Es de noche. Omar vuelve a casa en su coche cuando es atacado por una banda callejera. No tiene escapatoria. Lo que vemos —un grupo de jóvenes agrediendo a un chico con la piel más oscura— se llama paki-bashing (molestar 'pakis') y, efectivamente, Omar es pakistaní. Nos encontramos en una ciudad cualquiera de Inglaterra en los años noventa. Esta escena nunca fue real. Pertenece a My Beautiful Laundrette la aclamada película de Stephen Frears, que como muchas otras —Sammy and Rosie Get Laid, Prick Up Your Ears u otras más recientes como This is England— narra la época en la que gobernó Margaret Thatcher, cuando la crisis económica y las posiciones ultraconservadoras de la primera ministra crearon el caldo de cultivo ideal que permitió el auge de las corrientes sociales neonazis en su país. Al otro lado de la pantalla, algo muy real. Edward, un colombiano que lleva 12 años en España, mira la cicatriz de su muñeca. Fue una agresión (doble fractura). "Tengo miedo a que lo que pasó a principios de los noventa en Europa vuelva a ocurrir en España".
Los últimos años de los ochenta y los primeros de los noventa fueron testigos del resurgir de los grupos de extrema derecha o neonazis. El descontento causado por el deterioro del estado de bienestar y una situación económica turbulenta, sobre todo en países como Francia e Inglaterra, que además comenzaron a ser receptores de inmigrantes desde la descolonización, fue la chispa que prendió la mecha del fascismo y la xenofobia por toda Europa.
La crisis produce un fenómeno en el ámbito político como es la eclosión de la extrema derecha en Francia, Alemania, Inglaterra, Austria y algunos más. Pero también sacude a la sociedad, que reacciona dejándose contagiar por el racismo y la xenofobia. Así, comienzan las 'cacerías' de inmigrantes por todo el continente. En España, aunque menos familiarizados con el fenómeno migratorio, no nos libramos de estos 'crímenes de odio', centrados en otros colectivos los homosexuales, indigentes, prostitución, punkys... Para los que recordamos aquello como un mal sueño, nada mejor para la memoria que una buena dosis cinematogáfica —el cine puede ser un gran cronista histórico— con películas como 'Taxi', de Saura, en la que una banda de taxistas se dedica a agredir y asesinar a drogadictos, travestis, etc, o mismamente la irreverente 'El día de la bestia', en la que como trama secundaria se presentan las acciones de un grupo radical que se dedica a quemar mendigos llamado 'Limpia Madrid'.
Hace dos décadas las instituciones no esperaron que la situación se hiciera insostenible para actuar. El 1990 el Parlamento Europeo se apresuró a aprobar el 'Informe Ford' sobre el ascenso del racismo, la xenofobia y el neofascismo en Europa, que lleva a las instituciones del Viejo Continente a legislar contra el racismo, acompañando sus acciones políticas con campañas sociales tan importantes como la mítica Somos iguales somos diferentes.
Esta reacción de alto nivel llega en un contexto de crisis que no es ni la mitad de preocupante que el actual. Hoy la globalización y los movimientos migratorios son infinitamente más acusados (se calcula que hay 300 millones de migrantes por todo el mundo). Para Esteban Ibarra, presidente del Movimiento Contra la Intolerancia, "la debilidad del estado del bienestar junto al agotamiento de los actuales proyectos democráticos, configura un escenario donde anidan cómodamente aquellos que explotan contradicciones y conflictos sociales para alimentar el odio y la intolerancia". Es decir, que la crisis económica y el paro en Europa, además de ser presagio de revoluciones, podría ser presagio de una reacción violenta contra los extranjeros que conviven con nosotros.
Sin embargo, la reacción de la Unión Europea no ha sido tan diligente esta vez como lo fue en 1990 en cuanto se detectó el problema. Esto ocurre porque la comunidad está dividida, según Ibarra, en dos corrientes, que son la "multiculturalidad" y la corriente del "choque". ¿Cuál va ganando? Para Ibarra, el momento está aún por definir ya que, aunque "por un lado nos encontramos a punto de un cambio institucional muy importante que es la victoria de Obama y el fin de la era Bush que podrían lanzar un mensaje de esperanza en contraposición con el auge de la extrema derecha", por otro lado "se está produciendo un recrudecimiento de la situación económica", lo que hace peligrar la estabilidad de la sociedad.
Para Esteban Ibarra, en los próximos años vamos a asistir a un "crecimiento muy importante de la xenofobia sin diques de contención". En los noventa se dieron "reacciones institucionales más sólidas ante un problema mucho menor", tanto por el número de inmigrantes como por la situación económica. Esta vez la posición de la UE es completamente diferente. Así, para Ibarra, las instituciones europeas tienen que hacer dos cosas antes de que la situación sea insostenible: obligar a los países a que firmen la convención de los derechos de los trabajadores inmigrantes y rectificar la directiva de retorno, cuya aprobación en el Parlamento Europeo mandó un mensaje de dureza contra la inmigración que ha contribuido a agravar los sentimientos racistas de los europeos.
