Construyamos una película de éxito y hagamos una gala competente. Eso deben pensar los guionistas y conductores de una gala que, como casi todas las entregas de premios, suelen ser, no nos engañemos, bastante complicadas de levantar. Para que la película sea atractiva, necesitamos un conductor/narrador guapo y divertido, un comienzo potente, un desarrollo más o menos interesante, unos secundarios resultones, un protagonista con quien vaya el público y un antagonista a quien repudiar. Y, por último, un final apoteósico aderezado, si se puede, con unos giros sorprendentes. Estos últimos no dependen de los creadores de la gala sino más bien de los académicos.
Hugh Jackman, el pobre, guapo es un rato, pero divertido... Ay, Hugh, Hugh... quién pusiera en tu lugar a un presentador de verdad, uno de esos que saben improvisar y no simplemente interpretan un papel con un guión encorsetado que no da pie a la espontaneidad y la improvisación en un espectáculo en directo como éste.
Para abrir boca, el pedazo de Óscar a Penélope, una estatuilla que es de todas las actrices españolas, dicho por la propia galardonada. A Pe la aman en Estados Unidos y es el mejor comienzo para poner antes incluso de la publicidad. Para rematar el inicio, los organizadores se acuerdan de las mejores historias. El Óscar al mejor guión original ha sido para Dustin Lance Black por 'Milk' y, después de éste, el mejor guión adaptado para 'Slumdog Millionaire', lo que ya sería el preámbulo de quien sería el protagonista y quién el antagonista...
Éste puede serlo en función del tipo de premios que se otorguen. Normalmente se trata de categorías de tipo técnico o artístico y, en este caso, de una maratón por conseguir estatuillas de relleno para las dos grandes favoritas, 'El curioso caso de Benjamin Button' y 'Slumdog Millionaire'. La segunda se llevó el solomillo de los premios del desarrollo, la fotografía, mientras que la película de David Fincher, iba sumando estatuillas menores...
En la gala, los secundarios son los que entregan los premios y, muchas veces, casi no aceptan ese papel de reparto que interpretan de mala gana. Entre los más divertidos, entre aquellos que nos hacen reír casi sin esfuerzo, se encuentra Ben Stiller. Entre los más prescindibles, Will Smith, el príncipe de Bel-Air. De las guapas, destacamos a Natalie Portman.
Ése fue, sin duda, el momento en que Heath Ledger, a título póstumo, fue galardonado con el Óscar al mejor actor secundario, una decisión cantada como homenaje al malogrado actor. Recogieron el premio sus padres y su hermana. Varios actores se emocionaron con el galardón póstumo, entre ellos, Adrien Brody, Sean Penn, Kate Winslet, Brad Pitt, Mickey Rourke, Anne Hathaway o Angelina Jolie.
En toda gran película tiene que haber una pareja atractiva, en la de los Óscar, siempre la constituyen la mejor actriz y el mejor actor protagonista. En este caso, estaba bastante claro, los elegidos fueron la ya archipremiada Kate Winslet (digamos que la Academia se lo debía, aunque está mejor en 'Revolutionary Road') y Sean Penn por 'Milk' como homenaje, una vez más, a un actor capaz de meterse en la piel de los personajes más dispares. Winslet-Penn, la pareja de Óscar.
Los cuatro ases quedan para el final, lo que hace que te tragues una soporífera gala sólo para saber quién es el mejor director o cuál la mejor película del año. Los cuatro galardones finales son mejor director, mejor actriz principal, mejor actor principal y mejor película. 'Slumdog Millionaire' arrasó y 'Benjamin Button' se estrelló.
Sin lugar a dudas, 'Slumdog Millionare', la película de Danny Boyle, que no solamente se llevó ocho Óscares, sino que fue galardonada con los más importantes: mejor guión adaptado, mejor fotografía, mejor montaje, mejor director, mejor película, mejor banda sonora, mejor canción y mejor edición sonora... El escocés ha logrado por fin el reconocimiento en Estados Unidos con esta gran cinta.
'Benjamin Button'. La gran derrotada, pese a presentarse en la gala con 13 nominaciones no logró nada más que tres y de baja categoría. La película de David Fincher reunía todos los elementos para convertirse en una película de Óscar, un tanto larga, eso sí, pero se ha topado con Danny Boyle y su gran pequeña obra maestra ambientada en la India.
Brillaron por su ausencia. Nadie se hizo rico con las quinielas puesto que nunca las cambiaron. Faltó el factor sorpresa, el punto de giro, excepto por el Óscar a Sean Penn en lugar de a Mickey Rourke. Ganaron los que todo el mundo esperaba que iban a ganar y punto. Y, aparte de los premios en sí, fue una gala lenta, aburridísima, con una música que incitaba constantemene al sueño, y a la desazón. Un guión plano aderezado con una serie de malas interpretaciones, nada que envidiar a la gala de los Goya...
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