobre qué asuntos son los prioritarios. "Obama va a proponer de nuevo un plan de estímulo económico y va a querer que le apoyen el resto de los países, pero no todos quieren lo mismo", afirma el profesor en referencia a algunos países europeos que abogan por priorizar la reforma del sistema financiero. La falta de coordinación y entendimiento entre Roosvelt y el primer ministro británico y anfitrión, Ramsay MacDonald, dio por finalizadas las conversaciones de aquel verano.
La pérdida de liderazgo de Estados Unidos es otro de los puntos que unen la cumbre de entonces y la de ahora. Según el profesor, entonces Estados Unidos era más débil porque la crisis se originó en su territorio, algo que coincide con la actualidad. Este punto diferencia ambas reuniones con la de Bretton Woods, donde el país norteamericano tuvo un gran protagonismo como primera potencia mundial a pesar de que la estrella acabara siendo el británico John Maynard Keynes.
"La magna conferencia monetaria y económica, que sigue aparentando estar reunida en Londres, puede darse por virtualmente fracasada, es cosa ya muerta y los esfuerzos de estos últimos días se encaminan, a lo sumo, a retardar el momento doloroso en el que hay que anunciar al mundo y presentarle el cadáver en forma digna. Esto es, se busca la manera más elegante de liquidar lo que comenzó con tan desproporcionado aparato, reduciendo al mínimo posible la desilusión que este desgraciado final ha de causar a los que en la Conferencia pusieron grandes esperanzas". Así comenzaba el artículo de la Vanguardia en el que se daba por fracasada la cumbre del 33. ¿Repetiremos las mismas palabras?
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