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Obligatorio contagiarse por Obama el optimista

Por PILAR PORTERO (SOITU.ES)
Actualizado 25-02-2009 18:18 CET

Obama acaba de lanzar un discurso basado en la esperanza. A pesar de que la realidad pinta cada día más siniestra, él insiste en el "vamos a reconstruir la situación". Captado el mensaje. Idéntico al que se impulsa desde los círculos económicos y políticos nacionales: hay que ser positivo, no conviene crear alarma. Esta consigna, que se podría interpretar como un intento de maquillar el cadáver que tenemos entre manos, puede que sea la manera más inteligente de sobrevivir a la gran depresión (II) que se está iniciando si se tienen en cuenta los preceptos de la psicología positiva.

Hoy por hoy, lo natural es ver el vaso vacío. Hasta percibirlo medio vacío se consideraría un síntoma de optimismo. Puede que los pesimistas logren realizar un análisis más certero de la situación pero está claro que sólo los optimistas, a pesar de estar más alejados de la realidad, tienen posibilidades de salir de la crisis con más éxito que los clarividentes racionalistas. Esta actitud positiva es precisamente el objeto de estudio de la psicología positiva. Una disciplina de lo más recomendable para evitar que la angustia acabe devorándonos

Esta vertiente trata de prevenir la depresión y se centra en el estudio de las emociones positivas, los rasgos optimistas del carácter y la búsqueda de la felicidad. Comenzó a ser tenida en cuanta hace nueve años gracias al profesor Martin E. P. Seligman, catedrático en el Departamento de Psicología de la Universidad de Pennsylvania. La rentabilidad de disfrutar de un carácter optimista se revela decisivo en situaciones de crisis para poder salir adelante. Tanto el pesimista como el optimista realizan un enorme esfuerzo pero en sentidos contrapuestos. Las emociones positivas son imprescindibles para superar las situaciones difíciles y luchar contra los elementos que impiden avanzar a los negativos, y en consecuencia, salir reforzados de los problemas.

El sistema económico internacional sigue en parada cardiaca. Nada surte efecto. Escuchar 'off the record' a los poderes públicos, observar la velocidad a la que las previsiones más nefastas se van quedando cortas o ver cómo los cientos de medidas que se han ido tomando no inyectan la energía necesaria, ha sido decisivo a la hora de instalar la impotencia como un sentimiento generalizado. Uno se siente atado, incapaz de reaccionar. Leer al Nobel de economía 2008 Paul Krugman, una de las mentes más acertadamente analíticas y autocríticas, ya sea en su blog del New York Times o en su columna dominical de El País, es estremecedor.

Si quieren ver lo que realmente cuesta sacar a la economía de la trampa de la deuda, fíjense en el enorme proyecto de obras públicas, también conocido como II Guerra Mundial, que puso fin a la Gran Depresión. La guerra no sólo condujo al pleno empleo, también produjo un rápido aumento de los ingresos y una inflación considerable, todo ello sin que el sector privado solicitara prácticamente ningún crédito

¿Es precisa una guerra para que la gran maquinaria económica funcione a todo gas? Se pueden considerar pesimistas sus planteamientos o reconocer que al ser más sincero que los políticos que nos rodean, con sus mensajes de esperanza y sus peticiones de responsabilidad, puede aportar su conocimiento para no repetir los errores del pasado . Sin necesidad de recurrir al autoengaño, se impone la obligación de comenzar a ver la luz al final del túnel a pesar de la cruda realidad. Así que cuando vuelvas a escuchar que la economía española se contraerá un 2% este año y el paro rozará el 20% en 2010, según los últimos augurios de la Comisión Europea, échale humor al asunto y organiza una porra entre los amigos para apostar las cifras de la siguiente revisión. Y qué sea rápido. Después, como terapia a medio plazo, empápate de felicidad. Empieza por la teoría y sigue por la práctica. Fernándo Savater reflexiona en su conocido libro "El contenido de la felicidad":

Todos somos optimistas, no por creer que vayamos a ser felices, sino por creer que lo hemos sido

Otra opción es visitar el Centro Virtual de Psicología Positiva, dirigido por Carmelo Vázquez, catedrático de la Complutense, y a base de test evaluar la predisposición a ver el mundo con alegría.

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