Tampoco es que me importe mucho que el ministro, el fiscal y el jefe de la policía se vayan juntos de caza. Total, qué más da. Hay un millón de parados sin subsidio, 600.000 familias que no ingresan un céntimo, más emigrantes africanos muertos en las costas canarias y noticias chungas por todas partes. Pues que se diviertan el ministro, el fiscal y el policía. Ellos que pueden, ¿por qué van a privarse?
El mosqueo con el ministro Bermejo lo tengo por otra cosa. Por la jeta, mayormente. Me refiero a la jeta del ministro, no a la jeta en general.
Va el tío y dice que a lo mejor su rollo escopetero con Garzón ha sido "inoportuno". Vaya por Dios. Al menos se ha dado cuenta. Más vale tarde que nunca.
Va el tío y dice que la cacería le salió por sólo mil euros, y que los pagó de su bolsillo. Pues bueno. Yo no me lo creo, pero peor sería que dijera de entrada, un suponer, que le costó 30.000 y que pagó el contribuyente.
Lo que llevo muy mal es lo otro, lo del 'favor'. Porque es injusto. El ministro de Justicia va y dice que sólo quería hacerle un favor al dueño del coto porque hacía falta un 'descaste'. Por lo visto, eso del 'descaste' significa que hay demasiados venados (o lo que toque) en la finca, y que para restablecer el equilibrio ecológico conviene una escabechina de animales. Y a eso justamente se aplicó el amigo Bermejo.
De cara a futuros 'descastes', me gustaría decirle algo al propietario del coto, un empresario llamado José Peñas Pérez. ¿Quiere usted mantener el equilibrio ecológico? ¿De verdad? Pues no llame al ministro, llámeme a mí. En Soitu le pasarán mis señas. Yo le garantizo, señor Peñas, que entre mi amigo el Ahmed, un servidor y unos cuantos colegas más le arreglamos el tema de la superpoblación animal. Y sin tiros ni violencia: según está el panorama, estamos dispuestos a matar al bicho a besos, o, si es menester, a masajes eróticos. Lo que haga falta.
No se imagina usted, señor Peñas, la de tiempo que llevamos sin ver un chuletón de cerca.
O sea, déjese de ministros, que ya ve que encima van por ahí presumiendo de hacerle favores, y acabará pensando la gente que busca usted traficar un poco con influencias, y piense en nosotros. Piense en la ecología. Preserve el equilibrio natural de su finca y, a la vez, alimente a unos putos inmigrantes en paro. Puede parecerle que la especie del puto inmigrante en paro sufre de superpoblación, pero se equivoca: a este paso, entre el hambre y la pena, pronto quedaremos muy pocos. Mejor, dirá usted. Pues vale. Pero cuando haya que volver a subirse al andamio, no creo que se animen ni usted ni el ministro, ¿no?
Ea, resalao, échenos una chuletilla de ciervo, y déjese de malas compañías.
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