Son la última moda en la crisis. Dos estilos que inventaron hace tiempo los países nórdicos han vuelto a la actualidad por necesidad: la economía nos asfixia. Primero fue Christopher Wood en el Financial Times, reivindicando que el sueco es el mejor para los bancos; luego, el economista Ángel Ubide volvió al "remedio sueco"; Luis de Guindos, el ex número dos de Rodrigo Rato y ex presidente de Lehman Brothers España, volvió al "banco bueno, banco malo". Cuando ya estábamos intrigados en "el sueco" para los banqueros, llegó el comisario europeo de Economía, Joaquín Almunia, y recuperó el "bad bank" para la banca. Y como es socialdemócrata, se acordó de los curritos, y nos recomendó el estilo danés, que tanto le gusta a Solbes.
Estás muy equivocado si esto del modelo sueco te hace pensar en las rubias que invadían Torremolinos o Benidorm en los 60, en aquellos bikinis que trajo el turismo —motor de desarrollo del franquismo—, si por un momento te has sonreído pensando en señores tan sesudos como Wood, Almunia, Guindos o Ubide —no digamos si te has acordado de los banqueros españoles— que trasmutados en José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Fernando Esteso o Pajares, corren detrás de sirenas blancas y macizas, ésas que alguna tarde de sábado resucitan en "Cine de Barrio".
Todos ellos meditan en cómo copiar lo que a principios de los años 90 hizo el Gobierno sueco ante una grave crisis bancaria. Crearon un "banco malo" ("bad bank") que se quedó con todos los activos tóxicos de las entidades que tenían problemas. Es decir, que el Estado compre los créditos impagados de las inmobiliarias y las hipotecas para viviendas, incluirlas en el "banco sucio" unos años —las venderás en tiempos de vacas gordas— , y reflotar las entidades que merezcan la pena, vaciadas ya de los activos que manchan.
Alguno de los grandes banqueros españoles ha sugerido este asunto a Solbes y lo ha comentado con Almunia, según ha confirmado esta web. Para Economía, el problema radica en "cómo valorar los activos. Es complicadísimo", dicen medios oficiales. Y sin embargo, también saben que "sería una forma de lograr que las entidades recuperasen la confianza entre ellas". Ahora ni un banco ni una caja se fía de lo que cada uno esconde en sus tripas.
Almunia y su colega, la comisaria de la Competencia Neelie Kroes, preparan medidas para regular los diferentes modelos de "bad banks" que ya se han puesto en marcha, con diferencias en sus formas, en Alemania, Suiza o Inglaterra. Kroes y Almunia pretenden que dentro de la UE no vuelva a haber problemas por la regulación de los "bancos malos", como ya pasó con las primeras inyecciones directas de dinero a los bancos. Por eso trabajan a marchas forzadas y, en breve, habrá unas reglas del juego para regular los "bad banks", que "no distorsionen la competencia", según fuentes de Bruselas.
¿Cuándo tendremos un "banco sucio" en España? El área económica del Gobierno reconoce que el asunto se ha abordado, aunque aún está "verde", como dijo el secretario de Estado, David Vegara. Porque el problema no es sólo dar con el mecanismo para valorar los activos, sino después decidir qué entidades reflotas y cuáles dejas hundirse. Pero ésta puede ser una de las sorpresas que en los próximos tiempos se lleve la banca española, y que encierra la amenaza del ministro que susurra al oído de Zapatero, Miguel Sebastián, cuando dice que se acaba "la paciencia" del Ejecutivo.
¿Y qué hay del sistema danés para los trabajadores? ¿Consiste en una buena sauna con una sirena dentro? Al fin y al cabo, los curritos son menos exquisitos. ¿O no? Pues no. No consiste en sauna con danesa, sino en una palabra curiosa, divertida dependiendo de en que estés pensado cuando la pronuncias : "flexiseguridad". En realidad, en soitu.es ya te hemos hablado de ella, alto y claro. La flexiseguridad combina la flexibilidad laboral y la seguridad del trabajador.
Se asienta en tres pilares: libertad para contratar y despedir a trabajadores (flexibilidad para el empresario); elevada generosidad de las prestaciones por desempleo (seguridad para el parado) y políticas activas de búsqueda de empleo.
A los sindicatos no les entusiasma la "flexiseguridad", pero a Pedro Solbes le gusta. Ha sido un abanderado del asunto. Por ejemplo, el 8 de junio de 2008, cuando Zapatero aún cuestionaba la gravedad de la crisis, Solbes, en una intervención parlamentaria, dejó bien claro que el mercado de trabajo "debe profundizarse en la configuración de un modelo que aúne flexibilidad para las empresas y seguridad para los trabajadores"
El vicepresidente mantiene que ese es el modelo de referencia en Europa por las posibilidades que ofrece, pero "exige que se ofrezca una adecuada protección a los trabajadores, promoviendo su empleabilidad a largo plazo, con más capacitación, formación y orientación laboral", a cambio de que las empresas cuenten con "una adecuada flexibilidad que garantice su competitividad y favorezca una dinámica de creación de empleo". Solbes es consciente, hace nueve meses y ahora, de que para importar el estilo danés —en Dinamarca, el sistema fue un éxito— hay que hacer profundas reformas en el mercado de trabajo. Tanto en la legislación sobre empleo, la protección de desempleados y la negociación colectiva.
La cuestión es si los españoles —o los mediterráneos— estamos preparados para ser suecos, daneses o noruegos. Imitar en nuestros comportamientos sociales a unos países que han llevado el estado del bienestar —"welfare state"— al desarrollo más envidiable. No sin esfuerzo y mentalización de los ciudadanos sobre lo que son los grandes pilares de su sociedad: la educación y la sanidad. Por ejemplo, en los años 90, el Gobierno sueco se planteó hacer un referéndum para bajar el impuesto sobre la renta. Y al final, no se realizó porque el ejecutivo supo que lo iba a perder. Los suecos tenían clarísimo que si rebajar impuestos suponía empeorar la calidad de la sanidad o de la enseñanza, o reducir cualquier otra de sus altas prestaciones sociales —como el paro— no querían esa rebaja .
Por ejemplo, como explica Ann Charlotte Stalhberg (.pdf) en su trabajo en la página de la OCDE —solo un muestra del año 2007—, hay una diferencia enorme entre el gasto social que dedican los nórdicos —ahora ronda el 50% del PIB— a los pilares básicos de su sociedad, frente a lo que gastan los anglosajones, entre el 15 y el 20% del PIB. Y no habla de los países mediterráneos.
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