Como bien señala el presidente del Movimiento contra la Intolerancia, esto podría derivar en un giro radical a la derecha que se ha a reconfigurado durante estos años. "Anteriormente, su bandera era el involucionismo democrático", explica Ibarra. En la actualidad esta consigna ya no moviliza a la gente; ni siquiera es factible. De ahí que ahora "la nueva bandera de la ultraderecha" sea "la xenofobia", afirma, no sin antes recordar que en países como Francia e Italia el mensaje ha calado y "la ultraderecha está en las instituciones, o en otros países como Austria, en el poder". Internet, que a principios de los noventa aún no era la impresionante herramienta de difusión de la información que es hoy, ha contribuido en parte a la organización y proliferación de estos grupos.
Y si en Europa el panorama no es muy halagüeño, en España hay poco que celebrar en este sentido. Aquí la representación política de la ultraderecha es mínima, mucho menor que en otros países. Sin embargo, nuestro país está en el punto de mira de decenas de organizaciones internacionales de las más importantes —desde la Red Europea contra el Racismo, agrupación que integra a las ONGs más importantes de Europa en la lucha contra la intolerancia, hasta el Centro de Estudios para Asuntos religiosos en Washington, pasando por el propio Defensor del Pueblo y el Observatorio de la Convivencia Escolar— que advierten al Ejecutivo del grave aumento del racismo, la xenofobia, la islamofobia y el antisemitismo en los últimos años.
Ibarra no se explica cómo "en cinco años de gobierno progresista, no se han concretado medidas a paliar este problema". Sobre la mesa hay asuntos tan importantes como la creación de un consejo de igualdad de trato y una fiscalía especializada para combatir el racismo. Según el presidente del Movimiento Contra la Intolerancia, el propio Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, "se comprometió a solucionar este problema, pero ahora alega problemas económicos".
Pero hay otra cuestión fundamental que preocupa a las organizaciones de derechos humanos tanto como la puesta en vigor inmediata de medidas legales: la responsabilidad en los mensajes que lanzan los políticos a los ciudadanos. Para Esteban Ibarra, "necesitamos líderes políticos que no utilicen la xenofobia", ya que "en las pasadas elecciones se lanzaron mensajes muy incorrectos", como la propuesta de Rajoy de crear un 'contrato de integración' de los inmigrantes en la que estos se comprometieran a adaptarse a las costumbres españolas como no practicar la ablación del clítoris a las niñas, o el primer debate electoral en el que la inmigración fue un tema recurrente que sirvió como arma arrojadiza entre José Luis Rodríguez Zapatero y el líder de la oposición, Mariano Rajoy.
Esto también es lo primero que piensa Itziar Ruiz, presidenta de Amnistía Internacional España al abordar la situación del racismo en nuestro país. "En general los inmigrantes se han convertido en el chivo expiatorio", ya que son "el colectivo más vulnerable y con menos derechos". Para ella, esto ocurre sin duda alentado por "los discursos públicos que vinculan a la inmigración con elementos negativos". De hecho, el último informe de Amnistía Internacional sobre este tema recoge que la discriminación comienza desde la propia administración y su principal motivo es que "no se sitúan los Derechos Humanos en el centro del debate político", e incluso algunas veces, las mismas leyes tienen algunos componentes racistas.
En este sentido, las leyes de control de fronteras se llevan la palma. "Nosotros respetamos el derecho de cada Estado de controlar sus límites geográficos, sin embargo, hemos observado que estas políticas del Gobierno español tienden a atentar contra los derechos humanos", como por ejemplo la instalación de centros de internamiento fuera de España y la cooperación con Marruecos.
La cuestión es que, en realidad, España ya posee los mecanismos de alto nivel para luchar contra el racismo. El problema es que no se han puesto en marcha, según la presidenta de AI, por pura "desgana" del Ejecutivo. "Tiene desgana de cumplir unos compromisos que, no sólo estaban contemplados en su programa electoral, sino que algunos son compromisos directamente adquiridos con la Unión Europea". Así, Ruiz resalta que España es uno de los cinco países europeos que todavía no han puesto en marcha el "descafeinado" observatorio contra el racismo, "creado desde hace siete años pero al que todavía no se le han atribuido competencias" . No es lo único es lo que España es uno de los primeros por la cola del continente en materia de Derechos Humanos. En Bruselas también preocupa que España sea uno de los pocos países de la Unión que no publica los datos sobre racismo, ya que evidencian la falta de mecanismos para combatir el racismo en un previsible escenario en que este fenómeno se recrudezca.
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