Las cosas se están poniendo feas en Europa del Este. Primero fue Letonia y después Hungría; la última ha sido República Checa. Tres gobiernos en poco más de un mes. Y es que la crisis está castigando con fuerza a las antiguas repúblicas comunistas, que ven cómo, a pesar de formar parte de la Europa de los Veintisiete, siguen estando a años luz de sus vecinos del Oeste. Con el fantasma de un efecto dominó que recorra el Este del continente y el germen de las revueltas sociales instalados entre millones de europeos 'de segunda', la pregunta es si la Unión Europea podrá capear la situación o pagará muy cara su apertura hacia el Este.
"Podría decirse que Letonia es el país más parecido a Islandia, y no sólo por su clima gélido". Así empezaba la descripción sobre la situación económica de este país en un artículo de Foreign Policy titulado 'La lista: la próxima Islandia'. En él se analizaban cinco países que estaban en la cuerda floja y que podían seguir los pasos de la isla, cuya economía se colapsó el pasado mes de octubre. El autor del artículo estaba en lo cierto: el presidente letón era el primero en caer por los malos datos económicos. El país había crecido a ritmo de hasta un 12% en 2006, gracias a las inversiones del resto de Europa y a costa de aumentar su deuda externa.
Esta dependencia del exterior ha hecho que la crisis financiera internacional sea implacable con la república báltica. Durante 2008, fue el país que más empleo destruyó (5,4%) y el paro ya afecta al 12% de la población. El recorte del gasto en políticas sociales calentó los ánimos de los letones y provocó conflictos en las calles. El patrón se repetía en Hungría y el primer ministro presentaba su dimisión como posible salida a la crisis económica del país. En la República Checa, la economía no se ha resentido tanto como en los dos otros casos pero sí ha sido el principal motivo del descontento social, que ha forzado una moción de censura al gobierno.
"La UE de los quince está pagando y va a pagar la incorporación de países que, en su momento, no cumplían los requisitos necesarios para convertirse en Estados miembro", asegura Rafael Calduch, Catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense. No es el único que lo piensa. En el momento de la ampliación —cuando Europa nadaba en la abundancia y nadie pensaba (o quería pensar) en la que podía avecinarse— se pasó por alto que buena parte de los aspirantes no cumplían los requisitos económicos e incluso políticos. "La mayoría de los países están todavía en transición, a pesar de que hayan pasado dos décadas desde la caída del Muro. Sólo hay que fijarse en Polonia, donde, a pesar de tratarse de un gobierno elegido democráticamente, hemos asistido casi a la existencia de un régimen nepótico, con un país gobernado por dos miembros de una misma familia. Eso es inimaginable en democracias asentadas y, en momentos como éste, se nota", explica Calduch.
El 'rescate' de los países de la ampliación por parte de la Europa occidental tiene un precio económico, político y social. El mes pasado, 'The Economist' publicaba un artículo en el que se analizaban algunas de los peligros para la UE en el hipotético caso de que la inestabilidad se instalara en esta región. "Si un país como Hungría o una de las repúblicas bálticas cayeran, los europeos del Oeste serían los primeros en sufrirlo". Pues bien, con la hipótesis convertida en una realidad, solo queda preguntarse cómo puede repercutir esta situación en el resto de Europa.
Escuchando hablar de crisis continuamente, lo primero que podríamos pensar es que a la UE le va a costar mucho dinero contante y sonante mantener el equilibrio económico entre sus Estados. Las consecuencias económicas son las primeras que se están dejando notar. De momento, los Veintisiete acordaron la semana pasada duplicar el fondo destinado a ayudar a refinanciar la deuda de los países del Este. Un presupuesto de 50.000 millones de euros que sustituye al anterior (de 25.000) que, a su vez, sustituyó el pasado otoño al fondo inicial, que contaba con 12.000 millones de euros.
"En principio, las consecuencias económicas no deberían ser las peores para la UE ya que cuenta con las herramientas necesarias para hacer frente a situaciones como ésta. El presupuesto está aprobado hasta 2013 y existen los fondos de cohesión, que han permitido durante años que España recibiera dinero del resto de países miembro. Pero, claro, habrá que ver si estas herramientas son suficientes porque no sabemos cómo va a evolucionar la situación económica", cuenta el profesor Calduch.
Las revueltas que ya se han vivido en países como Letonia no son la única consecuencia social de una situación como la actual. "Uno de los problemas principales es que Europa se enfrenta a una prueba de solidaridad entre la parte occidental y oriental. Los ciudadanos del Este quieren ver que la UE puede ayudarles a resolver la crisis", explica Richard Youngs, director del área de democratización de FRIDE (un think tank europeo de corriente socialdemócrata). Y mientras los ciudadanos del Este miran con esperanza (o desesperación) a la Vieja Europa, su presencia empieza a ser un inconveniente en algunos países como Reino Unido, donde ya se han producido altercados por la falta de empleo para los trabajadores nacionales.
Si hasta ahora hemos escuchado hablar de la 'Europa a dos velocidades', probablemente, después de esta crisis, hablaremos de la Europa a tres o incluso a cuatro velocidades. "Los mecanismos de cooperación reforzada que se incluyen en el Tratado de Lisboa permitirán que haya una Europa de máximos y una de mínimos porque habrá países que no quieran o no puedan seguir adelante con la integración", dice Calduch.
Y entre las posibles razones de los países del Este para no querer seguir adelante está una proliferación de las posturas antieuropeístas. Como explica Robert Youngs: "Si la UE no da una respuesta adecuada a los países que se están viendo más afectados por la crisis, existe el riesgo de que los partidos con ideas antieuropeístas o cercanos a Rusia ganen popularidad, por lo que será difícil avanzar en la integración".
Hemos escuchado tantas predicciones acerca de lo que va a pasar con la crisis que resulta difícil confiar en alguna. Aún así, hay algunos indicios que pueden ayudar a pensar qué otros países están en la cuerda floja y pueden ser la siguiente ficha en caer por el efecto dominó. Teniendo en cuenta que en su porra particular 'The Economist' incluía a Letonia y Hungría (cuyos dos gobiernos ya han caído) el principal foco de atención se encuentra sobre Rumanía. Al igual de los dos países anteriores, ha tenido que recibir ayuda económica por parte del FMI, de la UE y del Banco Mundial. "En general, todos los que no corresponden a la Europa de los quince están en riesgo, salvo Malta y Eslovenia. El resto tienen los mismos problemas que los gobiernos que ya han caído y, probablemente, tendrán las mismas consecuencias. Qué decir de Rumanía y Bulgaria, a los que se les pospuso la entrada porque no tenían los requisitos mínimos", opina Rafael Calduch.
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