Google acaba de hacer una jugarreta a los que confían en él y utilizan algunos de sus servicios como herramienta de trabajo.
La compañía de Mountain View, en el corazón de un Silicon Valley en plena crisis, abandonó ayer el desarrollo de Google Video, Catalog Search, Notebook, Jaiku y Dodgeball. Cada uno tiene sus méritos propios, pero ninguno hace ganar dinero.
Cojamos su 'Notebook'. Es muy cómodo para guardar las URL de forma temporal (cuando se prepara una reseña, por ejemplo) a diferencia de Delicious, que es bueno para los sitios o las páginas web que queremos utilizar por más tiempo. También se pueden poner comentarios y transformar todo eso en Google Doc. Ninguno de los sustitutos que proponen aguanta el tipo.
Me pone de los nervios, pero eso no es lo que cuenta.
Tengo la sensación de que Google acaba de romper una parte moral del contrato que nos ata, dejando de proveer las aplicaciones que utilizo.
Y todavía hay cosas peores.
Cuando nos ofrecen servicios, nos invitan a poner nuestras informaciones y nuestros trabajos online, a confiar en el hecho de que podremos utilizarlos. Al interrumpir estos servicios, nos dicen: 'Ante todo no vayáis a confiar en lo que os proponemos'. Paramos todo cuando nos conviene.
Steve Rubel se pregunta, por ejemplo, si Google Reader, 'el mejor' lector de flujos RSS, no corre el riesgo de que lo interrumpan mañana. No parece dar ni un céntimo y no es una herramienta de masas.
Steven Hodson se jacta de no haber confiado su trabajo a Internet.
Lo que Google no parece haber comprendido es que puedo cambiar de motor de búsqueda de la noche a la mañana, pero no de lector de flujos o de herramienta con la que guardo mis notas online. Estos servicios implican otro tipo de relación con los usuarios.
Demostrándonos que no podemos confiar en ella a largo plazo, esta compañía está jugando una mala pasada a sus usuarios y, simbólicamente, a todo el movimiento que nos empuja a practicar la informática 'en la nube'.
No es muy inteligente para una empresa que se jacta de reunir a los mejores cerebros del planeta.
¿Qué pensáis vosotros?
¿Tenéis ganas de protestar?
[Foto del Flickr de Pragmagraphr]
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