La 'incógnita abertzale' se ha despejado. O, al menos, parcialmente. Uno de los grandes interrogantes que planteaban los comicios autonómicos en el País Vasco era qué haría el electorado independentista en un complejo paisaje electoral marcado por la ausencia de D3M y Askatasuna, las formaciones herederas de Batasuna, cuyas listas habían sido anuladas por el Tribunal Supremo. Con esta opción fuera de combate, Aralar, la llamada 'izquierda abertzale democrática', se ha llevado el gato al agua y ha obtenido más de 62.000 votos, cuadruplicando su número de escaños en el Parlamento vasco de uno a cuatro (dos en Guipúzcoa, uno en Vizcaya y uno Álava).
Aunque siguen siendo cifras modestas (el 6 por ciento de los votos), el espaldarazo electoral que Aralar ha recibido refuerza la presencia de una izquierda independentista contraria a la violencia sobre el tablero político del País Vasco. "Es una noticia muy positiva", opina el periodista y analista José María Calleja. El ascenso ha sido recibido con optimismo entre algunos sectores de la sociedad vasca que ven en su victoria la esperanza de que crezca una alternativa política que, además de dar cobijo a parte del electorado que se había quedado sin representación, establezca como base de su actuación el rechazo a la violencia.
Pero sólo ha pasado un día desde las elecciones y todavía queda mucho camino por recorrer. Todos los analistas coinciden en que el papel político que juegue Aralar en Euskadi depende de tal cantidad de factores (el fin de la violencia etarra, la eventual vuelta a la legalidad de Batasuna, etc.) que es imposible vislumbrar un horizonte de futuro a corto plazo. Para Alfredo Retortillo, profesor de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco (UPV) y especialista en sociología electoral, la escisión no violenta de Batasuna ha conseguido de momento asomar la cabeza. "Las elecciones han sido para Aralar la botadura del barco, puede convertirse en un polo de atracción, un proyecto asentado y sólido a largo plazo", indica. Incluso, podría llegar a ser el primer paso para comerle más terreno a la izquierda radical. "Ahora está en buenas condiciones para disputarle cara a cara el electorado que se encuentra en su periferia".
La principal duda que arroja el triunfo de este partido es si sus votantes son 'de ida y vuelta', una especie de préstamo temporal proveniente de otras opciones políticas, legales o ilegales. Para Paco Llera, profesor de sociología de la UPV y responsable del Euskobarómetro, todavía es pronto para decir si el de Aralar es un voto consolidado. De la misma opinión es el sociólogo vasco Xabier Aierdi, aunque también opina que es posible que su proyecto cobre fuerza entre el público independentista si crece la sensación de que no hay otras vías políticas que defiendan sus intereses. Calleja se muestra más optimista: "Aralar al menos ha conseguido que una gran parte de partidarios de Batasuna no voten nulo, independientemente de que se queden o vuelvan al redil".
Por su parte, el coordinador general de Aralar, Patxi Zabaleta, no quiere oír hablar de quién es la propiedad de las papeletas que los han aupado en el Parlamento vasco. Aunque reconoce los "muy diversos" orígenes de sus apoyos electorales, recalca que los votos no tienen más dueño que la persona que lo emite y que es legítimo y normal que su orientación cambie. Y, frente a los que alegan la volubilidad de los votos, ellos blanden la bandera de la renovación y el cambio generacional. "Hemos visto que nuestra fuerza está en los jóvenes de 18 a 35 años, un sector en el que competimos con las fuerzas mayoritarias y que representa un voto de esperanza", señala Zabaleta.
La cuestión del origen de la fuerza electoral que ha cosechado Aralar centra gran parte de los análisis sobre sus resultados. Y con explicaciones muy dispares. Hay quien lo achaca directamente a los votantes de la izquierda radical hastiados de la violencia de ETA. El aumento de votos de Aralar podría rastrearse así en las 50.000 personas que hay entre las 150.000 que en 2005 votaron al Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV) y las 100.000 que han optado por seguir las directrices provenientes de las formaciones ilegalizadas y han hecho uso del voto nulo. Llera piensa así que el éxito de Aralar es un "abandono" en toda regla a Batasuna. Para Calleja, "el respaldo a Aralar refleja varias cosas, pero sobre todo, el agotamiento de independentistas hartos de la violencia que culpan a Batasuna del fracaso del último proceso de paz".
Pero el triunfo de Aralar también bebe de otros dos importantes batacazos electorales: el de Ezker Batua (EB), que pierde 28.000 votos y se queda con un parlamentario, y el de la soberanista Eusko Alkartasuna (EA), que conserva dos de los siete diputados que consiguió en 2005 de la mano del PNV. Ésta es la opinión de Retortillo, quien interpreta que Aralar se ha beneficiado principalmente del descalabro de los dos socios minoritarios del tripartito. "Ha laminado a una EA que no era todo lo de izquierda que reclamaba su electorado y una EB que no era todo lo 'abertzalista' que se le requería".
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